Mariano Fazio, el argentino número dos del Opus Dei: “La relación entre Benedicto y Franciso fue muy positiva, de admiración del uno para el otro”
El sacerdote, quien escribió un libro sobre Joseph Ratzinger, analiza en una entrevista con LA NACION el legado del papa emérito y las posibilidades de que se convierta en santo
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ROMA.- Entre los más de 20 libros en su haber, monseñor Mariano Fazio, sacerdote argentino que desde 2019 es vicario auxiliar del Opus Dei, es decir, su número dos, licenciado en Historia por la Universidad de Buenos Aires y doctor en Filosofía por la Universidad Pontificia de la Santa Cruz, escribió uno sobre Benedicto XVI.
Fazio fue a despedirse de él el domingo pasado, al día siguiente de su muerte, en el Monasterio Mater Ecclesiae, invitado por el secretario privado del papa emérito, el arzobispo alemán Georg Ganswein. Y participó hoy de su funeral solemne en la Plaza San Pedro.
En una entrevista con LA NACION, Fazio -intelectual de 62 años que en 2007 fue perito de la conferencia de Aparecida, Brasil, ocasión en la que conoció al entonces cardenal Jorge Bergoglio- destacó su legado. Y remarcó que esa inédita convivencia entre el pontífice en funciones y el papa emérito es “un ejemplo para nuestros políticos”.
-¿Cómó percibió el clima de estos días, con muchísima gente pasando por la capilla ardiente del papa emérito en el Vaticano y hoy en su funeral solemne?
-Vi un ambiente de recogimiento, de oración y de agradecimiento a la persona del papa Ratzinger, que dejó para la Iglesia un gran don, que es sobre todo su magisterio, sus enseñanzas y su personalidad. Creo que la característica más sobresaliente era su humildad y eso la gente lo percibe.
-Más allá de esto, ¿qué destacaría?
-Diría que cuando fue elegido papa mucha gente habló de un profesor frío, cerebral, el panzer cardinal, el “rottweiler de Dios” y mi impresión, la primera vez que lo vi, fue de una persona muy frágil físicamente, que te miraba a los ojos, muy tierna, muy fina, y el sentimiento que me salía era como de protección. No de miedo de que este hombre, tan frío, me fuera a imponer sus verdades, todo lo contrario: una persona que necesitaba protección, cariño y a su vez que establecía una relación inmediata con la persona con la que hablaba, de mucha calidez y de mucha ternura. Todo lo contrario al cliché con el cual subió al trono de Pedro.
-¿Su legado será su clamorosa abdicación o su personalidad?
-El legado creo que va a ser su magisterio. En cada pontificado hay un elemento central: en Juan Pablo II el centro era la verdad sobre el hombre. Benedicto XVI consideraba que el mundo contemporáneo vivía bajo la dictadura del relativismo, es decir, que no hay una verdad objetiva y él se propuso mostrar al mundo que es posible alcanzar la verdad. Pero esa verdad hay que alcanzarla en el diálogo entre la fe y la razón. Eso me parece que es lo central y eso tiene una consecuencia por así decirlo ‘política’...
-¿Cuál?
-El papa Benedicto hablaba mucho de la sana laicidad: él estaba muy preocupado con el laicismo, o sea, la idea de que la religión es simplemente algo de la consciencia y que no tiene que manifestarse en la vida social y con el fundamentalismo, que es querer, a través de la fuerza de la ley o de la violencia, imponerte una religión. Y Benedicto decía que tenemos que distinguir entre Iglesia y Estado, entre política y religión y el Estado, si quiere vivir la sana laicidad, tiene que reconocer la dimensión religiosa de la persona humana, que también tiene manifestaciones sociales. Por eso tiene que defender la libertad religiosa, tiene que basarse en verdades que podemos conocer con la razón, sobre la familia, sobre la vida, etc. Ese me parece que también es un gran legado de Benedicto. Como también, que el cristianismo no es una serie de principios morales, sino un encuentro con una persona, la persona de Cristo. Y que Cristo, siendo Dios, es amor, como dice la primera encíclica de Benedicto, Dios es amor (Deus caritas est).
-En el imaginario colectivo existe una idea de que detrás de la elección de Benedicto, después de la muerte de Juan Pablo II, también estuvo el Opus Dei...
-(Risas) Evidentemente el Opus Dei no tiene nada que ver, porque quienes eligen al papa son los cardenales, que tienen total libertad de elección. Nosotros no intervinimos absolutamente para nada, salvo con la oración, para que se eligiera el papa preferido del Espíritu Santo.
-Como terminó la inédita convivencia entre un papa en funciones y un papa retirado, comienza otra fase: ¿cómo la analiza usted?
-Creo que en primer lugar que fue una cosa muy positiva, un ejemplo para el mundo la relación entre Francisco y Benedicto. Una relación llena de respeto, de admiración del uno para el otro y creo que en muchos países, también en el nuestro, esto nos ha dejado un ejemplo de diálogo, de respeto, de colaboración. Ojalá también nuestros políticos, los que entran y los que salen, tuvieran esa relación, que realmente no la veo... Y después, me parece que también Francisco ha dicho que la institución del papa emérito va a pasar a ser algo normal en la historia de la Iglesia, esto tendremos que esperar el desarrollo de los acontecimientos y Francisco consideraba que tenía como el abuelito en su casa a quien podía preguntarle. Con los ojos de la fe, ahora lo tenemos en el cielo y Francisco también podrá pedir luces para seguir gobernando la Iglesia.
-En este sentido algunos vaticanistas dicen que Francisco va a estar más solo, aunque va a estar más libre, más allá de esa cohabitación ejemplar... ¿Usted qué piensa?
-Pienso que es algo propio de todos los papas estar solos. Tienen una relación directa con Dios, evidentemente tienen colaboradores, pero la responsabilidad última cae sobre los hombros del Papa. Entonces no me parece que este cambio suponga una revolución ni mucho menos en su pontificado. La soledad del número uno siempre es algo muy propio del papa en particular y todos los últimos papas y yo estudié bastante los últimos papas, subrayan eso: que al final del día uno se encuentra a solas con Dios.
-¿Cree que para los sectores más conservadores y tradicionalistas que veían a Benedicto como su baluarte, su muerte representa un golpe?
-No sé lo que piensan los ultratradicionalistas, a mí me parece que es importante para los católicos con distintas sensibilidades, porque todos tenemos distintas sensibilidades, que consideremos que hay un solo papa, como ha habido un solo papa desde la renuncia de Benedicto y la elección de Francisco. Es cuestión de fe: creo que el vicario de Cristo es solo uno, en este caso Francisco, desde el 13 de marzo de 2013. Por lo tanto, para los católicos de todas las sensibilidades, este momento, donde desapareció el papa emérito puede ser una oportunidad para estar todavía más unidos con el único papa de la Iglesia católica, que es Francisco. Ahora, los sentimientos de cada uno, cada uno verá, no los conozco.
-Al final de la misa de exequias de Benedicto algunos levantaron pancartas y clamaron “santo subito” (santo ya). ¿Usted qué diría? ¿Es posible una rápida canonización, como la de su predecesor, Juan Pablo II?
-No sé lo que va a pasar en el futuro, pero personalmente preferiría que se cumplieran todos los pasos necesarios para una canonización, porque eso le da más seriedad al proceso. Es lógico el entusiasmo de tanta gente, pero la Iglesia tiene que ser muy prudente al momento de declarar santa a una persona. No dudo de que Benedicto era una persona muy de Dios, pero esperaría por lo menos cinco años para comenzar el proceso.
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