Misterio y espera: ¿Por qué aún no “explotó” la variante delta en América del Sur?
El subtipo más contagioso del coronavirus empezó a ser detectado a mediados de junio y todavía hay pocos casos
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Empezó por la India y causó números de muertos todavía imposibles de cuantificar. Pasa por Gran Bretaña e Israel y desconcierta a autoridades y especialistas, seguros de que, con sus altas tasas de vacunación, esos países ya habían empezado a dejar atrás la pandemia. Se instaló en Estados Unidos y dibujó una línea –sanitaria y política- entre estados con alta o baja aceptación de las vacunas. Aterrizó en China y vapuleó la política de “tolerancia cero” de contagios del régimen comunista. Entró en Rusia e Irán y sumergió a esas naciones en los peores momentos de muerte e infección desde que el coronavirus irrumpió, a comienzos de 2020.
Sin embargo, la variante delta comenzó a ser detectada en los puertos de entrada a América del sur a mediados de junio y aún hoy, casi dos meses después, no “explotó” y ni siquiera se transformó en el linaje predominante entre los que circulan en la región. En Europa, Asia u Oceanía, ese lapso fue suficiente para que la delta entrara, se convirtiera en predominante y diera vueltas las curvas de contagios y las condujera a picos de contagio no alcanzados antes en la pandemia.
El incipiente misterio sobre el comportamiento de la variante más contagiosa del Covid-19 en América Latina llama la atención de los especialistas y autoridades de la región consultados por LA NACION, que –con cierto desconcierto- tienen más preguntas que respuestas. ¿Cuándo y cómo se potenciará el linaje que tiene en vilo al resto del mundo? ¿Por qué aún no explotó con toda su fuerza, como en otras regiones –Asia o Oceanía, por ejemplo- con irregular tasa de vacunación? ¿Será que ya circula y no es registrada porque la secuenciación genómica es escasa? ¿Este “silencio” implica que sobrevendrá un vendaval de casos en un tiempo? Son muchos interrogantes y sus respuestas incluyen más hipótesis que certezas.
1. El enigma en números
La incógnita sudamericana está certificada –y acrecentada- por los números. Mientras las curvas de contagios suben en Europa, América del norte, África, Asia y Oceanía, en América del Sur pasa exactamente lo contrario: todas las naciones de la región presentan un escenario de baja sostenida de contagios, algunos desde mitad de junio, otros desde julio.
De acuerdo con la base de datos OurWorldinData, la curva promedio de infecciones de América del sur dio la vuelta el 29 de junio y, desde ese día, cae sistemáticamente. Hace un año el escenario era exactamente el contrario: la región era rehén de su primera y aguda ola de Covid-19 y los casos crecían día a día. No había aún vacunas, claro, pero la cepa original, la de Wuhan, era menos contagiosa que cualquiera de las que le siguieron.
Hoy, el otro indicador esencial para monitorear la dinámica del virus, la positividad entre los testeos, también desciende y se ubica en torno a los niveles que muestran, según la OMS, que la pandemia está controlada. Salvo en Ecuador, donde fluctúa, la positividad es menor al 12% en todos los países de América del Sur (para Venezuela no hay cifras).
Ese indicador sirve no solo para hacer una radiografía del estado de la pandemia sino de su trayectoria futura, es decir que –de acuerdo con los números regionales- la curva se mantendría estable en las próximas semanas. Por ejemplo, la segunda ola estalló en la Argentina entre fines de marzo y comienzos de abril, pero la positividad había comenzado a crecer en la tercera semana de febrero.
En ese escenario de contagio en retroceso, entró la delta en América del Sur. La mayoría de las naciones, con la excepción de Brasil, detectaron los ingresos a través de aeropuertos en junio. Hoy los casos de delta registrados en la región oscilan en torno a la centena en todos los países, señal de que la variante aún no circula con la fuerza con la que arremetió en otras regiones.
Tan escasa es, en principio, su presencia que la base de datos de secuenciación genómica del Covid-19 usada por los especialistas –Gisaid- ubica a América del Sur en el último lugar del ranking de preponderancia de la variante delta. Según el último informe, del 8 de agosto pasado, el listado está encabezado por Oceanía, donde la delta representa el 96% de las infecciones, seguida por Europa (93%), África (80%), América del Norte (71%), Asia (68%) y, finalmente, América del sur (29%).
2. La demora en la región
El otro dato llamativo sobre la delta es la comparación de su progresión en otros continentes con lo que sucede en América del Sur. La alta contagiosidad de la variante (su número de transmisión, Ro, es hasta cuatro veces mayor que el de la cepa original) se empezó a manifestar desde el comienzo, en abril.
