Más personas abandonan el transporte público y suman problemas a una crisis global
Es una de las salidas fáciles que tienen las grandes ciudades para reducir la emisión de gases de efecto invernadero, pero en algunas de las redes más grandes del mundo, la pandemia hizo que se derrumbara el número de pasajeros
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NUEVA YORK.- La estación del subte londinense de Picadilly Circus parece casi vacía durante las mañanas de los días de semana, y la red de subtes de Nueva Delhi transporta a menos de la mitad de pasajeros que antes. En Río de Janeiro, los choferes de colectivos estuvieron de paro por sueldos adeudados, y el tránsito de subtes en Nueva York es apenas un tercio de antes de la pandemia.
A poco más de un año de desatarse la pandemia de coronavirus, el transporte público pende de un hilo en la mayoría de las ciudades del mundo. Los usuarios se quedan en sus casas o siguen con miedo de meterse en un subte o en un colectivo. Y sin usuarios, la recaudación de las empresas se derrumbó. De hecho, en algunos lugares hay cortes y reducciones de servicios, las tarifas aumentaron, y los empleados enfrentan la perspectiva del despido.
Y todo eso implica un desastre para enfrentar esa otra crisis global que enfrenta el mundo: la del cambio climático. Hasta ahora, el impulso del transporte público era una de las salidas fáciles que tenían las grandes ciudades para reducir la emisión de gases de efecto invernadero, además, por supuesto, de mejorar la calidad del aire, bajar el nivel de ruido, y aliviar los congestionamientos urbanos.
“Tal vez estemos frente a la mayor crisis del sector del transporte público en varias partes del mundo”, dice Sérgio Avelleda, director de movilidad urbana del Instituto de Recursos del Mundo y exsecretario de transporte de la ciudad de San Pablo. “Hay que actuar de manera urgente”.
¿Pero actuar cómo? Las empresas de transporte recibieron rescates de los gobiernos, pero se preguntan cuánto tiempo más durará esa generosidad, y en casi todas partes los expertos en transporte se desviven por adaptar el transporte público a las necesidades de los usuarios que van asomando la cabeza todavía en medio de la pandemia.
Hay algunas excepciones. En Shanghai, por ejemplo, las cifras del transporte público se hundieron en febrero de 2020, pero con la disminución de los contagios y el rebote de la economía, los usuarios volvieron. En la mayoría de las ciudades, de todos modos, el panorama es desolador.
Grandes pérdidas
En el metro de París, durante los dos primeros meses de este año, la cantidad de pasajeros apenas superó el 50% del número habitual. La Oficina de Transporte de Île-de-France, la región del Gran París, informó pérdidas de más de 3000 millones de dólares durante el año pasado. Para el año en curso, la agencia ya prevé pérdidas adicionales de más de 1000 millones de dólares.
En Ámsterdam, el número de pasajeros en tranvías y colectivos es de alrededor de un tercio de lo normal, y el sitio web de la Oficina de Transporte de la ciudad aconseja usarlos “solo cuando sea absolutamente necesario”. En Roma, el número de usuarios del subte se mantiene por debajo de la mitad de los niveles prepandemia.
Una de las redes de subtes más concurridas del mundo es la de Londres, que en los días laborables de épocas normales registra alrededor de cuatro millones de viajes. Actualmente, el subte londinense está funcionando a alrededor del 20% de su capacidad.
Los colectivos están un poco más concurridos, y operan a alrededor del 40% de lo normal. La Oficina de Transporte de la ciudad, que para 2020 tenía previsto un superávit presupuestario, desde que golpeó la pandemia depende de los rescates del Estado. La oficina cree que pasarán al menos dos años hasta que el uso del transporte público vuelva a niveles de prepandemia.
“Para ser honesto, ha sido devastador”, admite Alex Williams, director de planificación urbana de la Oficina de Transporte de Londres. “Una de nuestras mayores preocupaciones es la sustancial disminución de pasajeros en el transporte público y el aumento del uso de los automóviles particulares”.
Londres es una de las pocas ciudades del mundo con un “impuesto a los embotellamientos”, pensado para reducir el tráfico de automóviles en el centro de la ciudad. Tanto Londres como París aprovecharon la cuarentena para ensanchar y extender su red de ciclovías.
En Nueva Delhi, capital de la India, el subte reabrió en septiembre tras una suspensión de varios meses. En febrero de este año, el número de pasajeros siguió por debajo de los 2,6 millones, frente a más de 5,7 millones en el mismo mes de 2020, y el tráfico de colectivos se mantuvo por debajo de la mitad de los niveles anteriores a la pandemia.
Reducción de la flota
La elogiada red de colectivos de Río de Janeiro hoy es una ruina. La empresa privada que administra el sistema redujo su flota en más de un tercio y despidió a 800 empleados, debido a la caída del número de usuarios, que el año pasado se redujo a la mitad, según datos del Departamento de Transporte de la ciudad. A eso se suman las huelgas de choferes de colectivos por salarios adeudados, que complican aún más los traslados.
“Nunca vi una cosa así”, dice José Carlos Sacramento, de 68 años, dirigente del sindicato de choferes de colectivos de Río de Janeiro y trabajador del transporte público desde hace cinco décadas. “No creo que alguna vez esto vuelva a la normalidad”.
Las autoridades de la ciudad quieren aprovechar la crisis como una oportunidad para renovar la red. Insisten en que las empresas de transporte privadas deben transparentar sus operaciones a cambio de una posible ayuda financiera del Estado.
Después de todo, dice Maína Celidonio, jefa del Departamento de Transporte de la ciudad, un sistema de colectivos limpio y eficiente es fundamental para que Río no solo reduzca sus emisiones de carbono, sino también para limpiar el aire. “No es solo un problema ambiental, sino un problema de salud pública”, dice Celidonio.
Según Mohamed Mezghani, director de la Unión Internacional de Transporte Público, el gran desafío de las grandes ciudades es mejorar sus sistemas de transporte público ahora, para lograr que los usuarios vuelvan. Ante el avance y consolidación del teletrabajo, por ejemplo, podrían ajustar el servicio en horas pico, expandir los carriles exclusivos para colectivos, que hacen que los viajes diarios sean más eficientes y cómodos, o mejorar los sistemas de ventilación, para que los ciudadanos sientan que viajar en transporte público es seguro.
“Las ciudades que inviertan en mejoras saldrán fortalecidas de la pandemia, porque la gente se va a sentir más cómoda y tranquila viajando en un sistema moderno y renovado”, dice Mezghani. “Al fin y al cabo, todo es una cuestión de percepción”.
The New York Times
Traducción de Jaime Arrambide
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