Mientras el mundo le teme al cambio climático, Holanda ve una oportunidad
El país de los canales tiene la mitad de su terreno bajo el nivel del mar; ahora exporta su experiencia de décadas en ingeniería para el manejo de aguas
ROTTERDAM.- El viento encrespa las aguas del canal y sacude las sombrillas de los bares. Los remeros dan su último esfuerzo para alcanzar la línea de llegada, frente a la hilera de espectadores apiñados contra la orilla. Desde el palco VIP, Henk Ovink, un hombre alto y flaco de cabeza afeitada, observa a los botes con un ojo, y con el otro, como de costumbre, mira su celular.
Ovink es el encargado de venderle al mundo el expertise de los holandeses sobre el aumento de nivel de las aguas y el cambio climático. Al igual que el queso en Francia o los automóviles en Alemania, el cambio climático es un negocio en Holanda. Mes tras mes, delegaciones llegadas de ciudades tan remotas como Yakarta, Ho Chi Minh, Nueva York y Nueva Orleans visitan la ciudad portuaria de Rotterdam, y por lo general terminan contratando a empresas holandesas, líderes mundiales en ingeniería de última generación para el manejo de aguas.
Desde los primeros tiempos en que los habitantes de esta pequeña nación empezaron a drenar terrenos para construir granjas y viviendas, el agua ha sido un elemento central y existencial de la vida en Holanda, una cuestión diaria de supervivencia y de identidad nacional. Ningún país de Europa está más amenazada por las aguas que esta nación anegada en el borde del continente: el territorio de Holanda se encuentra casi íntegramente bajo el nivel del mar y se está hundiendo poco a poco. Y ahora, con el cambio climático se suma la amenaza de mareas más altas y tormentas más feroces.
Para la mentalidad de los holandeses, el cambio climático no es una hipótesis ni un lastre para su economía, sino una oportunidad. Mientras que el gobierno de Donald Trump retira a Estados Unidos del Acuerdo de París 2015, los holandeses están liderando un particular avance.
Esencialmente, la idea consiste en dejar que el agua suba, allí donde sea posible, y no intentar someter a la madre naturaleza: mejor convivir con el agua que luchar para vencerla. Los holandeses desarrollaron lagos, estacionamientos, parques y plazas que no sólo son una bendición para la vida diaria, sino que también funcionan como enormes cisternas cuando los mares y ríos desbordan. Uno puede hacer de cuenta que el aumento del nivel de los mares es una farsa inventada por los científicos y los medios de prensa ingenuos. O uno puede construir gran cantidad de barreras. Pero según los holandeses, al final ninguna de las dos opciones nos defenderá de las aguas.
Y lo que es cierto para el manejo del cambio climático también es aplicable al tejido social. Según las autoridades holandesas, la resiliencia ambiental y social deben ir de la mano, para mejorar barrios, promover la igualdad y domar las aguas durante las catástrofes. La adaptación al clima, si es encarada con anticipación y adecuadamente, conduce a un Estado más fuerte y más rico.
Ese es el mensaje que los holandeses están llevando por el mundo. Según Ovink, las consultoras holandesas que asesoran a las autoridades de Bangladesh sobre los refugios de emergencia y rutas de evacuación, durante las últimas inundaciones ayudaron a reducir el número de muertes, "que pasaron a ser cientos, en vez de miles".
"Eso es lo que tratamos de hacer", dice Ovink. "Podrá decirse que mercantilizamos nuestra experticia, pero miles de personas mueren anualmente a causa de las crecidas, y el mundo en su conjunto está fracasando en el manejo de esta crisis, que hace perder vidas y dinero." Y agrega un último dato: 2016 fue el año más caluroso del que se tengan registros, y los niveles del mar en el mundo alcanzaron un récord histórico.
Orgullo
Ovink exhibe con orgullo el nuevo campo de regatas de las afueras de Rotterdam, donde tuvo lugar el Campeonato Mundial de Remo del año pasado. Tiene nueve hectáreas de terrenos y canales ganados a las aguas que son un gran ejemplo de un lugar construido como espacio recreativo público que sirve para recolectar el agua de las inundaciones en caso de emergencia. Con sus sendas para bicicletas y sus deportes acuáticos, Eendragtspolder se ha convertido en un paseo muy popular de las afueras de Rotterdam. Ahora también sirve como reservorio para la cuenca del Rotte cuando el cercano Rin se desborda, que como consecuencia del cambio climático, se espera que ocurra cada diez años.
Eendragtspolder es apenas uno de los muchos proyectos del programa nacional Espacio para el Río, que reformuló la estrategia centenaria de ganarles terreno a los ríos y canales para construir represas y diques. En efecto, Holanda está situada en la alcantarilla de Europa, donde confluyen inmensos cursos de agua, como el Rin y el Meuse, que llegan desde Alemania y Francia. La estrategia de los holandeses cambió tras las inundaciones de la década de 1990, que obligaron a evacuar a miles de personas. Esas inundaciones "fueron un llamado de atención para que le devolviésemos al río parte del espacio que le habían quitado", explicó recientemente un alto asesor del gobierno holandés, Harold van Waveren.
"No podemos seguir construyendo diques cada vez más altos, porque vamos a terminar viviendo entre paredes de 10 metros", dice Van Waveren. "Tenemos que darles más espacio a los ríos para que fluyan. La protección contra el cambio climático es tan fuerte como su eslabón más débil de la cadena, y en nuestro caso, esa cadena no sólo incluye grandes diques y exclusas junto al mar, sino toda una filosofía del planeamiento del espacio, de manejo de crisis, de educación de los niños, de aplicaciones online y de aprovechamiento del espacio público."
En Holanda, las publicaciones académicas sobre los cambios en el casquete polar ocupan la primera plana de los diarios. Mucho antes de que los negacionistas del cambio climático empezaran a hacer campaña contra los datos científicos en Estados Unidos, los ingenieros holandeses ya se preparaban para tormentas apocalípticas de esas que ocurren cada 10.000 años. "Para nosotros, el cambio climático está más allá de la ideología", dice el alcalde de Rotterdam, Ahmed Aboutaleb, mientras muestra con orgullo un nuevo desarrollo inmobiliario frente al agua, donde antes había un barrio industrial pobre, para explicar la forma en que la renovación urbana se cruza con las estrategias para mitigar los efectos del cambio climático.
"Si se produce un tiroteo en un bar, me hacen mil preguntas", dice Aboutaleb sobre los vecinos de su ciudad. "Pero si digo que todo el mundo tiene que tener un bote porque se predice un aumento exponencial de las lluvias, entonces nadie dice una palabra. Rotterdam se encuentra en el sector más vulnerable de Holanda, tanto económica como geográficamente. Si sube el agua, ya sea del mar o de los ríos, apenas podríamos evacuar a 15 de cada 100 personas. Así que la evacuación no es una alternativa. Sólo podríamos escapar subiéndonos a los edificios altos. No tenemos opción: tenemos que aprender a convivir con el agua."
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