Coronavirus. Martin Wolf: "Es una catástrofe de la que acaso no nos recuperemos realmente por décadas"
El columnista económico del diario The Financial Times vislumbra un escenario pospandémico con convulsiones sociales, económicas y psicológicas en el orden global; críticas a China, Europa y Trump
"Catástrofe", "deprimente", "enormes desafíos", "situación desesperada" y "muy aterradora" son todas expresiones inusuales para un economista. Más aún si quien habla es un flemático caballero de la Orden del Imperio Británico. Y menos aún si se trata del máximo columnista económico del diario financiero más importante del mundo, The Financial Times. Pero a los 73 años Martin Wolf, considerado una de las plumas económicas más relevantes del planeta -si no la más-, vislumbra un mundo que lo desvela.
¿Qué ve asomarse en el horizonte desde su confinamiento forzoso en Londres por el coronavirus? "Una catástrofe de la que acaso no nos recuperemos realmente por décadas", dice Wolf durante su diálogo con LA NACION, vía Skype, sabiendo que sus palabras pesan en los mercados. "En todos los países, el mío y obviamente el suyo, millones de personas, miles de millones de personas, van a estar en la más desesperada situación social, económica y psicológica", avizora.
En todos los países, el mío y obviamente el suyo, millones de personas, miles de millones de personas, van a estar en la más desesperada situación social, económica y psicológica
Educado en Oxford, doctor honoris causae por la London School of Economics y otras universidades, execonomista del Banco Mundial, otrora estandarte de la globalización y del libre mercado, luego impulsor del resurgimiento keynesiano que cimentó la salida de la crisis mundial de 2008, Wolf trabaja desde 1987 para The Financial Times y es su principal columnista desde 1996.
Quizá por eso Wolf procesa cada palabra para que impacte más. Dice que los líderes mundiales cometieron "demasiados errores" durante los últimos meses y que no es "muy optimista de que esto mejore". Y que, "en el peor de los casos, podemos terminar con la depresión económica más grande en la historia, con unapandemia descontrolada que matará a decenas de millones de personas, y el mundo quedará absolutamente transformado, para peor, de maneras que no podemos concebir aún. Así que, si no mejoramos nuestra actuación, bueno...estamos en una situación muy aterradora".
-En una de sus últimas columnas para el Financial Times planteó que "la pandemia es un desafío ético". ¿Por qué?
-Porque afrontamos decisiones políticas que requieren opciones morales. Domésticas e internacionales. Entre las primeras, habrá que decidir el balance con que manejaremos la pandemia y las consecuencias económicas que conllevará. Si mandas a todos a sus casas, la economía esencialmente desaparece. Y si eso ocurre, conllevará enormes costos en la gente, porque la economía no es una "cosa" abstracta. Hay que lograr que ese balance sea el correcto. Es razonable "cerrar" el país para mantener la pandemia bajo control, pero no puedes hacerlo para siempre. Después de cierto tiempo los costos económicos y sociales de cerrar todo serán exponencialmente más grandes e inmanejables y quizá debas adoptar otra estrategia, en la que en esencia dejarás que la pandemia avance sobre tu país, con lo que por supuesto que morirá gente. Son preguntas éticas que deben basarse en qué puede manejar tu país. La segunda dimensión ética se centra en cómo compensas a la gente por los costos económicos. Es una pregunta "distribucionista". Porque algunos serán más capaces que otros de lidiar con los costos del cierre de la economía, sea porque tengan activos o pensiones o sean ricos, mientras que otros, en el extremo opuesto, no tienen seguridad laboral alguna ni activos financieros y viven el día a día, y si el gobierno no los apoya adecuadamente, perderán sus casas o incluso morirán de hambre, en momentos en que el Estado no podrá proveerles un Estado de Bienestar. ¡Y esto me lleva a otras preguntas éticas, que son las internacionales! Esta es una crisis económica global que afectará a personas de todo el mundo. Pienso que los países ricos tienen una obligación moral hacia los países pobres, que necesitarán mucha ayuda sanitaria y económica, de entidades como la Organización Mundial de la Salud y el Fondo Monetario Internacional, y requerirán préstamos e insumos médicos.
