Más polarizado que nunca, Chile se arriesga a perder un lugar de privilegio en la región
La mayor polarización puede llevar a que sea más difícil consensuar políticas de Estado y el país puede perder el liderazgo que ejerció
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Después de dos años de vértigo político y horas antes de un ballotage trascendental que puede resolverse por un voto, Chile tiene por lo menos una certeza: a partir de ahora será un país más polarizado. Esta novedad política, la exclusión del proceso de toma de decisiones de las dos grandes coaliciones que ocuparon el centro del poder desde el retorno de la democracia, no solo va a generar cambios profundos internos, también puede redefinir el lugar que ocupa en la región un país que durante años fue considerado modelo de estabilidad política y económica.
Con más o menos matices, durante los gobiernos de la Concertación y de la coalición de centroderecha hubo cierto consenso para manejar las relaciones exteriores como una política de Estado, pero el nuevo escenario de polarización ahora puede cambiar las cosas. Si entre Sebastián Piñera y Michelle Bachelet había una distancia ideológica, entre José Antonio Kast y Gabriel Boric hay directamente un abismo.
“Cada vez en más países hay oficialismos y oposición de distintos extremos ideológicos, lo que hace muy difícil el diálogo y por lo tanto los consensos y las políticas de Estado. Y eso afecta particularmente a la política exterior, porque estás teniendo gobiernos que la subordinan para cuestiones domésticas, por ejemplo, para buscar apoyo en las bases de partidarios o en los países de la región que tienen gobiernos de símbolo ideológico parecido”, dice a LA NACION Francisco de Santibañes, vicepresidente del CARI.
De Santibañes ilustra cómo este proceso fue afectando la integración regional con el Mercosur, que en un principio se convirtió en política de Estado de los países miembro más allá de los partidos que estuvieran en el poder, pero que con el correr de los años eso se fue perdiendo. De igual manera aparecieron organismos impulsados por líderes de izquierda, como la Unasur, y por gobiernos de derecha, como el Prosur, que perdieron continuidad cuando cambió el signo ideológico de los gobiernos.
“Es un fenómeno que está cada vez más presente en la región y que está dificultando las relaciones entre los países. Y en Chile es probable que pase algo parecido. Ya son más difíciles los consensos en política doméstica y en política exterior también, y es algo que puede afectar a la Argentina. Si gana Kast quizás va a ser más difícil el diálogo con Alberto Fernández por la mayor ideologización de la política exterior y más fácil el diálogo con Bolsonaro, lo que es lógico, pero no tendría que ser así”, concluye De Santibañes.
En la misma línea, en un artículo publicado en la revista Foreign Affairs, Paul J. Angelo, especialista en estudios latinoamericanos del think thank norteamericano Council on Foreign Relations (CFR) afirma que “no importa quién gane, la elección polarizada de Chile pondrá en peligro el papel del país como un intermediario a favor de la democracia en América Latina”.
Angelo destaca que a lo largo de los últimos años Chile fue garante de los acuerdos de paz en Colombia, ejerció un fuerte liderazgo en las negociaciones para resolver democráticamente la crisis de Venezuela, fue uno de los principales contribuyentes de las fuerzas de paz de la ONU en Haití y dirigió la creación del nuevo organismo regional Prosur. Sin embargo, “ni Boric ni Kast parecen inclinados a continuar esta tradición de liderazgo regional”, opina.
Ya durante la campaña salieron a la luz las tensiones internas que hay dentro de la coalición de Boric, después de que el Partido Comunista respaldara la elección de Daniel Ortega. El candidato presidencial respondió a sus socios de manera tajante y dijo que en su eventual gobierno “el compromiso con la democracia y los derechos humanos será total, sin respaldos de ningún tipo a dictaduras y autocracias, moleste a quien moleste”. El episodio puede ser un anticipo de que Boric tendrá que hacer un equilibrio en política exterior. “Es probable que Boric se una a la Argentina y México en la búsqueda de la no interferencia regional, lo que puede envalentonar a los autócratas latinoamericanos en lugar de aislarlos”, considera Angelo.
