May resiste la presión y sella una alianza para avanzar con el Brexit
Luego del terremoto electoral, en el que los conservadores perdieron la mayoría en el Parlamento, la premier alcanzó un frágil acuerdo con los unionistas norirlandeses para mantenerse en el poder
LONDRES.- "Quiso ser reina y sólo es la reina de la negación", se burló la prensa británica. A pesar de la bofetada electoral en la que perdió la mayoría en el Parlamento, la primera ministra conservadora Theresa May resistió los reclamos de renuncia y se aferró al poder con uñas y dientes.
Para eso, anunció un muy frágil acuerdo con el Partido Unionista Democrático (DUP, por sus siglas en inglés), de Irlanda del Norte, que obtuvo diez bancas. Es una alianza poco menos que imposible y que la deja en posición vulnerable.
La separan de ellos diferencias de principios y de posición respecto del Brexit , tal como se conoce a la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea (UE). Pero es su único salvavidas. Con un Parlamento bloqueado ("hung Parliament"), en el que ningún partido tiene mayoría propia, Gran Bretaña quedó en el peor escenario de incertidumbre política.
El más incómodo resultado para dar comienzo a las cruciales negociaciones del Brexit. Tanto, que hoy muchos ponen en duda lo que realmente vaya a pasar. Incluida Bruselas, donde lo ocurrido fue poco menos que un regalo anticipado de Navidad. "Espero que esto no demore las cosas por los siglos", dijo Donald Tusk, el presidente del Consejo Europeo, el órgano ejecutivo del bloque continental.
Si hace unas horas era May la que desafiaba a Bruselas ("Estoy lista para dar un portazo si es preciso"), ahora es el bloque el que la presiona a no demorar el calendario según el cual las tratativas para acordar la salida del país deben empezar el próximo 19. Todo se ha dado vuelta.
Fueron muchas las voces que, tras el palazo electoral, ayer pidieron abrir una pausa en ese decisivo curso. Pero May tampoco las escuchó.
"Caos, debacle, cataclismo", fueron adjetivos repetidos en las horas que siguieron al brutal castigo electoral que los tories sufrieron de mano de los laboristas de Jeremy Corbyn.
No fueron estos los más votados y salieron segundos. Pero, aún así, fueron los grandes ganadores de la noche. Sumaron 31 bancas y quedaron con 261, lo que también los deja en minoría.
"Estamos listos para servir al país", dijo ayer Corbyn, confiado en que -si May fracasa en su gobierno en minoría- él pueda intentar suerte con una alianza de fuerzas todavía más intrincada.
May, una tecnócrata laboriosa que llegó al poder elegida por el partido -y no por el voto popular- luego de la renuncia del primer ministro David Cameron tras la catástrofe del referéndum del Brexit, había convocado a elecciones anticipadas justamente para buscar "más fortaleza" de cara a las negociaciones con Bruselas.
La maniobra no le podría haber salido peor. Era un paso arriesgado; aunque, cuando lo decidió, el 18 de abril pasado, tenía 20 puntos de diferencia respecto de los laboristas. Soñaba con aplastarlos, como en su momento lo hizo la ex premier Margaret Thatcher. Pero falló.
Luego de una larga noche electoral, las 650 bancas de la Cámara de los Comunes quedaron de la siguiente manera. Los tories perdieron 12, y quedaron con 318. De ese modo, no sólo no crecieron, sino que cedieron la frágil mayoría de 331 bancas que habían heredado de Cameron. Los laboristas, en tanto, vivieron una fiesta: sumaron 31 bancas y quedaron en 261.
Entre las fuerzas minoritarias también hubo lecturas interesantes. Los nacionalistas escoceses (SNP) perdieron más del 30% de su representación: 19 bancas de 54. Una debacle que castiga a su líder, Nicola Sturgeon, y que aleja, por el momento, toda pretensión de un nuevo referéndum independentista.
Crecieron, en cambio, los demócrata liberales, que en el pasado hicieron alianza con los conservadores y que ahora no quieren saber nada. "No cuenten con nosotros. Demasiado daño le han hecho al país", disparó Tim Farron. Ellos subieron de nueve a 12 bancas. A May le hubiesen venido como anillo al dedo. Pero la dejaron plantada.
Entre las paradojas de la elección figura que el Partido por la Independencia (UKIP), de Nigel Farage, desapareció por completo. No retuvo siquiera la única banca que tenía. Toda una anomalía si se tiene en cuenta que el país enfrenta ahora el Brexit, del que fue su gran promotor.
Con el piso abriéndose a sus pies, May se aferró de la institucionalidad y puso en marcha el mecanismo para formar gobierno. Tensa, temblorosa por momentos, ingresó en el Palacio de Buckingham en busca del tradicional permiso real para formar gobierno. Una ocasión que suele ser festiva y que ayer transcurrió entre conjeturas de renuncia.
"Sólo nuestro partido puede ofrecer estabilidad y eso es lo que haremos", dijo, ya en la puerta de Downing Street, al regresar de su breve visita al palacio, secundada siempre por su marido, Philip.
Lo primero que hizo al volver fue ratificar a cinco miembros de su gabinete, entre ellos, uno de los que tiene ganas de destronarla, el canciller Boris Johnson. Pero la lista fue más larga e incluyó al aristócrata ex ministro de Economía George Osborne, director del Evening Standard, que la tildó de "Reina de la negación".
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