Miles de personas hacen hasta dos horas de cola para darle el último adiós a Benedicto XVI en la Basílica de San Pedro
En la primera jornada de la capilla ardiente, 65.000 personas pasaron frente al cuerpo del papa emérito, que está expuesto y escoltado por dos guardias suizos
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ROMA.- “Avanti, prego. Avanti, prego. Avanti, non vi fermate” (Adelante por favor, adelante por favor, adelante, no se paren). Este es el pedido de los gendarmes vaticanos que se encuentran a metros del ferétro de Benedicto XVI, al final de la fila de personas, densa, constante, internacional y ordenada, que comenzó a formarse esta mañana en torno a las dos entradas de la Basílica de San Pedro para la última despedida del papa emérito.
Los gendarmes vaticanos piden que la gente avance, rápido, que no se quede ni un segundo delante del féretro del papa emérito, quien murió el sábado pasado a los 95 años. Su cuerpo, expuesto con mitra, paramentos rojos, un rosario entre las manos, zapatos negros, un anillo con la imagen de san Benedicto -sin el palio papal y sin la cruz pastoral-, está escoltado por dos guardias suizos con el tradicional traje a rayas y alabardas. Pero es imposible detenerse a contemplarlo. Al final de la gigantesca fila no hay casi ni tiempo para persignarse o rezar una oración. “Adelante, por favor, no se paren”, insisten los guardias.
“Avanti prego!”, el pedido de los gendarmes para que la gente avance rápido en la despedida de Benedicto, papa emérito pic.twitter.com/YaQ2XSTM9y
— Elisabetta Piqué (@bettapique) January 2, 2023
Todos van con el celular en la mano, algunos miran hacia arriba, hacia el imponente baldaquino de Bernini que vigila la capilla ardiente y, a la derecha, a la estatua de San Pedro. No hay clima de congoja, pero sí, un ambiente de esos que indican que se está viviendo un momento histórico: el fin de la inédita y extraña convivencia de dos papas en el Vaticano, uno en funciones, el otro, emérito.
La mayoría son turistas de vacaciones en la “ciudad eterna”; algunos ni siquiera estaban enterados de que comenzaba hoy la capilla ardiente del papa emérito. Pero era la única forma de entrar y visitar la basílica más grande del mundo, el centro de la cristiandad. Los más afortunados, los que llegaron más temprano, hicieron una hora de cola, aunque la mayoría, dos horas, en medio de un escenario alterado, preparado para los grandes eventos.
Han colocado centenares de vallas en la Vía della Conciliazione para ordenar el flujo de gente, que es muchísimo menor a cuando tuvo lugar la muerte de san Juan Pablo II, en 2005, cuando las filas para ingresar eran de 24 horas y había gente acampando, durmiendo en la calle, para poder saludar al papa polaco. También han redoblado la vigilancia.
Es una jornada gris, fría y húmeda y hay unos mil agentes de las fuerzas del orden desplegados, voluntarios vestidos de colores fosforescentes, ambulancias. La Plaza de San Pedro está organizada por zonas de prefiltraje con controles de la policía. Cuanto más uno se acerca a la zona de “máxima seguridad”, la Basílica, mayores son los controles, que incluyen detectores de metales.
Así ahora primer día de velorio público de Benedicto, papa emérito, en la Basílica de San Pedro pic.twitter.com/AbJpyKl0OA
— Elisabetta Piqué (@bettapique) January 2, 2023
Los primeros en rendir homenaje al cuerpo inerte de Benedicto XVI fueron, ni bien se abrió esta mañana a las 9 el velorio público, la primera ministra de Italia, Giorgia Meloni, y el presidente, Sergio Mattarella. Ellos también estarán el jueves en el funeral solemne del papa emérito, ceremonia de la que no existe ningún protocolo y será algo único, sin precedente. Será la primera vez, en efecto, que un Papa oficiará las exequies de su antecesor, que renunció al trono de Pedro en febrero de 2013, convirtiéndose en el primer pontífice en 600 años que da un paso al costado.
