María Victoria Murillo: “Lo que se viene en América Latina es una ola de descontento como a principios de siglo”
La politóloga de la Universidad de Columbia advirtió que se agudizarán los reclamos contra las autoridades en el poder
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El péndulo ideológico se mueve una vez más en la política latinoamericana. O eso dan a entender los triunfos en 2021 de Pedro Castillo, en Perú, y Gabriel Boric, en Chile, así como las buenas perspectivas para este año de Gustavo Petro, en Colombia, y del eterno Luiz Inacio Lula da Silva, en Brasil.
Todo estaría dado para la vuelta de la izquierda como dirigencia dominante en varios países de la región, como sucedió en la primera década y media del siglo.
Pero la politóloga argentina María Victoria Murillo, directora del Instituto de Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Columbia, tiene otra perspectiva. En diálogo con LA NACION, relativizó ese cuadro de situación, y sobre todo advirtió sobre la dura realidad que deberán afrontar los presidentes de cualquier signo.
–¿Estamos ante una nueva “ola de izquierda”, como la que surgió a principios de los años 2000?
–Mi impresión es que lo que se viene es algo bastante similar a lo que se dio a principios del milenio, que es una ola de descontento, más que una ola de derecha o una ola de izquierda. En América Latina la situación ya venía mal antes de la pandemia. Recordemos los estallidos de protesta y los partidos de gobierno que perdieron incluso en el 2019, y con la pandemia solo empeoró. El costo en América Latina ha sido de los más altos del mundo. Entonces, en ese contexto, lo que vemos es una ola de descontento con quien sea que esté en el gobierno. Si el que está en el gobierno es de derecha es más probable que la alternativa sea de izquierda. Yo no creo que estemos viendo un cambio dramático en la ideología del electorado, sino más bien un cansancio del electorado con los políticos que tienen en este momento en el gobierno.
–¿El electorado latinoamericano es más bien de centro?
–El electorado de todo el mundo en general es de centro. Cuando se le pregunta, la mayor parte de la gente dice ser ideológicamente de centro o no contesta. Y sobre los que no contestan, los estudios dicen que se parecen mucho a la gente que se dice de centro. En todo el mundo el electorado genérico es más moderado y tiende a la distribución, hay menos gente en los extremos. Ahora, hay lugares como Estados Unidos donde el voto es voluntario, y la mayoría de esos moderados no van a votar, entonces eso le da más peso a los que están en los extremos. Cuando el voto es obligatorio te empuja hacia la moderación.
–Entonces hay una curva de Gauss que se deforma según el voto sea obligatorio o no sea obligatorio…
–La distribución en general es como una curva de Gauss, exacto, pero si uno de pronto hace el voto optativo y a la mayor parte de la gente no le importa, porque no ve mucha diferencia, y solo van a votar los intensos, se siente más el peso de los que están en las colas. Hay más gente en las colas que en la distribución normal.
–¿Qué se espera de los nuevos dirigentes de izquierda?
–Este descontento del electorado genera expectativas de cambio, expectativas de que las cosas van a mejorar. Pero se da en un contexto económico complicado, a diferencia del contexto económico en el que fueron elegidos a principios de siglo muchos de los líderes de aquella ola. Las circunstancias de quien sea que llegue, de derecha o izquierda, al gobierno en América Latina son bien diferentes. Es un contexto con economías mucho más débiles, donde Estados Unidos va a subir las tasas de interés, con lo cual el costo del endeudamiento externo va a aumentar. Y, si bien los precios de las commodities se están recuperando, no están en los niveles de lo que fueron en el boom. A eso se suma una pandemia que azotó a las economías de la región de un modo impresionante.
–¿Ahora va a ser más difícil estar a la altura?
–Van a tener muchas más dificultades los dirigentes actuales que los anteriores en poder hacer lo que prometen. Las capacidades fiscales van a ser muy diferentes. Recordemos que en los años ochenta y noventa, cuando llegaban presidentes populistas o de izquierda al poder, muchas veces era muy acotado lo que podían hacer porque no tuvieron tanto margen fiscal. En cambio, a comienzos de siglo tuvieron ese margen fiscal. Me parece que esa es en este momento una de las grandes diferencias entre estas dos temporalidades, por llamarlas de algún modo.
–¿Podría decirse que en tiempos diferentes se necesitan herramientas diferentes?
–Sí, pero además no todos llegan con la misma capacidad de gobernar. Un caso como el boliviano, donde el MAS ganó una elección en primera vuelta con más del 50% de los votos, es muy diferente a otras situaciones como la que sucedió en Perú. Pedro Castillo sacó solo el 18% de los votos en la primera vuelta, y en la segunda, el electorado decidió entre quién le disgustaba menos. Castillo no tiene ningún apoyo en el Congreso; su propia bancada está dividida. Me parece que son situaciones muy diferentes. Independientemente de qué se necesita hacer, la capacidad de acción es muy distinta en uno y otro caso.
–Más allá de las circunstancias y la capacidad de maniobra, ¿los actuales dirigentes son también distintos entre sí?
–Sí, son distintos porque sus realidades también son distintas. Cuando fue la primera ola también se distinguía entre los distintos gobernantes de izquierda. Todos tenían en común la búsqueda de la redistribución, de la reducción de la desigualdad. Pero no era lo mismo un gobernante como Michelle Bachelet, en Chile, que Hugo Chávez, en Venezuela; son dos tipos de izquierda muy diferentes. Ya en esa primera ola se veían diferencias entre lo que se llamaba una izquierda radical y una izquierda socialdemócrata. Y ahora vemos esas mismas distinciones. Boric es de una izquierda ecologista, una izquierda que está por los derechos de las minorías, de la diversidad sexual, y no necesariamente es el tipo de izquierda [socialmente muy conservadora] de Daniel Ortega, en Nicaragua, o Castillo, en Perú.
–¿Puede haber un entendimiento entre todos ellos, como esa especie de “liga de presidentes” que parecía haber en su momento entre varios líderes latinoamericanos?
–Puede haber, y va a depender un poco de las posiciones de alguien que genere puntos focales, puntos de liderazgo. Lula en sus dos primeras administraciones tuvo un rol importante. Chávez hizo esfuerzos con el ALBA, etcétera. Pero Lula quiso que Brasil tuviera un lugar con más liderazgo, no solo en América Latina sino en todo el mundo. Veremos qué pasa si gana esta elección, sería un tercer mandato con un Lula un poco distinto de los dos primeros. Y el contexto mundial es diferente. No se sabe quién puede ser en este momento ese tipo de figura, dadas las tensiones que tienen cada uno en sus países, las preocupaciones que han llevado, no solo a los países de América Latina, sino a todas las naciones del mundo a mirar mucho más hacia adentro, a responder mucho más a las necesidades domésticas de su población en situaciones complicadas y polarizadas.ß
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