Más palo y menos zanahoria: el show militar terminó y Pekín reduce sus opciones para quedarse con Taiwán
Los ejercicios militares fueron pensados para disuadir a Taiwán de alejarse aún más de Pekín, pero también hablan de los pocos incentivos que China tiene para ofrecerle a la isla
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NUEVA YORK.- Fue un espectáculo de 72 horas de misiles, acorazados y cazabombarderos que pulularon alrededor de Taiwán como una muralla, una enceguecedora advertencia pensada para la televisión contra lo que Pekín considera un desafío cada vez más abierto, respaldado por Washington, a su reclamo sobre la isla.
“Nos mantenemos en estado de alerta máxima, listos para la batalla en todo momento, listos para luchar cuando haga falta”, declaró Zu Guanghong, capitán de la armada china, en un video del Ejército Popular de Liberación sobre las maniobras militares que concluyen hoy domingo. “Tenemos la determinación y la capacidad de montar un ataque directo y contundente contra cualquier invasor que atente contra la unificación de la patria, y seremos implacables”.
Sin embargo, aunque el despliegue de poderío militar de China desaliente a otros políticas occidentales de imitar a Nancy Pelosi, cuya visita de la semana pasada a Taiwán enfureció a Pekín, ese espectáculo reduce aún más sus chances de quedarse con la isla a través de la negociación diplomática. Las tácticas de “shock y pavor” empleadas por Pekín podrían reconfirmar las dudas de los taiwaneses sobre la posibilidad de llegar a un acuerdo pacífico y duradero con el gobernante Partido Comunista de China, sobre todo mientras sea conducido por Xi Jinping.
“Los ejercicios militares no cambian nada, y después de este vendrán otros”, dice Li Wen-te, un pescador jubilado de 63 años de Liuqiu, una isla frente a la costa sudoeste de Taiwán, a menos de 10 kilómetros de la zona de maniobras militares de China.
“Se hacen los matones y nos acosan como siempre”, dice Li, y lo completa con un proverbio: “Les das la mano y se toman hasta el codo”.
Ahora Xi Jinping ha demostrado estar dispuesto a blandir su intimidante fuerza militar para contrarrestar lo que considera una peligrosa alianza de la oposición taiwanesa con sus partidarios norteamericanos. Los simulacros militares en seis zonas alrededor de Taiwán, que el domingo incluyeron maniobras conjuntas de la marina y la fuerza aérea para probar sus capacidades de lanzar un ataque por aire de largo alcance, también sirvieron para que los militares chinos ensayaran un bloqueo de la isla para una eventual invasión.
Frente a esas continuas presiones, la política de incentivos que China venía utilizando para seducir a Taiwán hacia la unificación podría perder sus efectos. En épocas anteriores y de mejores relaciones entre ambos países, China le daba la bienvenida a las inversiones, los productos agrícolas y las celebridades procedentes de Taiwán.
El probable resultado será una profundización de la desconfianza mutua, que llevada a un extremo, podría arrastrar a Pekín y Washington a un conflicto bélico directo.
“No es algo que vaya a estallar mañana mismo, pero multiplica las chances de una crisis, un conflicto, o incluso una guerra con los norteamericanos por el tema de Taiwán”, dice Kevin Rudd, exprimer ministro de Australia que previamente fue diplomático en Pekín.
Taiwán nunca fue gobernada por el Partido Comunista, pero Pekín sostiene que la isla es histórica y legalmente parte del territorio chino. Las fuerzas nacionalistas chinas que huyeron a Taiwán en 1949 tras perder la guerra civil también sostuvieron siempre que la isla era parte de la China extendida que ellos habían gobernado.
Pero desde el surgimiento de la democracia taiwanesa, en la década de 1990, cada vez son más los habitantes de la isla que se sienten a miles de kilómetros de distancia de los valores y la cultura de la República Popular. Y la desconfianza hacia el autoritarismo político en China no solo se mantuvo, sino que creció a la par de los lazos económicos de la isla con el continente.
“La política de incentivos económicos de China hacia Taiwán ha caído a su punto más bajo desde fines de la Guerra Fría”, dijo Wu Jieh-min, politólogo de la Academia Sinica, la máxima institución de investigaciones de Taiwán.