Por deseo de Benedicto, el funeral será sobrio y austero. La única otra delegación invitada fue la de su madre patria, es decir, Alemania. Aunque, como precisó hoy el vocero papal, Matteo Bruni, habrá delegaciones extranjeras que llegarán por su cuenta, a título personal. Entre ellas, la del presidente polaco, Andrzej Duda, y la del rey de Bélgica Felipe.
Alrededor del féretro de Benedicto hay varias filas de sillas de terciopelo bordó y reclinatorios para los personajes VIP, como Meloni y Mattarella, cardenales, obispos, ministros. Allí pueden quedarse en recogimiento, en oración. Cuando esta cronista pasó por allí se veían el cardenal italiano Camillo Ruini, expresidente de los obipos italianos, ya nonagenario, en silla de ruedas, rezando, casi doblado en dos y el cardenal alemán Walter Kasper, teólogo progresista de ideas muy distintas a las de Benedicto. Más atrás, en el llamado altar de la Cátedra, celebraban una misa en honor al pontífice-teólogo.
El murmullo de la gente se mezcla con el sonido de un órgano que suena a lo lejos música fúnebre.
Para quienes ingresan a la Basílica de San Pedro resulta imposible ver uno de los must, es decir, la Piedad de Miguel Angel. Tampoco la tumba de san Juan Pablo II, que está al lado: quedaron en una zona vedada, detrás de unos cortinados grises.
“Nos topamos con la capilla ardiente”
En el primer día de la capilla ardiente, que estuvo abierta de 9 a 17, pasaron unas 65.000 personas a despedirse de Benedicto, según la gendarmería vaticana.
En la fila hay gente de todas las edades y orígenes, la gran mayoría, turistas. Como Daniela y Valeria Villanueva, dos mexicanas de 20 años, de vacaciones, que cuentan que ya tenían el viaje planeado a Roma y, programada para hoy, la visita al Vaticano. “Nos tocó esto del velorio y es una experiencia”, dicen, entusiastas.
Lo mismo le pasó a Kevin y Gabriel, dos jóvenes de 25 años de Puerto Rico. “Nos enteramos de la muerte del papa emérito en Londres, a punto de tomar un vuelo para Roma. El plan era ver el Vaticano y la verdad es que se nos olvidó el evento y nos topamos con la capilla ardiente del papa emérito y bueno”, comentan a LA NACION estos turistas, que indican que hicieron una hora y media de cola. “La verdad, recordamos vagamente a Juan Pablo II, su muerte, pero sí recordamos el megaevento que fue cuando Benedicto abdicó, el primer papa que abdica y después un papa latinoamericano entrando”, agregan.
Dora Scalco, empleada de una empresa de orfebrería de Venecia, que llegó a Roma de vacaciones el 31 de enero, el día de la muerte de Benedicto, dice que vino por él. “Pienso que fue un buen papa para nosotros, que tuvo muchos méritos. Hice dos horas de cola, pero la verdad es que hubiera hecho cuatro horas porque pienso que para nosotros es un deber recordarlo y rendirle homenaje. Sí, estoy de vacaciones, hubiera venido igual a la Basílica de San Pedro, pero vine con un espíritu distinto. Hay gente que viene a rendirle homenaje desde todo el mundo, pero pienso que es justo que nosotros, que estamos cerca, vengamos a saludarlo y agradecerle”, afirma.
“Yo no soy creyente, pero vi a todos los papas, también a Benedicto, vi su elección, su incoronación, y vine aquí por una cuestión histórica”, asegura Alessandro, un desocupado romano de 60 años que hizo dos horas de fila y precisa que cuando murió Juan Pablo II no vino a verlo. “No me gustaba Wojtyla, no vine; sí vine cuando falleció el que murió después de 30 días (Juan Pablo I), a ese también vine a verlo, porque me gustaba”, agrega.
