PALM BEACH.- Es otro día más en Palm Beach. Hay poca gente en la playa. Un ciclista de calzas y casco flúo pedalea la costa. Dos mujeres con capelina toman un café en la vereda. Un descapotable que circula, y una curiosa familia que contrasta con el finísimo glamour local. Son turistas de visita, lo de siempre. Es otro día más en Palm Beach, aunque mucho ha cambiado en las últimas 24 horas.
El puente que desemboca en la finita isla, donde se encadenan mansiones que miran al océano o la bahía, ahora recibe a los automóviles con decenas de autos de policía blancos y verdes, que desvían el tráfico. Un gazebo provisorio anuncia que es el Departamento de Policía de Palm Beach. Es imposible detenerse o cambiar el rumbo. Justo allí se encuentra Mar-a-Lago, la mansión que Trump compró por unos 10 millones de dólares en 1985, y una década después convirtió en uno de los clubs privados más exclusivos del mundo. Allí pasará sus próximos meses. En la bahía, una lancha patrulla las aguas con hombres armados. La avenida costera South Ocean Boulevard, el otro acceso al predio desde el lado este, también está cortada antes de que empiece el perímetro de la propiedad. Ni pispear se puede.
"Habrá que esperar uno o dos días más para que se normalice todo. Es lógico que al principio haya tanta presencia policial", dice Carl, un vecino que ahora detuvo su bicicleta en una esquina para dejar paso al peatón. Se coloca otra vez el auricular, y sigue su rumbo. A la derecha la arena, a la izquierda imponentes mansiones con fuentes o leones en la entrada, estatuas de yeso o puntillosos cercos en degradé de colores. Casualidad o no, en este escaparate trumpista aquellos que se pasean al sol por la costanera y calles aledañas no llevan tapaboca.
La llegada de Trump revolucionó ayer este tranquilo paraíso de la elite norteamericana. Desde su arribo al aeropuerto de Palm Beach, una fila de simpatizantes lo esperaba en el recorrido de la avenida que conduce a "la Casa Blanca sureña" como le gustaba llamar a Mar-a-Lago, con carteles como "Bienvenido a casa", "Te amamos" y "Trump 2024". Su auto, rodeado de motos, bajó la marcha y hubo quienes lograron tomar el flash del saludo, detrás de la ventanilla cerrada, desde el imponente cadillac blindado color negro.
Pero la vida post-presidencial de Trump en el condado de Palm Beach tal vez no sea la que esperaba. Además de pasear en esta villa mediterránea con 126 habitaciones y caminar sus campos de golf, planear su regreso al poder no le será sencillo sin antes enfrentar un segundo juicio político. Y mientras sus partidarios afirman que Palm Beach será la capital de "MAGA" (por el slogan que usó Trump en su campaña, Make America Great Again), algunos vecinos enviaron una carta a la ciudad de Palm Beach afirmando que Trump perdió su derecho legal a vivir en Mar-a-Lago debido a un acuerdo que firmó a principios de la década de 1990 cuando convirtió la propiedad histórica residencial en un club privado.
Según el acuerdo, los miembros del club tienen prohibido pasar más de 21 días al año en las suites para huéspedes y no pueden permanecer allí más de siete días consecutivos, algo que Trump tampoco cumplió durante su presidencia. Hasta la fecha, Palm Beach no ha hecho ningún intento público de evitar que Trump viva en Mar-a-Lago o que lo use como su residencia legal.
El presidente neoyorquino eligió Florida sobre la Gran Manzana. Podría suponerse que se debe a que el estado del sol le es afín: hace más de 20 años no ha visto un gobernador demócrata. Sin embargo, el otro motivo es económico. El beneficio fiscal más conocido de mudarse a Florida es que los residentes no están sujetos a un impuesto estatal sobre sus ganancias. Eso significa que solo tienen que pagar tarifas federales.
En una clasificación de los estados con la carga fiscal general más alta que hizo el sitio wallethub.com en 2020, teniendo en cuenta los impuestos a la propiedad, los impuestos sobre la renta de las personas físicas y los impuestos sobre las ventas y el consumo total, Nueva York ocupó el puesto más alto (12,28%), mientras Florida ocupó el número 47, con una carga fiscal general estimada del 6,82%.
Trump no es el único de la familia que está trasladando su residencia principal a Florida. Su hija Ivanka y su marido Jared Kushner, asesor presidencial, compraron un lote en la isla privada de Indian Creek, en Miami, por US$ 30 millones. Es uno de los lugares más seguros de Florida, y también de los más caros. Tiene solo 29 residencias y es custodiada por 13 policías.
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