En esos sitios pueden tomar clases de yoga, natación o bicicleta; les lavan la ropa y les cuidan a sus hijos, obtienen capacitación sobre temas legales y reciben terapia psicológica
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‘”¿Te has preguntado por lo que tú realmente quieres?”. A Natalia Moreno, una vecina del sur de Bogotá, le sorprendió que, cuando le hicieron esta sencilla pregunta en una Manzana del Cuidado del barrio de Bosa, su respuesta fue que “nunca se había opuesto a pensar” en sus necesidades individuales.
Como millones de mujeres en Colombia y América Latina, Natalia había dedicado su vida adulta a atender a sus parejas, sus hermanos y su hijo. Era el “ama de la casa” en la que todos ellos vivían: cocinaba, limpiaba e iba al mercado. Y era la fuente parcial del sustento diario.
La carga era tan grande que Natalia resolvió buscar el dinero en actividades informales: la prostitución, la calle, la droga. Varias veces “tocó fondo”. Asegura que abusaron de ella, recibió golpizas y un día casi fue secuestrada.
“Y todo esto fue porque estaba queriendo ayudar a una cantidad de personas que no me estaban pidiendo ayuda. Pensaba en los demás, doy doy doy, y no recibía nada a cambio, y fue ahí que me di cuenta que tenía que empezar a buscar mi bienestar”, dice.
Ese cambio en su forma de ver el cuidado empezó en una de las 21 Manzanas del Cuidado que hay en la capital colombiana: centros de ayuda, educación y entretenimiento para mujeres –no solo pobres– que dedican sus días a cuidar a otros. Centros que cuidan a quienes cuidan de otros.
Allí las mujeres pueden tomar clases de yoga, natación o bicicleta. Les lavan la ropa y les cuidan a sus hijos. Obtienen capacitación sobre temas legales. Reciben terapia psicológica. Hasta sus mascotas pueden ver a un veterinario.
“En esta entidad pública recibí sin tener que pagar un peso el apoyo de profesionales y el apoyo de mujeres que como yo necesitaban un abrazo”, recuerda Natalia sobre un proceso que, dice, le “cambió la vida”.
La mayoría de las mujeres
Un tercio de los 4 millones de mujeres que hay en Bogotá se dedica exclusivamente al cuidado de otros sin recibir un pago, según una encuesta sobre el uso del tiempo del Departamento Nacional de Estadística (DANE) colombiano.
O dicho de otro modo: 1,2 millones de mujeres en Bogotá dedican sus días a otros. El 90% de ellas es de bajos ingresos y 2 de cada 10 tienen enfermedades mentales o físicas. El 33% reporta “nunca tener tiempo libre”. No van al médico, no hacen ejercicio, no tienen –en general– amistadas. Y la mayoría, según el DANE, no termina el bachillerato.
“Durante décadas ese trabajo ha sido concebido por la división sexual del trabajo, que nos adjudicó a las mujeres el trabajo de planchar, cocinar y lavar”, dice Diana Rodríguez, secretaria de Mujer de la alcaldía de Bogotá.
Abogada y dedicada a los derechos humanos, Rodríguez lidera quizá el proyecto más celebrado de la administración de Claudia López, quien termina su periodo en diciembre y es criticada por el aumento de la inseguridad y del tráfico en la capital colombiana. “Por permitir que la sociedad sobreviva, las mujeres nos hemos descuidado a nosotras y hemos puesto en pausa nuestras vidas”, señala.
En promedio, las mujeres dedican tres horas al día a las labores de cuidar a otros, reporta el DANE. Y mientras 9 de cada 10 mujeres realiza algún tipo de trabajo de cuidado no remunerado, solo 6 de cada 10 hombres lo hace. La sociedad colombiana está llena de madres solteras. La mayoría de los homicidios, ahora y durante la guerra, son de hombres. Igual que los accidentes. Y hay muchos hombres que dejan a sus familias.
Las mujeres colombianas, como es común en la región, están sobrecargadas. Y las Manzanas, dice Rodríguez, “ayudan a descargar responsabilidades”. “De repente tienen tiempo para ellas sin culparse a sí mismas”. Las 20 Manzanas del Cuidado ya en funcionamiento en Bogotá y las 20 más que deberían, según el plan, desarrollarse durante la siguiente administración han recibido alabanzas de expertos en el tema.
Medellín y Cali quieren hacer sus centros. Montevideo, en Uruguay, va a instalar lavanderías para mujeres cuidadoras con base en el ejemplo bogotano. Los gobiernos de Santiago de Chile y de Argentina han mostrado interés en replicarlo.
“Estoy impresionada y asombrada, nunca he visto algo igual”, dijo la semana pasada Ai-jen Poo, directora de la Alianza Nacional de Trabajadoras del Hogar de Estados Unidos, una organización en favor de los derechos de los trabajadores domésticos, tras su visita a los centros. La premiada activista, que suele sonar como candidata a secretario del Trabajo en un eventual gobierno Demócrata, añadió: “Esto ha abierto mi imaginación frente a lo que es posible”.
“Huele a amor”
Desde que descubrió las Manzanas, Natalia aprendió a leer las cartas del tarot, a meditar y terminó sus estudios superiores. Ahora quiere montar una fundación de mujeres para atender a otras mujeres.
También descubrió que quiere ser actriz. Con otras diez usuarias de la Manzana de Bosa, hicieron una obra de teatro sobre sus historias, con protagonistas como “la dura”, que estuvo en las drogas y en la calle; “la ama de casa”, que se hartó de los roles de sirvienta y quiere terminar el colegio, o “la discapacitada”, que tiene “un cuerpo roto pero no doblegado”.
“Esto nos permite valorarnos, entendernos por lo que somos y no por lo que otros esperan de nosotros”, dice Natalia en la plazoleta redonda de la Manzana, mientras su madre toma clases de bicicleta y su hijo recibe clases de arte.
Luego, como parte del recorrido, entra al salón de lavadoras, donde les lavan la ropa a las madres mientras hacen sus actividades. “Aquí es donde nos consienten”, dice con gesto de ternura. “Nos entregan la ropa lavada, seca y doblada… huele delicioso, huele a amor”.
*Por Daniel Pardo
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