El archiduque austríaco fue considerado “un títere” de Napoleón III, se ganó el rechazo de todos y, tres años después, lo fusilaron los liberales
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Para algunos fue el chivo expiatorio de las ambiciones expansionistas de Francia. Para otros, no fue más que un usurpador, colocado en el trono de México por otro invasor -Napoleón III- para cumplir su proyecto imperialista.
Lo cierto es que la historia de Maximiliano de Habsburgo y su esposa Carlota, en el llamado Segundo Imperio mexicano, fue un episodio trágico de la historia del país creado sobre profundos malentendidos.
Pero, ¿qué fue lo que llevó al archiduque austríaco y a la princesa belga a aceptar el trono de un país del Nuevo Mundo sumido en profundas divisiones y conflictos?
Y ¿por qué los mexicanos decidieron en ese momento de su historia que no podían gobernarse a sí mismos y aceptaron ser liderados por un aristócrata extranjero y desconocido?
México: un “país en llamas”
En mayo de 1864, cuando Maximiliano desembarca en el puerto de Veracruz, llega a un país profundamente dividido e inestable.
Habían pasado cuatro décadas desde la independencia de España y durante todo ese período la recién formada nación soberana había estado sumida en años de profundas crisis y divisiones, como le explica a BBC Mundo Héctor Zagal, profesor de filosofía de la Universidad Panamericana.
“Para 1864 México había perdido la mitad de su territorio en guerra con Estados Unidos, había tenido más de 27 presidentes y la mayoría de ellos no había terminado su mandato”.
“México había tenido golpe de Estado, revoluciones y finalmente una guerra civil muy cruenta. Y además estaba literalmente en bancarrota”, agrega el también autor de la novela Imperio, que aborda los últimos días de Maximiliano.
Esta cruenta guerra civil, la Guerra de Reforma (1858 a 1861), enfrentó a los dos grandes grupos que dividían al país: los liberales y los conservadores.
El sangriento conflicto terminó con la derrota de los conservadores y con Benito Juárez, el líder de los liberales, como presidente del país.
Con el país en bancarrota el presidente Juárez decide suspender el pago de la deuda externa y la medida provoca la intervención de los países más afectados: España, Francia y Reino Unido, que en 1862 envían expediciones armadas a Veracruz.
Tanto España como Reino Unido logran un acuerdo con Juárez y retiran sus tropas. Pero Francia, bajo el reinado de Napoleón III, ordena a su ejército avanzar hacia la capital.
Como explica la profesora Erika Pani, del Centro de Estudios Históricos del Colegio de México, la suspensión de pagos de la deuda de México es una “excusa ideal” para las ambiciones expansionistas de Napoleón III.
“Estados Unidos está totalmente consumido por su guerra civil (la Guerra de Secesión), y Napoleón III ve factible su viejo sueño de restaurar la presencia francesa en el continente americano y de ponerle un dique al expansionismo anglosajón”, explica la historiadora.
Además, los conservadores mexicanos, que habían luchado y perdido contra los liberales, le piden ayuda a Francia para la restauración de sus antiguos privilegios y promueven la instauración de un segundo imperio en México.
“Y así, Napoleón III escucha a los conservadores mexicanos que quieren que la salvación del país venga de fuera”, le dice a BBC Mundo Erika Pani.
“Deciden que, como la república no ha funcionado en México, hay que regresar al gobierno monárquico, el cual creen que por fin va a lograr poner orden en el país”.
Maximiliano, “candidato ideal”
Las tropas francesas ocupan la capital mexicana en 1863, y Juárez y su gabinete huyen hacia el norte del país para tratar de establecer una estrategia para retomar el poder.
Con la derrota de la república, los conservadores mexicanos ven la oportunidad de reinstaurar la monarquía con un aristócrata europeo que les permita recuperar el poder y eliminar las leyes reformistas liberales.
Napoleón III, que quería estrechar lazos con Austria, piensa que Maximiliano de Habsburgo, el hermano del emperador austríaco, Francisco José, es el candidato ideal para ocupar el trono de México.
Los conservadores mexicanos apoyan la propuesta de Napoleón III, y una comisión viaja a Trieste para ofrecerle la corona de México al archiduque.
“Los monárquicos mexicanos consideraron a Maximiliano como la persona ideal para salvaguardar sus intereses: era un príncipe católico joven, casado con una hija del rey Leopoldo de Bélgica, nación también católica y de gran influencia en la política internacional”, explica la antropóloga Gloria Delgado de Cantú en su libro Historia de México, legado histórico y pasado reciente.
“Por ello, confiaban en que los archiduques restituyeran al clero mexicano los privilegios que el liberalismo juarista les había quitado”, agrega.
Y así, el 28 de mayo de 1864, desembarcan en el puerto de Veracruz Maximiliano y Carlota, y da inicio el Segundo Imperio de México.
“Maximiliano queda dependiendo del apoyo de Francia, que se había planteado el proyecto mexicano como una aventura colonial”, explica Héctor Zagal.
“Este segundo imperio estaba sustentado en las tropas francesas que estaban ocupando una importante parte de México”.
“Y ofrecerle la corona a Maximiliano de Habsburgo lo que en realidad sugiere es que va a ser como un títere de Napoleón III”, agrega.
“Traición”
En poco tiempo Maximiliano comenzó a desilusionarse y a perder el apoyo de los conservadores que lo habían llevado al poder.
El emperador decidió que no devolvería los bienes que se habían expropiado a la iglesia tras las Leyes de Reforma.
