Miedo, persecuciones y muerte en Homs, el bastión rebelde sirio
La tercera ciudad en importancia del país se convirtió en el mayor desafío de Al-Assad
HOMS.- Desde el comienzo de la crisis en Siria hace diez meses, la ciudad de Homs, la tercera en importancia del país por la riqueza de su industria petrolera, se convirtió en el mayor desafío en los 11 años del gobierno de Bashar al-Assad.
Algunas de las primeras protestas surgieron aquí, y los grupos armados irregulares, compuestos por extremistas de la Hermandad Musulmana, pronto buscaron refugio en los barrios rebeldes.
Aquí también fue donde creció la pugna entre comunidades religiosas -que el gobierno denuncia como instigadas por Qatar, Arabia Saudita y Turquía, entre otros-, por lo que algunas calles se convirtieron en fronteras demasiado peligrosas.
A medida que crece la animosidad sectaria, se multiplican los asesinatos y secuestros de ambos lados: las fuerzas militares sirias y el disidente Ejército Libre de Siria, compuesto por salafistas y miembros de Al-Qaeda.
Homs tiene una mezcla sectaria que refleja al país. La mayoría es musulmana sunnita, con las considerables minorías de cristianos y alauitas, una secta heterodoxa musulmana en la que Al-Assad basa gran parte de su liderazgo.
Aunque algunos alauitas apoyan el levantamiento y algunos sunnitas todavía respaldan al gobierno, ambas comunidades se reunieron mayoritariamente en lados opuestos en la revuelta.
En este caso, la lucha no es entre los grupos armados irregulares y las fuerzas de seguridad, o los manifestantes que desafían la represión. Por el contrario, el conflicto en esta ciudad arrastró a las propias comunidades que tratan de mantener la histórica convivencia social y religiosa a una batalla donde los residentes temen la división del país.
El miedo es tan pronunciado que los alauitas llevan cruces cristianas para evitar ser secuestrados o asesinados al pasar por los barrios sunnitas más conflictivos, donde operan las bandas armadas extremistas.
Al ingreso en la ciudad -cercado por plantaciones de olivos, trigo y cebada- sólo son visibles precarios puestos de control militar. Algunos están protegidos por montículos de bolsas de arena y otros, fabricados con chapa de aluminio. En cada uno están apostados dos o tres soldados y un civil armado. Poco parece reflejar a la real situación que se cierne en lo profundo de los barrios aledaños.
A sólo 20 kilómetros de Homs se eleva imponente el Monte Líbano, uno de los corredores fundamentales para el ingreso de armas en esta ciudad, que provienen directamente de la ciudad de Trípoli, al norte del Líbano.
Sobre la calle Al-Ghota, la avenida principal donde se enclava un barrio mixto de cristianos y musulmanes, todos los comercios están cerrados. Algunos propietarios que viven del otro lado de la urbe tienen miedo de trasladarse por los ataques y secuestros de los grupos armados irregulares y otros deciden adherirse a la huelga obligatoria que les imponen los fundamentalistas.
Pero Alhameedy muestra un panorama totalmente distinto. El mercado de Homs vibra al ritmo de sus comerciantes y de los compradores que le imprimen a la ciudad una sensación de normalidad, aunque las calles estén atestadas de basura porque los recolectores temen ser atacados.
Pero el conflicto existe. En el hospital militar de Homs, Mohammed Fuad, un soldado de 22 años, yace sobre una cama herido en su cabeza y con quemaduras graves en ambas manos. Un grupo armado no identificado interceptó su vehículo y le disparó. Una emboscada bien preparada, donde se usaron pistolas y explosivos. En estado de shock por la situación, Fuad dice no entender lo que sucedió y espera a su padre.
Al otro lado de la habitación, Mohammed Alush, de 35 años, distribuidor de verduras, está en un estado delicado. Sus brazos y piernas fueron destrozados en una balacera, también consecuencia de una emboscada. Fue trasladado a este hospital porque no hay camas disponibles en los centros de salud para civiles.
Venganza
Alush, que estaba en su camioneta repartiendo papas, fue interceptado junto con su compañero de trabajo en el barrio de Tal Alshar. Tres personas enmascaradas cruzaron un vehículo y dos de ellos empezaron a disparar. "No entendemos qué sucede aquí. Queremos que regrese la paz y la seguridad", dice a LA NACION en voz baja. El joven está casado, tiene cuatro hijos y es alauita.
La minoría alauita representa el 15% de la población siria y goza del respaldo del gobierno.
Cuando se le consulta a Alush si el ataque tiene que ver con su religión, dice no saber. Sin embargo, los sunnitas radicales amenazan a los alauitas por su continuo apoyo al Al-Assad, lo que aumenta la tensión religiosa.
El gobierno de Estados Unidos es consciente del peligro de venganza generalizada que habría contra los alauitas si cayera Al-Assad.
Mientras, la violencia sigue en aumento. "Diariamente se reciben entre 15 y 20 heridos y el número de soldados muertos que salieron de aquí es 785", confirma a LA NACION el doctor Alí Mohammed Assi, director del hospital militar de Homs.
"Al principio, recibíamos heridos de bala, pero en los últimos meses fueron lesionados por esquirlas de explosiones de RPG y otros artefactos", dice Assi. El RPG es un lanzagranadas antitanque de mano de los más usados del mundo, que se dispara desde el hombro.
Ya murieron 384 niños
GINEBRA (EFE).– Por lo menos 384 niños murieron en Siria y otros 380 menores de 14 años fueron detenidos desde el inicio de las revueltas contra el régimen de Bashar al-Assad desde marzo pasado, denunció ayer Unicef.
"Tenemos datos de que hasta el 7 de enero por lo menos 384 niños fueron asesinados, en su mayoría varones", explicó la directora ejecutiva adjunta del organismo, Yasmin Ali Haque.
En tanto, los comités locales de coordinación, opositores al régimen, informaron sobre la muerte de 68 personas, la mayoría civiles, desde anteayer a causa de la represión de las fuerzas oficiales.
El jefe de la misión de observadores de la Liga Arabe, Mohammed al-Dabi, advirtió ayer de una "dramática escalada" de la violencia en Siria.
En los últimos cuatro días, la situación se agravó especialmente en Homs, Hama e Idlib, señaló la Liga Arabe en un comunicado.
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