“La cepa está circulando ya dos o tres semanas antes de que es detectada y se duplica cada cinco días, por lo que su crecimiento es verdaderamente exponencial una vez que circula”, dijo a LA NACION un especialista argentino involucrado en la gestión oficial de la pandemia.
En Gran Bretaña, esa vorágine se manifestó sin matices. La variante fue detectada en la primera quincena de abril; un mes después ya era mayoritaria y a fines de mayo los casos empezaron a dispararse. El reino fue el primer rincón occidental en ser sacudido por la variante delta, un fenómeno explicado, en parte, por la nutrida conectividad aérea entre India y Gran Bretaña.
Esa razón no alcanza por sí sola para graficar la virulencia de la variante en Australia. Ese país tuvo históricamente fuerte conexión con la India, pero cuando empezó la pandemia, en 2020, se cerró herméticamente, impuso un fuerte cepo a los vuelos y se convirtió en una fortaleza. Apenas fue detectada la variante, prohibió incluso los vuelos de India. Eso no alcanzó para que la delta se haya transformado en una pesadilla.
La delta fue detectada en Australia al principio de mayo; a fines de junio ya era predominante y empezaba a provocar una escalada casi vertical de casos, que aún hoy continúa a pesar de un estricto confinamiento en la mayoría de las regiones del país.
En Estados Unidos, esa progresión de avance de la delta y disparada de contagios se repitió. La variante representaba, en la primera semana de mayo, el 1,3% de los casos; un mes después, el 8,2%; dos meses después, el 60%; hoy, más del 80%. En mayo, los casos diarios por millón de habitantes eran 127; hoy son 370, según OurWorldinData.
Junio encontró a América del sur saliendo de su segunda/tercera ola, pero el escenario en otras regiones forzó a los gobiernos locales a tomar medidas adicionales para demorar la llegada de la delta y acelerar la vacunación. Dos meses después, aún la potencia de delta no se siente.
“Sinceramente yo hubiera esperado que, en estos días, ya estaría circulando con mucho más dinamismo”, advirtió el especialista argentino consultado por LA NACION.
3. ¿Fue el cepo? Tal vez no
Los defensores del gobierno de Alberto Fernández podrían esgrimir que la razón por la que la delta aún no azota, con su contagiosidad, a la Argentina es el estricto cepo al ingreso de personas vía aérea que la administración nacional impuso a fines de junio bajo la excusa de la amenaza de la variante.
El problema, en ese caso, sería explicar por qué la variante tampoco tiene fuerte circulación comunitaria en naciones donde las restricciones de ingreso son considerablemente menores que en la Argentina.
En Chile, la entrada esta solo limitada a ciudadanos chilenos o a quienes tengan un salvoconducto, pero todos ellos pueden llegar libremente. En Colombia, las restricciones son más laxas y pueden entrar personas de cualquier nacionalidad. Como ejemplo, en el aeropuerto de Santiago, aterrizaron el martes pasado 26 vuelos internacionales; en el de Bogotá, unos 35; en Ezeiza,13. Esta semana los números de vigilancia genómica de cada país indican que en Chile hay 86 casos de delta confirmados; en Colombia, alrededor de 100, en tres regiones del país; en la Argentina, 150.
Relativizada la conectividad como razón de la demora de la delta en la región, algunas miradas se dirigen a las tasas de inmunización. “Es plausible que sea el avance de la vacunación. Cuando un país está bien vacunado, como Israel o Gran Bretaña, la delta no es un problema”, opinó el especialista argentino.
Los números, sin embargo, también matizan ese argumento. Entre los primeros del mundo en alcance de la vacunación, Chile (67% de adultos inoculados con dos dosis) y Uruguay (68%) presentan, por ahora, escenarios epidemiológicos sobre la delta similares a los países con tasas significativamente menores, como la Argentina (21%), Perú (20%), Bolivia (16%) o incluso Paraguay (4%).
Hay otra explicación que podría empezar a arrojar cierta luz sobre la incógnita de la demora de la delta: tal vez no tenemos la información suficiente para saber dónde estamos. Como ya sucedió con los testeos, la región está retrasada respecto de otras en la secuenciación genómica y eso disminuye su capacidad de mapear la pandemia y anticipar la trayectoria.
“Los estudios de secuenciamiento son muy escasos. En [la base de datos] Gisaid, hay 2,8 millones de secuencias de este virus estudiadas a lo largo de la pandemia en todo el mundo. Solo el 3% corresponde a América latina”, advirtió, en diálogo con LA NACION, Pablo Tsukuyama, microbiólogo peruano, especializado en genómica y enfermedades infecciosas.
