México insólito: los narcos caen, pero la violencia crece
Sin sus líderes, los carteles se dividen en bandas aún más feroces
CHILAPA, México.- Durante casi una semana, hombres armados y enmascarados pertenecientes a una banda narco local arrasaron esta pequeña ciudad enclavada sobre una crucial ruta de tráfico de drogas. Ni la policía ni los soldados intervinieron, lo que permitió que el grupo de hombres armados rastrillara las calles en busca de narcos rivales y se llevara a 14 hombres que desde entonces no fueron vueltos a ver.
"Se están disputando la ruta que atraviesa Chilapa y las consecuencias las pagamos nosotros", dijo Virgilio Nava, cuyo hijo de 21 años, chofer del corralón que tiene la familia, fue uno de los hombres "chupados" sin tener vinculación aparente con las bandas.
Durante años, la estrategia de México apuntó a decapitar esos grupos con el arresto de sus líderes. Pero el resultado no es la reducción del crimen organizado, sino todo lo contrario. El resultado es la fragmentación de los carteles y el crecimiento de las batallas entre ellos por el control del negocio. De esa forma, la violencia narco está alcanzando picos inusuales.
Los carteles parecen una hidra: cada vez que el gobierno los decapita, surgen múltiples grupos que ocupan su lugar y que, muchas veces, son aún más despiadados que sus antecesores.
"En México, ésta ha sido la copia de la estrategia antiterrorista de Estados Unidos, que apunta a eliminar los así llamados objetivos de alto valor -dijo Raúl Benitex Manaut, profesor de la UNAM, especializado en temas de seguridad-. Lo que pasó con esa estrategia de objetivos de alto valor es que Al-Qaeda quedó disminuida, pero apareció un monstruo llamado Estado Islámico. Con los carteles pasó lo mismo."
El clímax de esa estrategia fue la captura del narcotraficante más poderoso de México, Joaquín Guzmán Loera, más conocido como "el Chapo", cuya espectacular fuga de un penal de máxima seguridad conmocionó al mundo el mes pasado.
Si bien los carteles son como monopolios que se ocupan de la producción, transporte, distribución y venta de drogas, los expertos dicen que los grupos fragmentados suelen carecer del mismo alcance internacional y que sólo controlan un parte de la cadena de suministro.
También suelen recurrir a otras actividades delictivas para aumentar sus ingresos, como el secuestro, el robo de vehículos, la venta de protección y la trata de personas. Pero mientras que los carteles tienen los recursos para comprar a funcionarios del gobierno a nivel nacional, las bandas suelen apuntar a los gobiernos locales y provinciales, con consecuencias casi siempre desastrosas para las diversas comunidades.
El tenor de esas consecuencias quedó más que claro el año pasado, cuando el país se sacudió con la desaparición de 43 estudiantes en Iguala, una localidad a corta distancia de Chilapa.
Los sucesivos gobiernos han hablado sobre una vasta reforma de la policía del país, pero todos los planes para erradicar la corrupción policial y de profesionalizar las fuerzas policiales fracasaron. En noviembre pasado, el presidente Enrique Peña Nieto propuso una serie de cambios que incluían la centralización del control de las policías locales en cada estado, pero la medida no fue todavía implementada.
Chilapa es un muestrario agónico de todos esos problemas.
Los vecinos y autoridades locales dicen que Chilapa está junto a una ruta de contrabando de marihuana y pasta de opio que se disputan dos bandas escindidas del cartel Beltrán Leyva, que dominaba en la región antes de la captura o asesinato de sus líderes por fuerzas del gobierno.
Según los vecinos y las autoridades, el grupo que ahora controla Chilapa se llama Los Rojos. Pero las aldeas rurales de los alrededores están controladas por Los Ardillos. Los vecinos acusan abiertamente al alcalde de connivencia con Los Rojos, algo que el funcionario niega.
La violencia entre ambos grupos está en escalada desde hace meses. En mayo fue asesinado un candidato a la alcaldía y, pocos días después, un candidato a gobernador fue amenazado por hombres fuertemente armados que bloqueaban un camino.
La aparición de cuerpos sin vida es moneda corriente, a veces decapitados o con signos de tortura. El mes pasado un cuerpo decapitado fue abandonado con la nota: "Acá está su basura. HAY LES Ba Su Basura, Pendejos Tlacuaches con cola" (sic). Dos días después, se encontraron siete cuerpos, uno de ellos sin cabeza, con un mensaje cortado en el pecho: "Saludos de Los Rojos".
Los vecinos dicen que los hombres armados que arrasaron la ciudad el 9 de mayo respondían a Los Ardillos. Los invasores desarmaron a la policía local y empezaron a llevarse hombres del lugar.
"Mientras se llevaban a la gente, la policía y los soldados estaban ahí, y no hicieron nada", dijo Victoria Salmerón, hermana de uno de los desaparecidos durante la razia. "Era como si fuesen del bando de ellos."
Desde que terminó la ocupación, el 14 de mayo, la policía federal y provincial se quedó a mano para mantener el orden, y las autoridades se han comprometido a investigar las desapariciones, pero no han hecho prácticamente ningún avance.
Aldy Esteban, funcionario del municipio, confirmó que desde la invasión de mayo no han sido arrestados miembros de ninguna de las dos bandas.
"Hay evidencias claras de quiénes se los llevaron, pero no hemos tenido ninguna respuesta de las autoridades", dijo Bernardo Carreto, un agricultor que cuando fue a vender una cabra a Chilapa tuvo que ver cómo los narcos se llevaban a sus tres hijos. "Nos ignoran. No detuvieron a nadie. No pasó nada."
Los últimos datos oficiales muestran que el índice nacional de asesinatos ha bajado sostenidamente desde su pico de 2011, cifras que el gobierno suele exhibir para demostrar que su estrategia funciona.
A pesar de esa baja de los asesinatos, muchas regiones del país siguen sacudidas por la violencia, fruto de la lucha de pequeños grupos narco por llenar el vacío dejado por la mengua de los grandes carteles.
Los expertos creen que aún el poderoso cartel de Sinaloa que maneja "el Chapo" Guzmán eventualmente seguirá el camino de otras organizaciones del narcotráfico y se romperá en pedazos.
"Para el crimen organizado mexicano, el futuro no es «el Chapo»", dijo Alejandro Hope, ex agente de la inteligencia mexicana. "El Chapo es una rémora del pasado." Y agregó en alusión al convulsionado estado donde está situada Chilapa: "El futuro es Guerrero".
Traducción de Jaime Arrambide
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