México temía lo peor, pero el huracán Patricia perdió fuerza y sólo dejó algunos daños
Las montañas hicieron que el poderoso ciclón se degradara tierra adentro
MÉXICO.- "Nos asustó demasiado, creímos que Manzanillo iba a desaparecer. Ahora ya no hay viento, solo hubo árboles caídos". El mayor puerto del Pacífico mexicano no desapareció. Pero la frase de Ramona Delgado, residente de esa ciudad, resumía el turbulento paso del huracán Patricia. Tras la conmoción inicial, causó destrozos menores y, sobre todo, no dejó ni muertos ni heridos.
Con ráfagas cercanas a los 300 kilómetros por hora, Patricia afectó calles y rutas, derribó árboles, postes de luz, y provocó cortes del suministro eléctrico. Pero lejos estuvo de provocar la catástrofe para la que se preparó México. El Centro Nacional de Huracanes de Estados Unidos, que describió a Patricia como el mayor huracán de la historia, dijo que la tormenta se había degradado a depresión tropical.
"Las montañas sirvieron de barrera y eso, al final del día, logró que se evitara que pasara el viento", celebró el secretario federal de Turismo, Enrique de la Madrid.
Los daños en la costa, sin embargo, estaban a la vista. Las imágenes de televisión mostraban escenas de autos y ómnibus arrastrados por las crecidas en el estado de Jalisco. Y en el puerto de Manzanillo, las calles exhibían restos de muros, vallas o carteles por los suelos.
Muchos respiraban aliviados. "Estuvo más tranquila la noche, pura lluvia y ya sin vientos", dijo Juan Michel, gerente de un hotel en Barra de Navidad, en el límite de Jalisco y Colima. "El oleaje llenó el alberca de material que sacó el mar, basura, pedazos de plástico", detalló.
La tranquilidad no era la norma al tocar tierra Patricia, anteayer, con un enorme ojo de diez kilómetros de diámetro cerca de la zona de Cuizmala, entre Manzanillo y el balneario de Puerto Vallarta, donde ninguno de los 21.000 turistas que colmaban sus hoteles se quedó a darle la bienvenida. Algunos huéspedes desesperados por abandonar la ciudad a cualquier precio llegaron a pagar hasta 400 dólares para subirse a un taxi que los llevara 200 kilómetros tierra adentro, hasta Guadalajara.
Decenas de personas también fueron evacuadas en dos comunidades alrededor del Volcán de Fuego de Colima debido a algunos deslaves producto de las lluvias. Los aeropuertos, las rutas y los puertos de la región volvieron sin embargo a operar con normalidad desde la mañana, según anunció la Secretaría de Comunicaciones y Transportes.
Además de la ayuda de las montañas, que desgastaron al coloso que llegaba con el aura del huracán más poderoso jamás conocido, también las medidas preventivas cumplieron su rol para minimizar la catástrofe. Miles de personas atendieron el llamado a refugiarse en albergues en los estados de Jalisco, Colima y Nayarit, que estaban en la zona de riesgo, o cargaron familia, mascotas, frazadas y víveres en sus coches para irse a las casas de parientes en las zonas fuera de riesgo.
"Durante un rato fue bastante estresante", dijo Tom Sokol, un turista norteamericano que viajó desde Detroit con su mujer y sus tres hijos, y que terminó alojado en un refugio montado en una universidad de la zona, luego de cancelarse su vuelo de regreso. "Me sentí culpable por traer a mis hijos aquí".
El secretario de Transporte, Gerardo Ruiz Esparza, dijo que "la magnitud del peligro ha pasado ya a otro nivel". Pero insistió en que "no hay que cantar victoria", porque el clima aún guarda sorpresas. Pasados los vientos, la inquietud se trasladó a que las lluvias, que ayer aún continuaban, podrían provocar deslaves, deslizamientos de laderas y desbordamientos de ríos.
Agencias AP, DPA y Reuters
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