Militarización: en las favelas de Río crece la desconfianza por el plan contra la violencia
En las zonas más pobres, la decisión de Temer de darles a las fuerzas armadas el control de la seguridad genera preocupación
RÍO DE JANEIRO.- Una barricada levantada con vías de tren clavadas en pozos en el asfalto y grandes bloques de concreto cierra el paso de vehículos en la entrada a la favela Kelson's, en la zona norte de Río de Janeiro. A ambos lados de la avenida Lobo Junior, cuatro jóvenes veinteañeros armados con fusiles vigilan el tránsito de mototaxis y peatones mientras transmiten informaciones por sus walkie-talkies. Son los olheiros (vigilantes) del grupo narcotraficante Comando Vermelho, que controla esta peligrosa comunidad y se encuentra en alerta desde que hace dos semanas el gobierno del presidente Michel Temer decretó la intervención militar en la seguridad del estado para frenar la ola de violencia.
"Hay mucho nerviosismo. Hace unos días, las fuerzas armadas y la policía realizaron un operativo acá, en el que detuvieron a varias personas e incautaron armas, municiones y radiotransmisores en medio de tiroteos y sobrevuelos de helicópteros. La situación ya era bastante tensa con la presencia de los traficantes, pero si se seguían ciertas reglas no había muchos problemas. Ahora entramos en una situación de guerra y ya nada está claro", comentó a LA NACION Juliana Silva, de 29 años y estudiante de Administración, mientras salía de la favela de la mano de su novio, Yuri Santos (28).
Como ellos, muchos de los 13.000 habitantes de esta pequeña comunidad al borde de la famosa avenida Brasil ahora andan todo el tiempo con cuidado, en contacto permanente por WhatsApp con familiares y amigos, para que sepan dónde están en cada momento. La incursión de las fuerzas de seguridad dejó un sabor amargo en los habitantes.
"Los policías y los militares creen que todos los que vivimos en la favela somos delincuentes y nos maltratan solo por ser pobres. Te piden el documento y te ordenan que te tires al piso todo embarrado o con aguas cloacales sin importarles nada. La mayoría somos personas trabajadoras, merecemos respeto", se quejó Santos.
Los narcos también están inquietos y desconfían de cualquier persona en actitud sospechosa, incluso de los propios vecinos. Un día después de la operación conjunta entre militares y policías aquí, una mujer de 65 años, recolectora de basura en la favela, fue hallada maniatada y amordazada en su humilde vivienda, con golpes y cortes en todo su cuerpo. Había sido torturada por un grupo de traficantes que la acusaron de delatora por haber estado hablando con los soldados. Según la mujer, llegaron a ponerle una granada en la boca y la amenazaron con hacerla explotar.
"El episodio cayó muy mal en la comunidad, la gente quedó muy asustada. Encima, es sabido acá que esa mujer tiene problemas mentales", señaló la presidenta de la Asociación de Moradores local, Jupira de Carvalho dos Santos, que contó que hay varios vecinos que ya están buscando vender y alquilar sus casas para mudarse fuera de la favela. "Lamentablemente, en todo Río la situación está muy difícil", apuntó.
Según datos del Instituto de Seguridad Pública de Río de Janeiro, las muertes violentas en el estado aumentaron el año pasado un 7,5% en comparación con 2016: se pasó de 6262 casos a 6731, es decir, un promedio de 18 homicidios por día. Y en enero de este año, ya crecieron un 7,6% en relación con el mismo mes de 2017. Hubo 603 casos en enero del año pasado contra 649 de enero último.
"La situación de la seguridad en Río de Janeiro es grave por la falta de una gestión eficiente durante años, la connivencia que existe entre narcotraficantes y políticos locales, la corrupción en las fuerzas policiales y la acción de las milicias. Pero una intervención militar no resuelve el problema, puede empeorarlo aún más, con un costo social incalculable en las favelas, donde las principales víctimas de los enfrentamientos armados son las personas inocentes que viven ahí", advirtió Julita Lemgruber, coordinadora del Centro de Estudios de Seguridad y Ciudadanía de la Universidad Cándido Mendes.
