En la Isla de Navidad una persona puede pasar unas lindas vacaciones. Puede elegir la mejor época para disfrutar de sus playas, de sus aguas cálidas. Puede alquilar un cuarto en un hotel de muchas estrellas, desayunar huevos y frutas, armar el bolso para ir al mar, ir al mar, darse un chapuzón en el agua, echarse sobre una lona y disfrutar con los ojos cerrados del calor sin nubes hasta secarse. Incluso la persona puede quedarse dormida. Y puede despertarse con el ruido de varios de millones de patas de cangrejos, que se acercan hacia ella como una mancha roja con pinzas que avanza lento, que lo trepa todo, que no deja espacios.
Este pequeño paraíso tropical de 135 kilómetros cuadrados (más chico que la ciudad de Buenos Aires, tan grande como la localidad de Berisso) que una vez al año se vuelve rojo cangrejo está ubicado en el Océano Índico, a 360 kilómetros de Indonesia. Se llama así porque el primer hombre en divisarla lo hizo el 25 de diciembre de 1643. Empezó a poblarse en 1888, cuando comenzaron a llegar trabajadores de distintos orígenes: Europa, la India, China, Malasia.
Es parte de Australia pero antes fue del Reino Unido, de Japón y de Singapur. Y es el escenario de un fenómeno multitudinario y natural que no se repite en ningún otro lugar: la peregrinación del cangrejo rojo desde el bosque hasta la costa para reproducirse y desovar.
Cada año, entre octubre y enero -pero con mayor frecuencia entre noviembre y diciembre-, en momentos en que el verano se hace pleno en una isla que tiene clima cálido todos los meses, cerca de 50 millones de cangrejos dejan atrás sus refugios húmedos y caminan por kilómetros, por días, para llegar al mar, construir nuevas madrigueras, aparearse, cuidar de sus huevos, desprenderse de ellos y regresar.
El mecanismo es algo así: primero parten los machos. Viajan, en su andar siempre de costado, entre 5 y 7 días hasta el mar. En el trayecto, comen hojas caídas, plantas, pájaros muertos, cangrejos muertos, bajan acantilados, atraviesan rutas, algunos mueren. Llegan a la arena y arman sus aposentos. Mientras tanto parten las hembras, que los superan en cantidad y en tiempo. Cuando se encuentran todos en la costa se aparean por tres días y después los machos se van. Se quedan las hembras solas por hasta 13 días para desarrollar los huevos, que llegan a ser hasta cien mil por cada una de ellas. Cuando están listos, los tiran al mar y se van. De nuevo, caminar por kilómetros y por días para volver. Al tocar el agua, los huevos se rompen y aparecen las larvas y se quedan allí cerca de cuatro semanas y recién salen entonces, ya convertidas en minicangrejos de apenas cinco milímetros que parecen lava recién salida del volcán.
"Cuando los cangrejos desovan, el agua cercana a las concentraciones de hembras parece oscurecerse por la densidad de huevos y larvas que se producen en la eclosión. Esta concentración no es casual; está relacionada con las condiciones necesarias para que las larvas puedan ser transportadas hacia dentro del mar. El fenómeno ocurre en un estadio de la Luna que determina una marea con corrientes en dirección contraria a la playa y que se da un día al mes, por lo que todas las hembras necesitan eclosionar ese día", cuenta a LA NACION Tomás Luppi, investigador del Instituto de Investigaciones Marinas y Costeras de Universidad Nacional de Mar del Plata-Conicet, quien además explica que el cangrejo rojo necesita una alta humedad ambiente y fuentes de agua para vivir. "La Isla de Navidad tiene un régimen de lluvias intenso, con una época seca muy corta durante la cual los cangrejos permanecen inactivos. El inicio de la migración coincide con el inicio de las lluvias casi diarias. En general la actividad de los cangrejos es crepuscular", agrega.
Infraestructura
Como los cangrejos están desde antes que las personas pero las personas se apoderaron de la isla y eso trajo problemas a los cangrejos, ahora las personas, una población que apenas supera los 1500 integrantes, piensan mejores maneras de convivir. En el pasado, varios miles de estos crustáceos murieron en sus viajes anuales debido a que, entre varios obstáculos, para llegar a la playa deben atravesar rutas y en las rutas pasan autos y los autos no se detienen cuando ven la acera manchada de crustáceo. Para evitar estos accidentes, desde la isla (que no tiene gobierno propio pero sí un administrador, una especie de parlamento con nueve bancas regulado por Australia) comenzaron a crear túneles especiales y hasta bloqueos de calles y de vías durante las semanas que dura la procesión roja.
"Tenemos infraestructura para evitar que los cangrejos sean atropellados por los autos: rejillas en las rutas e incluso el único puente de cangrejos del mundo, que los lleva por sobre la calle y los ayuda a avanzar de manera segura hacia el océano y luego de regreso a la selva", cuenta al respecto Jahna Luke, directora de Marketing de la Asociación Turística de la isla.
El viaje de los congrejos se volvió tan popular que hasta hay tours. En esta época específica del año, que nunca es exactamente la misma, que en 2019 se prevé será después del 20 de noviembre, por 150 dólares australianos (algo así como cuatro mil pesos) y durante tres horas y media, un guía lleva a recorrer luego del desayuno la ruta de estos crustáceos cuyos caparazones llegan a medir más de diez centímetros de ancho.
Pero tomar sol y esquivar cangrejos es solo parte de lo que una persona puede hacer en esta isla que tiene como capital un pueblo llamado Flying Fish Cove y que el año pasado recibió a más de dos mil turistas. Aquí también los fanáticos de las fotografías pueden tomar imágenes de plantas, costas y animales, los que aman el agua pueden bucear por los inmensos corales o practicar snorkel y los pescadores pueden tirar la caña en medio de paisajes paradisiacos que dejan al silencio escucharse.
"La Isla de Navidad es un paraíso para los amantes de la naturaleza. Más del 63% del territorio es parque nacional y hogar de muchas especies endémicas de aves, reptiles y plantas que no se encuentran en ningún otro lugar del planeta. Las aguas son espectaculares, con una abundancia de vida marina, claras y tranquilas, como un parque acuático submarino. Somos una comunidad segura, multicultural y armoniosa con diferentes tradiciones, celebraciones y festivales", cierra Luke.
Una reapertura polémica
La semana pasada, el gobierno de Australia anunció que volverá a abrir el campo de retención de migrantes de la Isla de Navidad. Cerrado desde octubre, el lugar recibirá a quienes intenten ingresar a pedir asilo sin cumplir los procesos o requisitos. En el pasado, estuvo en el centro de varias controversias debido a que se denunció que allí vivían muchos niños en condiciones alarmantes y que se registraban altos niveles de suicidios.
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