México luchó por su democracia, ¿puede ahora volver a un Estado unipartidista?
La arrollaroda elección de Sheinbaum deja a Morena una inmejorable posición para asumir un control mucho más amplio, lo cual despierta alertas por la posibilidad de que el país vuelva a un sistema autoritario
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CIUDAD DE MÉXICO.- La resonante victoria de Claudia Sheinbaum en la elección presidencial de México es una recarga de batería para el movimiento izquierdista que en pocos años reconfiguró el mapa político del país latinoamericano, y que ahora queda en una inmejorable posición para asumir un control mucho más amplio de las palancas del gobierno.
México tardó décadas de arduos esfuerzos en hacer la transición de un Estado unipartidista a una democracia del siglo XXI. Pero ahora algunos especialistas advierten que el país corre el riesgo de retornar al sistema autoritario del siglo XX, bajo una etiqueta diferente.
“En el horizonte hay muchas señales de advertencia que deberían preocupar a quienes se interesan por el futuro de la democracia en México”, dice la politóloga Denise Dresser, reconocida opositora al partido gobernante Morena.
Morena (por Movimiento de Regeneración Nacional) fue fundado por el presidente Andrés Manuel López Obrador y emergió de las elecciones de este domingo como el indiscutible peso pesado de la política mexicana. Consiguió la presidencia por seis años más y queda a un paso de reunir mayorías de dos tercios en el Congreso, lo que le permitiría reformar la Constitución.
Con tanta influencia parlamentaria, ahora podría tomar el control de la tercera rama del gobierno, el Poder Judicial, una perspectiva que alarma a algunos defensores de la democracia. López Obrador ha propuesto modificar la Constitución mexicana para modificar el mecanismo por el que son nombrados los jueces.
Lo que distingue a Morena es que se ve a sí mismo como algo más que un partido político. El movimiento proclama la “Cuarta Transformación” de México, una campaña para escapar del control de una clase política corrupta vinculada a líderes económicos y mediáticos. López Obrador, o AMLO, ha conservado altos niveles de aceptación con amplios programas de asistencia social y con la misma retórica de ataque a las élites que impulsó la popularidad de Donald Trump.
Los partidos opositores dicen que López Obrador ha interpretado su mandato como una licencia para centralizar el poder y socavar a cualquier institución que se interponga en su camino, sea la Justicia, la Junta Federal Electoral, o los medios de comunicación. Y temen que Sheinbaum, su protegida, haga el mismo camino.
Los partidarios de Morena responden que un gobierno fuerte y centralizado puede evitar el estancamiento que le ha impedido a México resolver algunos de sus problemas más acuciantes, como el impresionante auge del crimen organizado. Sin embargo, incluso algunos de ellos admiten que Morena, que también controla dos tercios de las gobernaciones del país, podría caer en la tentación de pasarles por encima a sus opositores.
“La gran pregunta es cómo asegurarse de que esa concentración de poder no se convierta en autoritarismo”, dice el politólogo Carlos Pérez Ricart.
Una drástica reforma judicial
La salud de la democracia en México importa más allá de las fronteras del país. México es el principal socio comercial de Estados Unidos y la segunda economía de América Latina, pero lucha desde hace décadas para generar suficiente crecimiento como para sacar de la pobreza a decenas de millones de personas. Con más de 700.000 detenciones en la frontera norteamericana durante el año pasado, México sigue siendo la principal fuente de migración irregular hacia Estados Unidos.
Según los analistas, si Morena socava la independencia del Poder Judicial, atraer inversiones extranjeras y estimular el crecimiento económico podría complicarse.
López Obrador ha reclamado una reforma de la Justicia, incluida la elección directa de los jueces de la Corte Suprema. Según AMLO, para arreglar un sistema judicial plagado de corrupción sólo sirve aplicar una política de tierra arrasada, y la Corte Suprema ha bloqueado algunas de sus iniciativas emblemáticas, como un plan para aumentar el rol del Estado en el sector de la energía eléctrica. Sheinbaum, que asumirá el cargo en octubre, ha prometido seguir adelante con esos planes de renovación del Poder Judicial.
Hasta ahora, López Obrador ha tenido una “concentración de poder, pero con límites”, dice Ana Laura Magaloni, jurista que trabajó en la reforma judicial de Sheinbaum durante sus primeros días como alcaldesa de Ciudad de México.
Si el poder del presidente ya no estuviera sujeto a la Justicia o al Congreso, “lo que tendríamos son negociaciones políticas constantes, como ocurría cuando gobernaba el PRI”, dice en referencia al Partido Revolucionario Institucional (PRI), que controló el gobierno mexicano durante 71 años, hasta el año 2000.
Hasta ahora, Morena y sus aliados no tenían la supermayoría de dos tercios en la Cámara Baja y el Senado necesarias para reformar la Constitución y establecer la elección directa de jueces federales. Después de la votación del domingo, el partido gobernante parece a un paso de poder implementar ese y otros cambios de gran alcance.
De hecho, la Corte Suprema ya se acerca a una coyuntura crítica: uno de los 11 magistrados se jubilaría en noviembre. En el sistema mexicano, para declarar la inconstitucionalidad de una ley hace falta el voto de ocho cortesanos. Tres jueces actuales, postulados por López Obrador, ya votan sistemáticamente de acuerdo a sus deseos.
Si Sheinbaum postula a otro leal, “claramente el tribunal ya no será un control creíble del poder presidencial”, apunta Magaloni.
Territorio desconocido
¿Podrá la flamante presidenta desviarse del camino de su mentor y convertirse en una líder menos divisiva y más centrista? Su contundente victoria le otorga una fuerza política considerable, y AMLO dice que planea retirarse de la política y volverse al campo.
Pero Carlos Heredia, un economista que asesoró a López Obrador durante sus días como alcalde, dice que dominar la escena política está en su naturaleza.
“En un bautismo, AMLO quiere ser el cura, el bebé, el padre y el padrino”, apunta Heredia. “Y ahora querrá ser un expresidente que siga dando órdenes.”
México ingresa entonces en territorio desconocido. El antiguo sistema del PRI les daba a los presidentes un enorme poder, pero cada uno de ellos se veía obligado a renunciar a ese poder cuando terminaba su mandato único de seis años. Pero el Morena es diferente, porque en gran medida está construido en torno a la figura de López Obrador. Sin su fuerza unificadora, el partido podría dividirse en facciones enfrentadas, lo que dificultaría la gestión de Sheinbaum.
“La gran pregunta es cuál será el puntal de apoyo político de Sheinbaum”, señala Heredia. “Hasta ahora eran López Obrador y Morena. Pero cuando López Obrador pase a ser expresidente, Morena pierde el propósito para el que fue fundado.”
Y otro desafío: Morena suele seguir comportándose como el movimiento de oposición del que surgió. Después de tantos años de lucha contra el sistema PRI y sus herederos, López Obrador se convirtió en un agudo crítico de los males que aquejan al Estado mexicano. Su gobierno fue bueno a la hora de deshacerse de viejas instituciones, pero no tanto para construir otras nuevas.
“Sabían lo que querían destruir”, dice Eugenio Fernández, analista y activista ambientalista. “Pero reemplazarlo por algo que funcione bien es otra cosa, y nunca pensaron cómo es el Estado que realmente quieren”.
Por Mary Beth Sheridan
Traducción de Jaime Arrambide
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