“La carta que le queda actualmente a China es aumentar gradualmente la amenaza militar y seguir con los preparativos para el uso de la fuerza, hasta que se presente una ocasión favorable para lanzar una ofensiva militar a gran escala sobre la isla.”
Desde finales de la década de 1970, Deng Xiaoping y otros líderes chinos trataron de convencer a Taiwán para que acepte la unificación bajo el marco de “un país, dos sistemas”, que prometía autonomía legislativa, religiosa, y de política económica, entre otras áreas, siempre y cuando la isla aceptara la soberanía china.
Xi sigue prometiendo a Taiwán el mismo marco de “un país, dos sistemas”, y tal vez vuelva a ofrecerle incentivos económicos y políticos si con eso logra influir en las elecciones presidenciales de la isla, previstas para principios de 2024.
La presidenta de Taiwán, Tsai Ing-wen, está por terminar su segundo mandato y no puede ser reelegida. Un potencial sucesor de su propia fuerza, el Partido Progresista Democrático, que rechaza la unificación y favorece la independencia, podría mostrarse menos condescendiente con Pekín.
Después de esa elección, es probable que los líderes de China “quieran mostrar algunos avances sustantivos en Taiwán, no necesariamente la unificación, pero al menos algunos resultados”, dice Wang Hsin-hsien, profesor de la Universidad Nacional Chengchi, de Taipéi, especialista en política china. “Xi Jinping es el tipo de hombre que paga la enemistad con venganza, y también devuelve las amabilidades, pero cuando paga con venganza, paga doble.”
El gran enigma es si Xi ya tiene un cronograma en mente para Taiwán. El mandatario ha dado a entender que su visión del “rejuvenecimiento” de China como una potencia global próspera y poderosa depende de la unificación con Taiwán. Según Xi, ese rejuvenecimiento se alcanzará a mediados de siglo, por lo que algunos ven ese momento como un plazo máximo para sus ambiciones sobre la isla.
“Es una mecha encendida de 27 años de duración, pero que puede consumirse lenta o rápidamente”, dice Rudd, el exprimer ministro australiano y actual presidente de la Sociedad de Asia. “Habrá que empezar a preocuparse en serio a principios de la década de 2030, no solo por la cuenta regresiva hasta el 2049, sino porque también será el límite de la vida política de Xi Jinping”.
En 2019, en un discurso para marcar agenda sobre su política hacía Taiwán, Xi reafirmó que China tenía la esperanza de una unificación pacífica con la isla, pero que no descartaba el uso de las armas.
También pidió analizar formas de actualizar o ajustar el modelo de “un país, dos sistemas” para el caso de Taiwán, y el gobierno chino nombró varios expertos académicos para la elaboración del proyecto. El nuevo marco, señaló Xi, “debe considerar plenamente la realidad de Taiwán y conducir a un orden y una estabilidad duraderos en la isla después de la unificación”.
“Creo que por el momento la amenaza y ostentación militar están calibradas para funcionar mayormente como elementos de disuasión”, dice Willian Klein, exdiplomático estadounidense en Pekín y actual miembro de la consultora FGS Global, en referencia a la acumulación de poder de China. “Su estrategia es reducir el universo de posibilidades hasta que el único resultado posible sea el que ellos quieren.”
Pero las propuestas para Taiwán que elaboraron los académicos chinos dejan al descubierto el abismo entre lo que Pekín pretende y lo que la mayoría de los taiwaneses estarían dispuestos a aceptar.
Las encuestas muestran que son muy pocos los taiwaneses con ganas de aceptar la unificación bajo los términos de China. Según el último sondeo de la Universidad Nacional Chengchi, de Taiwán, apenas el 1,3% de los encuestados quiere la unificación lo antes posible, mientras que el 5,1% quiere la independencia total lo antes posible. El resto —la inmensa mayoría—, optó básicamente por alguna versión del ambiguo estatus quo actual.
Por Chris Buckley, Amy Chang Chien y John Liu
Traducción de Jaime Arrambide
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