Medio Oriente: forzado a involucrarse, Biden hace un delicado equilibrio
En una declaración considerada “tibia”, dijo que los israelíes tenían “derecho a defenderse” y dijo que Jerusalén “debe ser un lugar de paz”
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WASHINGTON.- La peor escalada de violencia de los últimos años entre Israel y Hamas y los palestinos puso a Joe Biden ante su primera gran crisis externa desde que asumió la presidencia de Estados Unidos, y forzó a su gobierno a poner otra vez la mirada sobre Medio Oriente, una región de la cual la Casa Blanca esperaba poder despegarse para enfocarse en el creciente desafío que impone China, y en la lucha contra el cambio climático.
Con un lenguaje cauto, que dejó disconforme a propios y ajenos, el gobierno de Biden intentó ensayar un delicado y complejo equilibrio para defender y preservar el histórico vínculo de Estados Unidos con Israel, su principal aliado en la región, sin negar del todo los reclamos de los palestinos, cuya causa cuenta ahora con un mayor respaldo político en Washington, sobre todo en la izquierda del Partido Demócrata. Ese equilibrio terminó por dejar a la Casa Blanca en el peor de los mundos, encerrada en duras y previsibles críticas de los republicanos, que demandaron un apoyo más contundente a Israel, y “fuego amigo” del progresismo demócrata, enfurecido por la falta de una defensa más firme de los palestinos.
“Mi esperanza es que veamos esto llegar a una conclusión más temprano que tarde”, dijo Biden, luego de un mensaje en la Casa Blanca, al responder preguntas de la prensa por el conflicto.
La frase sonó más una expresión de deseo que a un pronóstico. Atento a los vínculos históricos de Estados Unidos con la nación judía, Biden dijo que Israel “tiene derecho a defenderse cuando tiene miles de misiles volando hacia su territorio”, y evitó criticar ante los periodistas al gobierno de Benjamin Netanyahu.
El comunicado de la Casa Blanca sobre la conversación que mantuvieron ambos mandatarios remarcó que Biden “condenó los ataques de misiles de Hamas y otros grupos terroristas”, y expresó su “inquebrantable apoyo” a Israel, una fórmula semántica utilizada por demócratas y republicanos por igual en Washington. Pero el comunicado dejó afuera cualquier mención a la represión de la policía israelí en la mezquita de Al-Aqsa o el desalojo de palestinos del barrio Sheikh Jarrah, en el este de Jerusalén, durante el Ramadán, que gatillaron el conflicto actual. El mensaje oficial solo indicó que Biden dijo que Jerusalén “debe ser un lugar de paz”.
Biden tampoco se ha comunicado hasta el momento con el presidente palestino, Mahmoud Abbas, que sí habló con el secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken. El funcionario le pidió bajar la tensión y terminar con los ataques con misiles.
“Israelíes y palestinos merecen iguales medidas de libertad, dignidad, seguridad y prosperidad”, dijo Blinken tras la conversación.
El jefe diplomático de Estados Unidos reforzó después el equilibrio oficial al indicar que Estados Unidos estaba “profundamente preocupado por la violencia en las calles de Israel”, y que judíos y palestinos “merecen participar sin miedo a la violencia en celebraciones” ligadas al fin del Ramadán para los musulmanes, y la fiesta judía de Shavuot.
A sabiendas de las dificultades en Medio Oriente, y con otras prioridades en política exterior, el gobierno de Biden había puesto su atención en la lucha contra el cambio climático, y el desafío del ascenso de China como potencia global, dos objetivos que además aparecen atados a la agenda de reconstrucción doméstica post-pandemia de la Casa Blanca. La única medida real que había tomado Biden vinculada a la región fue el anuncio del retiro total de las tropas norteamericanas de Afganistán para el próximo 11 de septiembre.
La estrategia de política exterior había marcado un giro respecto del gobierno de Donald Trump, el mejor aliado que tuvo Israel en la Casa Blanca desde Ronald Reagan. Netanyahu, que mantuvo una relación tensa y distante con Barack Obama cuando Biden era vicepresidente, se convirtió en uno de los más férreos partidarios globales de Trump, quien le prestó una atención mínima a los palestinos y al gobierno de Abbas. Trump y Netanyahu avanzaron en la firma de los acuerdos de paz con naciones árabes sin los palestinos.
Una de las decisiones más simbólicas de Trump fue el traslado de la embajada norteamericana desde Tel Aviv a Jerusalén. Biden se pasó los primeros días en la Casa Blanca deshaciendo el legado trumpista, pero deja esa decisión en pie, y por el momento no ha ordenado la reapertura de un consulado en el este de Jerusalén, que brindaría una señal de acercamiento a los palestinos y fue una de sus promesas de campaña.
El Partido Republicano dijo en un comunicado que los ataques de Hamas “demuestran que el débil liderazgo de Biden está revirtiendo el progreso histórico que la administración Trump logró hacia la paz en la región”. Mike Pompeo y Nikki Haley, dos figuras del gobierno de Trump en política exterior y posibles candidatos presidenciales en 2024, criticaron a Biden por ser demasiado tibio en su respaldo a Israel.
Fue una crítica predecible, y, en cierto modo, más leve que el “fuego amigo” que recibió la Casa Blanca de figuras de la izquierda demócrata, que acusaron al gobierno de Biden de hacer la vista gorda a las violaciones de derechos humanos de Israel y olvidarse de los derechos de los palestinos.
La congresista Alexandria Ocasio-Cortez, la figura de más alto perfil en la izquierda demócrata, criticó a la Casa Blanca por poner énfasis solo en los ataques de Hamas y acusó a Biden de reforzar la “falsa idea de que los palestinos instigaron este ciclo de violencia”. AOC, como se la conoce popularmente, dijo que el lenguaje del gobierno norteamericano no había sido neutral, sino había tomado “el lado de la ocupación.
Mucho más dura fue su colega Ilhan Omar, una de las dos primeras mujeres musulmanas en ser electa para ocupar una banca en la Cámara baja del Congreso por un distrito de Minnesota. Omar, que llegó a Estados Unidos como refugiada somalí, retuiteó el comunicado de la Casa Blanca remarcando la ausencia de críticas a Israel por los incidentes en Jerusalén o los niños muertos en ataques aéreos.
“No están priorizando los derechos humanos. Se están poniendo del lado de una ocupación opresiva”, cerró Omar.
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