4. ¿Una razón oculta?
Tsukuyama es parte del equipo que, en diciembre pasado, identificó y dimensionó la variante andina, la lambda, y cuenta que también en Perú los investigadores empiezan a preguntarse por qué la delta no avanza.
“Las respuestas no son claras. Estamos en un momento muy interesante [de la pandemia en la región]. Es un silencio tras el cual nadie sabe bien qué viene: una variante que rompe todo, o una mezcla o un balance”, dijo.
Sin certezas, el microbiólogo peruano ensaya algunas hipótesis para explicar la demora de la delta. “La delta empezó a afectar a otros continentes cuando los casos estaban en un nivel bajo y prendió. En América del Sur llega en un momento en que las curvas bajan pero la transmisión sigue siendo alta y ya hay muchas otras variantes. Tal vez pase entonces lo que sucedió con la variante alfa. No creció porque había tantas otras variantes”, argumentó.
En esa “competencia de variantes”, la delta enfrenta en la región, a muchos jugadores. Surgida en Manos, la variante gamma se transformó, con la segunda/tercera ola, a partir de marzo, en preponderante en la mayoría de los países. Aunque es menos contagiosa que la delta, se transmite más fácilmente que la original. La lambda predomina en Perú y zonas de Ecuador
En la Argentina, de acuerdo con el último informe de situación de nuevas variantes de Covid-19 del Ministerio de Salud, irrumpió en marzo y a fines de abril ya predominaba. De las muestras de no viajeros secuenciadas en el país desde enero, 54% corresponden a gamma; 18% a lambda y 10% a alfa.
La hipótesis de la Organización Panamericana de la Salud no dista mucho de la Tsukuyama. “Otras variantes predominaron de manera transitoria en la y fueron luego desplazadas. En la región, la intensa predominancia de otras variantes puede haber alentado la protección cruzada que limita la transmisión de la delta”, dijo el director de Incidentes del organismo, Silvayn Aldighieri, ante una pregunta de LA NACION, en la conferencia de prensa semanal de la OPS, el miércoles pasado.
5. La advertencia de dos viejos conocidos de la pandemia
Sin especificar si esa “protección cruzada” puede ser duradera, Aldighieri advirtió que aún es muy temprano para predecir el impacto de la variante delta en la región.
De todas maneras, los dos únicos focos de delta en América del Sur actúan como un recordatorio de lo que sucedió en 2020. Mientras el resto del mundo caía en la senda del Covid-19 en abril y marzo, la región vivía una especie de calma, marcada por las cuarentenas y la casi ausencia de contagios. Sin embargo, en ese momento ya dos países sufrían con el coronavirus: Ecuador y Brasil. Un par de meses después, en junio, la pandemia se asentaba con fuera en el resto de las naciones.
La avanzada de Brasil y Ecuador se repite en 2021. Si bien la curva de infecciones cae en todos los países, Quito, Pichincha y Guayaquil ya tienen una fuerte circulación comunitaria y el gobierno de Ecuador estima que, en un mes, delta será predominante; allí la curva de contagios empieza a repiquetear y a escalar. Río de Janeiro presenta el mismo panorama.
“Por primera vez en un año, tenemos un escenario de mejora en infecciones y muertes en todo el país. Pero esa buena noticia coincide con el alerta del delta en Río”, explicó a LA NACION Calos Machado de Freitas, investigador del prestigioso Instituto Fiocruz, de Brasil.
Los contagios crecen tanto en la ciudad como el estado de Río de Janeiro. En este último, aumentaron un 60% entre esta semana y la anterior, pero, por ahora, la subida de hospitalizaciones es tímida.
En la ciudad, el 45% de esas infecciones responden hoy a la delta. En el estado, esa cifra representa el 26% mientras que, a mitad de junio, era el 17%.
“Lo que es extraño es que Rio y San Pablo son los mayores dos puertos de entrada [aérea] a Brasil y Río está en alerta y San Pablo está estable. ¿Por qué en Río y no en San Pablo? Esa es la pregunta”, advirtió Machado de Freitas, sobre una de las tantas incógnitas que rodean al impacto de la variante en América del sur.
La diferencia sí está en la vacunación. El 86% de los adultos paulistas fue vacunado con una dosis y el 35%, con las dos. Entre los cariocas, las cifras son menores: el 63% recibió una inyección y el 27%, dos. Así de insuficientes que aparecen en el contraste con San Pablo, los números de Río de Janeiro son superiores a las cifras de vacunación de varios países de la región, entre ellos, la Argentina. Momento de acelerar con la vacunación y aprovechar el “veranito” que la neutralización temporaria de la delta le ofrece a América del sur.
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