También defendió varias de las ideas políticas propuestas por los liberales durante la administración de Juárez: las reformas agrarias, la libertad de religión y la extensión del derecho al voto.
Restringió las horas de trabajo y abolió el trabajo de los menores y se interesó por las condiciones de vida de los indígenas en las haciendas de los grandes terratenientes.
Pronto se ganó el rechazo de todos: de los conservadores y del clero, que lo veían como un traidor, y de los liberales, que siempre lo habían considerado un invasor.
Y tampoco logró obtener nunca el apoyo del resto de sus súbditos mexicanos.
“Maximiliano era un hombre de poco carácter. Muy malo para los números. Un emperador que gasta muchísimo dinero en obras, sin duda hermosas, como la remodelación del Castillo de Chapultepec, o la Avenida de los Emperadores (hoy Avenida Reforma), pero que no se da cuenta de que financieramente el imperio era inviable”, explica el profesor de la Universidad Panamericana.
“Intentó hacerse mexicano: viste de charro, aprende español, trata de atraerse la simpatía de las comunidades indígenas y en ocasiones lo consigue”.
“Pero al fin y al cabo, y eso Carlota se lo recuerda en una carta, era un príncipe extranjero cuya fuerza descansaba fundamentalmente en las tropas francesas”, agrega Héctor Zagal.
“América para los americanos”
Para 1865, una vez terminada la guerra civil estadounidense, el presidente Andrew Johnson, invocando la Doctrina Monroe, se opone a la presencia de Francia en México y ejerce una presión cada vez mayor para que Napoleón III retire sus tropas del país.
Y Francia, ocupada en un conflicto bélico con Prusia, retira a su ejército de tierras mexicanas.
Mientras las tropas francesas se retiran, Juárez y sus soldados liberales, avanzan hacia la capital y recuperan el control del país en 1866.
Carlota viaja a Europa buscando el apoyo de Napoleón III y del papa Pío IX, quienes se niegan firmemente a ayudar.
Maximiliano, ya sin el apoyo de los franceses, intenta abdicar pero su familia lo convence de lo contrario. “Un Habsburgo nunca abdica, bajo ninguna circunstancia”, le dice su madre, Sofía de Baviera, en una carta.
“Al final, ya sin el apoyo de los franceses, el imperio termina cayendo como un castillo de naipes que deja quizá una visión romántica, detrás de la cual hay mucha sangre”, señala Héctor Zagal.
Así, tres años después de haber emprendido su aventura mexicana, Maximiliano es arrestado y fusilado en mayo de 1867, con lo que queda sellado el triunfo de la república liberal en México.
Este final trágico, coinciden los historiadores, ha llevado a idealizar las figuras de Maximiliano y Carlota, que siguen causando fascinación más de 150 años después.
Pero, ¿qué fue lo que dejó para México este episodio de la historia? “En México hubo una serie de invasiones, como la estadounidense (1846 a 1848), que fue tan grave que algunos pensaron que se podría perder el país”, explica Héctor Zagal.
“Tras el Segundo Imperio, se restaura la experiencia de la República y se genera la confianza de que México va a ser independiente y no será una colonia o protectorado de otro país”.
“Porque México pudo haberse convertido en un protectorado, como países como la India, que en el siglo XIX terminaron siendo colonias o protectorados”, agrega el autor de Imperio.
Y la profesora del Colegio de México, Erika Pani, está de acuerdo. “Creo que el contundente triunfo republicano, en contra del imperio y de una potencia europea, consolida sin duda el sentido de nación y vincula a la república y a la Constitución con la patria”.
“Pero además, al deshacerse de estos personajes -que son muy vistosos- (el mensaje es) esto es lo que les pasa a los que vienen a conquistar a México. México los elimina. Europa, potencias europeas: no crean que México es campo de colonización”, señala la historiadora.
Lo que muchos siguen preguntándose, incluso 154 años después, es ¿por qué estos príncipes ilustrados europeos, aceptan venir a un país tan dividido y sumido en el conflicto?
Algunos historiadores creen que fueron las ambiciones de Carlota las que empujaron a Maximiliano a aceptar la corona de México.
Pero los historiadores consultados por BBC Mundo creen que la razón fue tanto la ingenuidad como el desconocimiento de la situación en México.
“Conservamos cartas que muestran que Maximiliano pensó que venir a México sería igual que seguir en Miramar (su castillo en Trieste), coleccionando insectos y muebles, navegando, construyendo terrazas”, afirma el profesor de la Universidad Panamericana Héctor Zagal.
“Y llega a México con este sueño de construir un castillo a la usanza europea sobre un antiguo castillo mexicano, cuando el país está en guerra, ardiendo y empobrecido. Creo que bastaba conocer un poco más la historia del país”.
Maximiliano y Carlota habían sido virreyes de Lombardía y Véneto. Pero cuando Austria pierde las provincias, los archiduques se quedan un cargo oficial y deben regresar a Miramar.
“Yo creo que están aburridísimos en Miramar y le apuestan a la aventura (mexicana)”, dice Erika Pani.
“Pero también está su juventud. Maximiliano es un príncipe segundón que llega a México con 27 años. Esta juventud podría explicar que haya sido tan poco eficaz”, expresa la profesora del Colegio de México.
“Quizás está también el hecho de no conocer la realidad mexicana, que realmente era una situación complejísima. Esto quizás contribuye a que diga que sí, porque no sabe que se está metiendo en una camisa de once varas de la que era prácticamente imposible salir”.
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