-Estos desafíos son tan enormes que ningún país podrá afrontarlos en soledad. Foros multilaterales como el G-20 o la Unión Europea, por citar dos, serán decisivos. Pero ¿por qué la UE reaccionará distinto esta vez de como lo hizo en 2008, cuando hizo poco y mal, o de cómo ha reaccionado por ahora?
-Bueno... es una historia complicada... Muchos de los recursos que se necesitarán para afrontar la crisis están en manos de algunos Estados individuales con capacidad de prestar. Por supuesto que estos países se verán dramáticamente afectados por las medidas que adopten otros países. Así que necesitarán cooperar. Pero coincido completamente. La Unión Europea, en particular, es un gran problema porque los países de la eurozona delegaron el manejo de políticas a instituciones compartidas y las políticas fiscales están muy constreñidas en países con amplio endeudamiento, como España o Italia, por lo que su capacidad de responder a la crisis está acotada. Por fortuna, el Banco Central Europeo ha reaccionado de manera muy alentadora hasta ahora y da la sensación de que estos países tendrán más espacio para responder de lo que se veía hace unos días. Pero el punto básico sigue allí: sin una consistencia significativa terminarán en un terrible problema.
En Europa y Estados Unidos las respuestas de políticas de sanidad fueron grotescamente inadecuadas y demasiado tardías
-Mientras lo escuchaba, recordé las preguntas que planteó al final de una de sus últimas columnas. Se las recuerdo: "¿Los líderes proyectan tranquilidad y usan la razón? ¿Venceremos la epidemia al mismo tiempo que minimizamos los daños económicos? ¿Nos garantizamos que las naciones y las personas más débiles sean protegidas? ¿Optamos por la solidaridad por encima de la hostilidad, y por la responsabilidad global por sobre del nacionalismo que mira hacia dentro? ¿Buscamos legar un mundo pospandémico mejor, no uno peor? A diferencia de los virus, los seres humanos tienen opciones. Elijamos bien". Mi pregunta ahora para usted es: ¿estamos eligiendo bien?
-[Suspira] Diría que hasta ahora la respuesta ha sido bastante pobre. Ha habido un sinnúmero de... Veamos todos los errores cometidos. Los chinos suprimieron las noticias sobre el virus por demasiado tiempo y eso resultó un desastre para ellos y para el mundo. Luego, algunos países reaccionaron temprano, muy rápido y muy efectivamente, pero no fueron muchos: Taiwán, Corea, Japón, Singapur, Hong Kong, y se debió en parte a que habían sido afectados por la crisis del SARS hace unos años y aprendieron qué podía pasarles. Pero en Europa y Estados Unidos las respuestas de políticas de sanidad fueron grotescamente inadecuadas y demasiado tardías. La mayoría de los países decidieron no adoptar medidas radicales para cerrar la economía y detener el virus en sus primeros pasos, además de que algunos países adoptaron la estrategia de "inmunidad colectiva" que resultó un desastre, destruyendo el sistema de salud y causando una plaga básicamente incontrolable. Dicho eso, algunos países estuvieron mejor que otros. Alemania lo hizo bastante bien. Pero Estados Unidos está muy por detrás y creo que quedará claro que lo que hizo es inadecuado y que su sistema médico colapsará, como así también su economía, probablemente. Por lo que Estados Unidos pagará un costo muy alto por todo esto. Algo parecido ocurrirá en algunos países europeos y, por supuesto, cuando los mercados comenzaron a entrar en pánico y a retirarse de los países en desarrollo, tampoco había un plan previsto sobre qué hacer. Dicho esto, y para ser justo, esto ocurrió en un puñado de meses. Resultó una crisis tremenda que salió de la nada, aunque fue gestionada pobremente; en particular, por Donald Trump. Ahora creo que cometimos ya demasiados errores -algunos no pueden reprocharse, otros pueden repararse-, pero estamos corriendo desde muy atrás y no soy muy optimista de que esto mejore. En el peor de los casos, podemos terminar con la depresión económica más grande en la historia, con una pandemia descontrolada que matará a decenas de millones de personas y el mundo quedará absolutamente transformado, para peor, de maneras que no aún podemos concebir. Así que si no mejoramos nuestra actuación, bueno... estamos en una situación muy aterradora...