Kast, por su parte, se enmarcó dentro de la ola de líderes antiglobalización, dejó en claro que los intereses de Chile estarán por encima de los de la región y anticipó, como proponía Donald Trump, que buscará desfinanciar algunas agencias de la OEA y de la ONU.
Además, las posturas de ambos candidatos podrían afectar la reputación que tiene Chile como uno de los países con mejor clima de negocios de la región. Por un lado, Boric prometió revisar varios tratados de libre comercio, entre ellos el firmado con Estados Unidos en 2003, lo que puede anticipar algún roce con la Casa Blanca. Por el lado de Kast, al igual que Jair Bolsonaro en Brasil, promueve el libre mercado pero cuestiona las políticas medioambientales y amenaza con retirar los compromisos climáticos de Chile, lo que podría ser un obstáculo para futuros acuerdos, tal como está sucediendo en las negociaciones entre el Mercosur y la Unión Europea.
Desde un punto de vista más simbólico, la elección también puede reforzar o contradecir la narrativa que ubicaba a Chile como el ejemplo de que el capitalismo puede funcionar en América Latina, una región con una larga tradición de descreimiento en este sistema económico, o por el contrario darle argumentos a quienes creen que el modelo neoliberal no corrigió la desigualdad.
“Chile era un ejemplo de capitalismo, producía crecimiento y ayudaba a reducir la pobreza y marginalmente a reducir la desigualdad, no tanto como se esperaba y de hecho probablemente eso es lo que generó el descontento de muchos”, dice a LA NACION el analista político chileno y profesor de la Universidad de Nueva York (NYU) Patricio Navia.
“Si Boric logra hacer un gobierno exitoso que avance más rápido en crecimiento económico y en reducción de la desigualdad, pues entonces va a ser un ejemplo para el resto de América Latina. Si en cambio gana y lidera un gobierno que produce poco crecimiento, que tiene problemas de deuda, problemas de inflación, problemas de estancamiento económico, de desempleo y de aumento de la pobreza, pues entonces la gente va a añorar los años de la Concertación”, agrega Navia.
Juan Negri, director de la carrera de Relaciones Internacionales de la Universidad Di Tella, apunta que “Chile es un país que viene siendo un modelo no solamente de estabilidad económica y crecimiento, sino también de cierta estabilidad política, por lo que esta elección va a generar en el debate político latinoamericano más énfasis todavía en lo que está implicando la falta de legitimidad política de las clases dirigentes y la nueva ola de liderazgo antisistema”.
“Definitivamente creo que un triunfo de Boric, sobre todo puertas afuera de Chile, va a fortalecer a los discursos más anticapitalistas”, agrega.
Sin embargo, aclara que en su opinión sería más significativo en términos de impacto el triunfo de Kast, ya que puede darle un nuevo impulso a la nueva derecha sin complejos que viene irrumpiendo en los últimos años en varios países, potenciada por los triunfos de Trump y Bolsonaro.
“En un contexto de un América Latina que atraviesa problemas económicos y en algunos países con falta de legitimidad de la clase política, creo que implicaría un fortalecimiento simbólico de alternativas más bien de derecha”, cierra Negri.
Por último, y para agregarle más complejidad al escenario, cualquiera sea el candidato que gane va a tener los límites que le imponga la Convención Constituyente. A diferencia de los procesos constituyentes de los últimos años en países como Venezuela, Bolivia y Ecuador, en la que los presidentes armaban constituciones a su medida, en el caso chileno la nueva Carta Magna puede llegar a convertirse en un corset para quien resulte electo.
“Lo más importante que vamos a tener el próximo año no es el nuevo gobierno, sino el texto de la nueva Constitución que podría cambiar radicalmente el modelo económico en Chile. Más allá de lo que quiera hacer el próximo presidente, si la Convención Constitucional dice ‘se acaba el sistema privado de pensiones y vamos a tener un sistema público de reparto’, pues entonces da un poco lo mismo lo que quiera hacer el gobierno, porque la Convención Constitucional va a establecer cuáles son las nuevas políticas para el país”, concluye Navia.
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