Misterio y seguridad extrema en China por el inicio de la transición
Se renovarán casi todos los principales puestos del partido y del gobierno, entre ellos la presidencia; máxima alerta en Pekín ante posibles incidentes
PEKÍN.– En medio del misterio, la seguridad extrema y un creciente descontento social, China se apresta a comenzar hoy su transición de poder, que ocurre cada diez años con la apertura del XVIII Congreso Nacional del Partido Comunista (PCCh).
Dos días después de que Estados Unidos reeligiera a su presidente, Barack Obama, la segunda potencia mundial le dará la bienvenida a la quinta generación de líderes comunistas que la regirán durante la próxima década.
El congreso se realiza cada cinco años en el Gran Palacio del Pueblo, justo en la plaza Tiananmen. Este año convocará a 2270 representantes de todas las provincias chinas y de organismos gubernamentales tan diversos como las empresas estatales o la banca central.
Será además uno particularmente importante: casi la mitad de sus miembros se renovarán con la salida de los políticos mayores en edad de jubilación, incluyendo al actual presidente, Hu Jintao, y el primer ministro, Wen Jiabao.
Aunque los nuevos líderes son elegidos por votación, serán unas elecciones con características chinas. Habrá candidatos, pero serán elegidos por un puñado de personas; hay debates, pero a puertas cerradas; hay pequeños partidos y facciones, pero todos dentro de un único partido; hay discursos, pero controlados y aprobados por el departamento de ideología.
Todo será planeado, organizado y orquestado por el PCCh, la mayor organización política del mundo, con 83 millones de afiliados.
En total, 14 de los 25 miembros del Politburó abandonarán sus cargos. Siete de ellos pertenecen al Comité Permanente del Politburó –instancia máxima en el PCCh–, renovando casi totalmente las nueve figuras clave del gobierno. Los dos que mantendrán su puesto son los más seguros a suceder a los actuales presidente y primer ministro: Xi Jinping reemplazará a Hu como secretario general del PCCh, y Li Keqiang, a Wen. En marzo, ambos tomarán posesión de sus cargos.
Casi como para mantener el aura de sorpresa de elecciones, aún no se conocen los nombres finales de los otros siete. La discreción siempre es un factor clave, pero este año este misterio se incrementó con la puja de poderes que relució con el escándalo de Bo Xilai, ex miembro del politburó recientemente expulsado del partido por corrupción.
La lucha entre facciones dentro del partido posicionó a personajes que no se pensaba que subirían, como Zhang Gaoli, jefe del PCCh en Tianjin y muy cercano al grupo de Shanghai –protector también de Xi Jinping–, y que bajarían como Wang Yang, jefe del partido en Guangdong, cercano a Hu y uno de los más liberales en pensamiento.
Los demás posibles candidatos ofrecen un panorama futuro conservador en términos políticos, pero abierto en temas económicos y de relaciones exteriores. Entre todos, sólo hay una mujer a la vista, Liu Yandong, con pocas ventajas de ganar un asiento.
La China que recibirá este nuevo congreso no es la misma de hace diez años. La última década será recordada como una de prosperidad. En 2001, China entró a la Organización Mundial del Comercio, trazándose el camino para convertirse en una economía de mercado.
En 2008, celebró los Juegos Olímpicos, mostrando una cara poderosa y sorprendente al mundo. En 2010 superó a Japón como segunda potencia mundial y se mostró como una pieza clave para sostener la economía internacional en épocas de crisis financiera.
Descontento
Pero este crecimiento económico acrecentó a su vez las desigualdades sociales. Las protestas públicas subieron de tono en los últimos años, mostrando que la sociedad china está cada vez más dispuesta a defender sus intereses.
A todo esto, se suma el peso de Internet que, en un país con 538 millones de internautas y más de 900 millones de usuarios de telefonía celular e Internet móvil, se convirtió en una herramienta clave de denuncia y una ventana para conocer otros ejemplos internacionales.
Varios activistas en arresto domiciliario como Hu Jia ya han denunciado que la fuerza de seguridad para este Congreso ha sido mayor que en otras ocasiones.
Se han desplegado 1,4 millones de voluntarios para controlar la estabilidad de la capital y se han instaurado medidas de seguridad tan extremas como quitar las manijas de los taxis para que no se arrojen panfletos por las ventanas, prohibir el vuelo de palomas, jugar con helicópteros y vender cuchillos.
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