Miami. el exilio, escéptico: "Cambiar de tirano no es ser libre"
La mayoría considera el cambio de mando una farsa y pide una transición democrática que incluya un diálogo nacional
MIAMI.- Sobre la Calle 8, las banderas de Cuba y Estados Unidos flamean juntas. En las veredas abundan el olor a habano, las carteleras en español y la rumba. Es el barrio de Little Havana, donde no gobierna el apellido Castro ni se apoya al socialismo, aunque también parece una isla: es un mundo aparte de la típica postal de Miami.
Algunos de sus habitantes escaparon hace 50 años; otros acaban de exiliarse. Pero hay un tema que logra el consenso de tres generaciones: los Castro.
Sean jóvenes o ancianos, ninguno de los exiliados considera que el alejamiento de la presidencia de Raúl vaya a apartarlo del poder. "Es una pantalla. Los Castro nunca van a dejar el poder, eso es una enfermedad peor que el cáncer", opina Eduardo Prieto Blanco, de 60 años. Lleva una remera con dos rostros, titulada: "Asesinados por los Castro", y cuenta que tuvo que salir huyendo hace 28 años. "Me dejaron sordo del oído derecho, me destrozaron el maxilar y estuve en prisión", relata.
María Lourdes Naranjo está en Miami hace 29 años, y todavía recuerda que por pensar diferente en su país, no pudo entrar en la universidad. "Eso no es una elección, es un cambio de poder con un dedazo, como decimos los cubanos. Eligieron al que quisieron", aduce.
Sin rascacielos, shoppings ni museos de arquitectura vanguardista, en este barrio de casas bajas, casi detenidas en el tiempo, los exiliados se reúnen a jugar a las cartas o el dominó en una plaza, a discutir de política o saborear un mojito en el restaurante Versailles. Allí late el Movimiento Democracia, una ONG que lucha por los derechos humanos en Cuba. El grupo se manifestó públicamente en contra del traspaso de mando y exige elecciones. Su presidente, Ramón Saúl Sánchez, le envió una carta a Raúl donde lo insta a que los últimos días de su vida se abra a la sociedad cubana que lleva 60 años pidiendo diálogo, y que propicie un encuentro nacional.
"Queremos una transición democrática y no una sucesión dictatorial. Cambiar de tirano no es ser libre. Queremos reunirnos en una asamblea constituyente para modificar la Constitución y que sea incluyente de otras ideologías y no exclusivo de los dictadores en el poder", dice Sánchez a LA NACION.
Casi tres millones de cubanos viven en el exilio. Según la ONG, el 20% de la población salió de la isla desde que este régimen tomó el poder, comparado con una fracción del 1% que vivía en el exterior antes.
Algunos cubanos e integrantes del movimiento se reúnen en una esquina bajo una pancarta que reza: "Cambiar de dictador no es ser libre". Llevan carteles en inglés escritos a mano, con la esperanza de que la comunidad internacional escuche algunos de sus reclamos.
Carmelo Díaz Fernández está en la manifestación, y sostiene en una mano la bandera americana y en la otra la cubana. Gracias al gobierno de Estados Unidos obtuvo la visa por prisionero político. En Cuba era sindicalista y periodista independiente, y permaneció siete años preso. "Es un cambio de fraude, una burla a la opinión pública internacional. Ahí nadie ha sido elegido por una elección pluralista y democrática", denuncia Díaz Fernández.
El más joven de los presentes es Adelaxy Otero. Con 7 años, cuenta que estuvo preso cuando lo encarcelaron con su padre. "Yo me agarré de su rodilla, tenía 4 años y me llevaron con él a la celda. Luego me sacaron y me dejaron ir con mi abuela. Yo le llevaba comida a la cárcel y mi papá la escondía entre la basura", relata el pequeño que llegó hace un año.
Muchos exiliados explican que no se conoce afuera de la isla el efecto que tiene el miedo cuando se inserta en el ADN del ser humano. Hay miedo a perder el trabajo, a llegar a un hospital y que no te atiendan, a ser reprimido, encarcelado, fusilado, o pasado al ostracismo en el caso de un artista, denuncian. "El miedo se va metiendo en la psiquis y todos llevan un policía por dentro. Si sale tu cara en una manifestación en Miami, no te dejan entrar a Cuba", explican. En efecto, algunos ancianos prefirieron no dar testimonio, o no ser citados con nombre y apellido. "Es que todavía tengo familia en Cuba", explicaron con tono de perdón.
Otra vez suena el grito de quienes se congregaron frente al Dominó Park. "¡Cuba para los cubanos, no para los tiranos!" Después de tantas décadas fuera de su tierra, otros han dejado la lucha de lado. Cruzando la vereda, treinta ancianos sentados en pequeños grupos alrededor de las mesas toman sus piezas de dominó y piensan atentamente en la partida.
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