Medio Oriente: los tres sismos de 2020 que están cambiando la cara de la región
TÚNEZ.– El año 2020 despuntará en los libros de historia que leerán los chicos aún por nacer por muchas razones, y la mayoría, negativas. Mientras el nuevo coronavirus transformaba y condicionaba la vida de toda la humanidad, en el convulsionado Medio Orientesucedieron diversos terremotos cuyas consecuencias probablemente cambiarán la cara de la región en los próximos años.
Todos ellos fueron inesperados, como suelen ser los choques tectónicos, pero son frutos de corrientes de fondo iniciadas hace años, si no décadas, que no se perciben siempre a simple vista.
El año empezó con el asesinato del influyente general iraní Qassem Soleimani, el golpe más duro asestado por Washington a Teherán en muchos años. Desde el asalto a la embajada de Estados Unidos en 1979, las tensiones entre ambos adversarios no habían alcanzado una cota tan alta.
El ataque es toda una expresión de la identidad actual de la política exterior republicana: una mezcla de aislacionismo y agresividad imperial. Irán respondió con una pataleta, pero no cruzó ninguna línea roja que pudiera desencadenar un conflicto bélico, toda una muestra de debilidad del acosado régimen de los ayatollahs.
El segundo shock fue la reciente explosión en el puerto de Beirut , una tragedia todavía más inesperada. Ahora bien, sus efectos tan solo refuerzan una tendencia de largo recorrido: el colapso de un sistema oligárquico incapaz de proporcionar una vida digna a la mayoría de la población. Las muestras de hartazgo, sobre todo entre los jóvenes, habían ido in crescendo durante los últimos años. Desde 2015, las calles del centro están selladas por las fuerzas de seguridad para proteger el Parlamento de las protestas sociales.
Todavía es pronto para vaticinar cómo saldrá el Líbano de la crisis actual. El escenario más optimista incluiría la celebración de elecciones anticipadas con una nueva ley electoral, y un excelente resultado de las listas independientes de la sociedad civil. Podría ser el inicio de un cambio profundo, del fin de la etapa actual iniciada por la guerra de Irak y marcada por las tensiones y la violencia entre sunnitas y chiitas.
No solo en el Líbano, sino también en el propio Irak, se está consolidando una nueva narrativa que señala a la clase política confesional como la raíz de los problemas del país. Para muchos jóvenes, hartos del alto desempleo y la precariedad de los servicios públicos, los conflictos actuales no son entre grupos religiosos, sino entre un pueblo multiconfesional victimizado y una clase dirigente manipuladora y corrupta.
Ese quizás es el futuro, pero el presente aún está dominado por la lucha entre potencias regionales que utilizan la identidad para movilizar a su población.
Los dos ejes principales en conflicto están liderados por Irán, y por el binomio Arabia Saudita -Emiratos Árabes Unidos. Y es el agravamiento de esta pugna la que explica el tercer terremoto: el establecimiento de relaciones diplomáticas entreIsrael y los Emiratos, toda una victoria paraDonald Trump y Benjamin Netanyahu, ambos con la vista puesta en las urnas.
De las tres sismos, este último es el que se empezó a gestar primero. Abu Dhabi había ido lanzando guiños a Israel, con la participación mutua en eventos deportivos o conferencias científicas. La hostilidad hacia Irán unió sus caminos, pero un paso unilateral de estas dimensiones no habría sido posible sin una tendencia de fondo de alcance regional: la pérdida de la centralidad de la causa palestina en el entero mundo árabe.
En las jóvenes sociedad árabes, tan solo una pequeña minoría había ya nacido cuando los palestinos fueron desposeídos de sus tierras en 1948, o Israel infligió una humillante derrota a las potencias árabes en 1967. El panarabismo es una ideología en vías de extinción y los intereses nacionales priman, por muy artificiales que fueran algunas fronteras.
Para los líderes árabes actuales, el apoyo al pueblo palestino se ha convertido en una especie de letanía que se ven obligados a repetir con una impostada convicción. A menudo, es evidente que ni ellos mismos creen sus propias palabras. Por ejemplo, la justificación emiratí de haber impedido la "anexión" es ridícula: Netanyahu no abandona el objetivo, lo "suspende", una decisión ya tomada hace meses por discrepancias de su socio de gobierno.
Paradigma
Las llamadas Primaveras Árabes reforzaron este paradigma. Cada país está abstraído en sus propios problemas: una transición inacabada, una guerra civil, la crisis económica derivada de la caída de los precios del petróleo …
En el caso de Emiratos, pretende alejarse de su dependencia del inestable petróleo cooperando con un país muy avanzado tecnológicamente como es Israel, y convirtiéndose en la puerta de entrada de sus productos e inversiones en toda la región.
Además, Abu Dhabi ha ganado puntos en la Casa Blanca en un momento en el que algunas de sus acciones exteriores, como las intervenciones en Libia o Yemen, son vistas con recelo en Washington.
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