Experiencia fallida
Aunque esta es la primera intervención militar en toda la seguridad pública de un estado en la historia de Brasil, las favelas del carioca Complexo da Maré tuvieron una ocupación militar de 15 meses, entre 2014 y 2015, para instalar allí unas Unidades de Policía Pacificadora (UPP). Los homicidios cayeron un 30% al principio, pero luego los soldados dejaron un larguísimo historial de abusos y violaciones.
Ya en las primeras operaciones desde que fue decretada la intervención actual -centrada especialmente en establecer un perímetro de seguridad alrededor de la ciudad de Río, con instalación de puestos de control- hubo acusaciones de fichajes ilegales de habitantes y allanamientos sin órdenes judiciales en las favelas de Vila Kennedy y Vila Aliança, en la zona oeste de Río. Anteayer, en un operativo en Jardim Catarina, en São Gonçalo (región metropolitana de Río), los militares intentaron un abordaje diferente: lanzaron panfletos desde helicópteros en los que pedían la colaboración de los vecinos para delatar a criminales.
En la populosa comunidad Cidade de Deus (130.000 habitantes), también se tiene miedo por cómo puede desarrollarse la intervención militar y se duda de sus efectos. La favela ya fue escenario de fuertes tiroteos en enero entre el dominante Comando Vermelho y las dos bandas rivales de Amigos dos Amigos y el Terceiro Comando. Las fuerzas policiales se mantienen prácticamente recluidas en la UPP local y quienes patrullan el barrio con fusiles y pistolas son los narcos. Abundan las barricadas mientras los pobladores conviven cada vez más con la falta de médicos, maestros y empleos, en medio de basurales en plena calle.
"Me preocupa qué pasará si los militares entran acá con todo. Puede ser una masacre", opinó la empleada Mónica Couto, de 43 años y cuyo hijo, Marcos, acaba de ingresar al ejército. "Estoy pensando en mudarme porque puede haber represalias por tener un hijo en las fuerzas armadas".
Exmiembro de Comando Vermelho por 20 años -fue olheiro, luego soldado y finalmente ascendió a vapor (vendedor de droga)-, Silvio Soares do Rosario, de 48 años, es ahora co-coordinador del Centro de Referencia de la Juventud local, donde enseña gimnasia. Salió de ese mundo gracias a una novia -la actual madre de sus cuatro hijos- y a la religión -se volvió evangélico-. Tampoco cree que la militarización del combate al narcotráfico sea la respuesta.
"Yo me metí al tráfico por necesidad, porque no tenía para comer. Pero hoy hay tantos desvíos de dinero para políticos ahí afuera que ni siquiera los chicos que se reclutan ganan tanto como para hacer de eso un buen negocio acá. Los que se hacen ricos con el narcotráfico están fuera de la favela. Acá somos un chivo expiatorio", señaló. "La militarización puede inhibir un poco el crimen, pero se necesita una intervención con obras de saneamiento, escuelas, puestos de salud, cursos de capacitación y bolsas de trabajo. Eso sería mucho más positivo y daría a los jóvenes reales opciones de cambiar su vida", añadió.
El aumento del crimen golpea a Río de Janeiro
La cantidad de muertes violentas crece en ese estado brasileño
6731
Muertes violentas
Se registraron en el estado de Río de Janeiro durante el año pasado, un aumento del 7,5% respecto a 2010, según el Instituto de Seguridad Pública; hubo un promedio de 18 homicidios por día
7,6%
Aumento
En enero pasado, hubo 649 muertes violentas en Río, un 7,6% más que en el mismo mes de 2017; además, seis policías civiles y militares murieron en servicio en el primer mes de 2018 (dos más que en enero de 2017)
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