Anna María, jubilada que vive en Roma desde hace 25 años, al salir admite que no sabía que estaba la capilla ardiente de Benedicto XVI. “Sí, sabía que murió, pero vine a la Basílica para acompañarla a mi hermana que vino de Foggia a visitarla y nos encontramos con el féretro... Fue totalmente casual”, confiesa.
También Joao y Mónica, brasileños de Paraná, admiten que desconocían que hoy empezaba el velorio público del papa emérito. “Nosotros estamos de vacaciones y habíamos comprado las entradas para ir a los Museos Vaticanos esta mañana y después vinimos a ver la basílica y nos encontramos con la capilla ardiente, algo inesperado”, afirma Joao, abogado de 23 años y consejero municipal de una ciudad del estado de Paraná, que asegura recordar bien el día en que el que fue electo Benedicto XVI.
Agradecidos
Angela, siciliana también de vacaciones, pero que quiso venir a homenajear al papa emérito, cuenta que hizo menos de una hora de cola gracias a Olimpia, su nieta de dos años, que también estuvo ahí junto a su madre, Serena, y su hermana, Concetta. “No es que los chicos tengan una vía preferencial, pero la gente es humana y nos dejaron pasar. ¿Qué pienso de Benedicto? Es el único papa después de Celestino V que renunció: para mí fue un gesto muy valiente y de gran consciencia”, comenta.
Coincide Sebastiano Burgaretta, siciliano de Siracusa, que vino a Roma para visitar a su hijo para las Fiestas. “Benedicto tuvo la sabiduría y la humildad de reconocer que no tenía la fuerza física y psicológica para poder enfrentar la inmensidad de los problemas que la Iglesia está atravesando. E hizo este gesto de grandísima potencia espiritual, de gran valor, tuvo la humildad de ponerse de lado y de ceder su testimonio y de esto tenemos que estar muy agradecidos”, dice Burgaretta, poeta que, durante las dos horas de fila, hasta escribió en una libreta unos versos en honor a Benedicto.
En la fila hay muchos religiosos, monjas, sacerdotes. “Fue una experiencia fuerte, pero también muy satisfactoria, de ver a una persona que dio su vida por el Evangelio, que dio su vida con su testimonio y que dio su vida con sus escritos y venimos a agradecerle como un signo de gracias, pero también como un signo de reconocimiento y de gozo en la presencia de Dios en la casa del Padre”, sostiene Wilbur Jesús Cruz Martínez, cura mexicano que está estudiando en Roma, de 31 años.
“Como académico es impresionante todo el bagaje que deja para seguir estudiando y profundizando y aparte es de subrayar todo el bien que su pontificado le hizo a la Iglesia y el bien que siguió haciendo con su dimisión y ahora con el testimonio de una vida entregada hasta el fin”, suma Matías Rodriguez, otro cura mexicano. Ellos dos volverán el jueves para el funeral.
Por supuesto también hay argentinos, muchos de vacaciones en Europa, saludando a Benedicto. Como Inés Justo, abogada porteña que mañana sigue viaje a Valencia, que cuenta que, ni bien se enteró de la capilla ardiente, quiso venir a rendirle tributo. “Yo lo quería mucho a Benedicto, fue muy emocionante venir a verlo y creo que es muy importante el legado que deja”, dice Inés, que fue sola, pero que se encontró con varios otros compatriotas.
Micaela Garro, de La Pampa, de 23 años y estudiante de profesorado de inglés, de vacaciones junto a su prima Valentina, confiesa que lo suyo fue “pura casualidad”. “Yo era muy chica cuando estuvo Benedicto y esto fue toda una novedad, no me lo esperaba, fue mucha casualidad. No teníamos nada de esto planeado”, comenta, enfundada en una bufanda albiceleste. ¿Qué le pareció la experiencia? “Todavía la estoy procesando, no me la esperaba, es muy imponente todo, pero estoy contenta”.
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