Manchester desafió al terror con un masivo concierto en homenaje a las víctimas
El encuentro, convocado por Ariana Grande, reunió a grandes figuras de la música unidas en un mensaje de resistencia
MANCHESTER.- "No vamos a entrar, pero no importa."
Con la convicción de plantarle cara al terror, muchos llegaron a esta ciudad de Gran Bretaña sólo para compartir el clima del One Love Manchester, el concierto solidario con que estrellas del rock internacional -y hasta un coro infantil de una escuela local- rindieron homenaje a las víctimas del terrorismo.
Fueron cientos, seguramente miles, los que, sin entradas ni posibilidad de conseguirlas, se quedaron fuera del estadio. Coparon calles, bares y parques, abiertos hasta tarde para dar acogida al rito que convirtió el espanto en esperanza. "Había miedo, ¡claro! Pero lo superamos", dijo uno de los responsables del enorme pub The Shamrock, uno de los tantos que se prestaron al mismo propósito: unirse, de algún modo, a un mensaje de resistencia.
Un retorno al "tranquilos y sigan adelante" que se repetían unos a otros durante los bombardeos alemanes en la Segunda Guerra Mundial. Esta vez, el mensaje llegaba a través de sus enormes televisores, que, en vez de deportes, transmitieron la fiesta.
Poco antes bullicioso, un silencio de madera se instaló en el mostrador del pub para acompañar el minuto de homenaje que, desde el escenario, abrió la noche.
Fueron momentos de emoción para esta ciudad de pasado duro, industrial y laborioso, como el de las abejas que son su escudo y, ahora, el tatuaje que exhiben, orgullosos, muchos de sus habitantes.
Con todos los presagios en contra, el atardecer -fresco y violáceo- se convirtió en energía y se templó con la más poderosa de las armas. La de la belleza. "Manchester no se rinde", gritaban en el estadio y coreaban en The Shamrock.
"Eso sí que valió la pena. Estuvo precioso", se escuchó en la ciudad. Hubo tensión contenida. La policía instaló un intenso operativo de seguridad. Las revisiones fueron interminables e inagotables las previsiones. Entre ellas, la prohibición de circular en auto por una amplia zona alrededor del estadio. Nadie lo dijo en forma expresa. Pero la sabiduría colectiva supo que era por temor a que se repitieran los "coches arma", como el que atropelló y causó muerte a las orillas del Támesis.
A 340 kilómetros y poco más de dos horas en tren de Londres, el espanto se volvió música y desafió el miedo en esta ciudad, más famosa por la intensidad de su pasión futbolística que por estas demostraciones de sentimiento colectivo. "Esto nos hace más fuertes", dijeron sus habitantes.
En un hecho inédito, y con una logística que desafió las dos semanas en que se montó, el concierto tuvo una audiencia global mucho mayor que las 40.000 personas que colmaron el estadio.
Fue visto en todo el mundo gracias a la retransmisión por televisión, páginas web y redes sociales. "Yo no veo miedo esta noche aquí, sino sólo resiliencia, amor y bondad", dijo Robbie Williams, una de las figuras de la noche.
La idea partió de Ariana Grande, una cantante norteamericana desconocida para muchos pero que, a sus 23 años, lanzó una fuerte convocatoria mundial. Fue tras su recital hace dos semanas -mucho más reducido- cuando ocurrió el estallido terrorista que causó la muerte de 22 personas.
"Siento la responsabilidad de hacer algo", dijo. Pocos apostaban a tanto. En medio del horror, supo encontrar el camino para devolver bien por mal.
Junto a Ariana Grande actuaron figuras de mucho peso. Además del propio Williams -cuyo tema "Angels" hizo llorar a mares y pareció convertirse en el himno de la noche-, estuvieron Pharrell Williams, Black Eyed Peas, Justin Bieber, mucho más centrado y conmovido de lo que habitualmente se muestra. Otro tanto podría decirse de Miley Cirus.
La banda británica Coldplay tuvo uno de los momentos estelares. También fueron de la partida la popular Katy Perry, con un atuendo llamativo, como suele ser su estilo, y los británicos Liam Gallagher y Take That.
Fue una cita solidaria. Para estar allí, más de uno tuvo que modificar agendas. "Es un honor estar aquí", dijo Bieber. El espacio cerca del escenario fue ocupado por adolescentes que asistieron al concierto original del pasado 22, aquel que terminó en tragedia.
"Es un momento muy movilizador -coincidió más de uno ante la pantalla-. Unidos somos más fuertes", decían los pocos carteles que fueron autorizados a llevar. En rigor, apenas unas hojas impresas en computadora. La policía había prohibido cualquier otra cosa.
Con valores que arrancaron en las 40 libras, las entradas volaron en minutos y sólo quedaban las destinadas a "donación de fondos", con valores por arriba de las 500 libras cada una.
Quedó claro, sin embargo, que la idea del concierto era mucho más amplia que el hecho de encontrarse presente. La audiencia era global. Pero valió la pena formar parte de la ciudad en esa noche de resistencia.
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