-[Suspiro] Le sumo factores a su ecuación. ¿Ve riesgos en el horizonte de un nacionalismo más exacerbado? ¿O de aislacionismo? ¿O de xenofobia?
-Sí, por supuesto. El nacionalismo ya es visible y está claro que aumentará con la depresión económica. Los políticos populistas siempre le echan la culpa de los problemas a alguien más y es casi obvio que esta vez será contra los chinos. Todo el sistema global podría volar en pedazos en una situación como esta muy rápidamente. Si, como temo, la situación sanitaria y económica se pone mucho, mucho, mucho peor, políticos desesperados harán todo lo que puedan por transferirle la culpa a algún otro. Y hay muchos políticos desesperados, algunos de ellos muy irresponsables. Así que es muy razonable sentirse aterrado hoy. Otra vez, para ser justos, es muy difícil planificar para situaciones como estas. Hasta cierto punto, todo esto es nuevo. Una pandemia era posible, aunque nunca podríamos anticipar exactamente cómo sería o cuándo ocurriría. Pero también hay que decir que la preparación para situaciones como esta había sido debilitada, estrujando los recursos para la Organización Mundial de la Salud como también la planificación ante posibles pandemias de Estados Unidos y del resto, al igual las partidas de salud en países emergentes. Por supuesto que los países desarrollados tienen tantos recursos como para ponerse a tono en seis meses a un año, con la excepción de Estados Unidos, cuya administración es caótica. Pero esos seis a 12 meses serán una catástrofe de la que acaso no nos recuperemos realmente por décadas. Resulta obvio ya que esta puede ser una crisis política, social y económica absolutamente enorme mucho más allá de la crisis sanitaria.
-Dejémoslo ahí...
-Sí, creo que es un final deprimente.
Tolstoi y Mann para la cuarentena
-Dado que los argentinos están en plena cuarentena, ¿qué libro o serie o película recomendaría que leyeran o vieran para "aprovechar" su tiempo?
–¡Ah! ¡Esa es una pregunta muy difícil! [Calla unos segundos]. Depende si crees que la respuesta correcta es el escapismo o si piensas que esta es tu última oportunidad paraleer un gran libro. Lo que disfruto mientras trabajo es la música y encuentro muy relajante la música clásica: Bach, Bethoven, Mozart, Schubert, Brahms. En cuanto a libros, uno que tiene relevancia en nuestro tiempo y es maravilloso, es La montaña mágica, de Thomas Mann, que es un libro que creo que puede hacer sentir bien a sus lectores. Y la novela larga mejor escrita de todos los tiempos es La guerra y la paz [de León Tolstoi], por supuesto, y puede ser leída en dos semanas. Pero creo que cada uno debe buscar su propia forma de escapismo. En mi caso, es conversar con mi esposa mientras trabajo y me pagan por ello. Pero reconozco que en el mundo como está ahora soy, por el momento, uno de los muy, muy, muy afortunados. En todos los países, el mío y el suyo, millones de personas, miles de millones de personas van a estar en la más desesperada situación social, económica y psicológica.
Economista, docente y periodista
- Nacido en Londres, en 1946, Martin Wolf es el columnista económico jefe del diario The Financial Times desde 1996.
- Graduado de la Universidad de Oxford, Wolf ingresó en el Banco Mundial en 1971, donde se desempeñó durante una década para luego trabajar para una consultora, hasta que ingresó en el Financial Times, en 1987. En 1996 se convirtió en su principal columnista.
- Profesor visitante en las universidades de Oxford y Nottingham, Wolf es miembro del Foro Económico Mundial, que se realiza en Davos, y de la Comisión Vickers del Reino Unido sobre la banca.
- Nombrado caballero de la Orden del Imperio Británico, recibió múltiples premios y doctorados honoris causae, entre ellos, de la London School of Economics.
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