Octubre de 2008, Londres. Julio Aro viajó invitado por Tony Davies, un sargento mayor del Regimiento de los Guardias Galeses que peleó en la guerra de las Malvinas y actualmente es vicepresidente de la Asociación de Medallas del Atlántico Sur, a un encuentro de veteranos de Malvinas en Londres. Julio, que estuvo como conscripto en la guerra, no habla inglés y entre los soldados británicos se encontraba el coronel Geoffrey Cardozo, quien maneja muy bien el español por haberlo estudiado durante seis meses en la Universidad de Zaragoza y ofició de intérprete. Cardozo, que también estudió alemán e italiano, no se despegó de Aro durante toda su visita, traduciendo todos los diálogos con sus anfitriones.
Ya en el último día, Aro contó a los ingleses sobre su reciente viaje a Malvinas, donde había quedado muy conmovido por encontrar 121 tumbas de soldados argentinos no identificados, que descansaban con la leyenda "Soldado argentino solo conocido por Dios".
Julio contó allí: "Sepultamos a nuestros compañeros en tumbas de guerra o fosas comunes, y ahora están en Darwin, sin identificar. Es algo que me afecta y quiero cambiar por respeto al dolor de sus familias". En ese momento, el coronel Cardozo le dijo que podía ayudar a la identificación. Luego relató que en 1982 había recibido la orden de recoger y sepultar los 246 cuerpos de los soldados argentinos caídos durante la guerra en el cementerio de Darwin y que, incluso, tenía un informe donde detallaba ese trabajo con información precisa sobre las características de cada cuerpo, sus pertenencias y el lugar donde había sido encontrado entre otros detalles.
"No lo podía creer, la persona que estaba a mi lado como traductor desde hacía días era quien podía facilitar nuestra tarea para iniciar el reconocimiento de nuestros soldados sepultados en Darwin", relata conmovido el excombatiente. Y agrega: "A partir de ese momento y con la ayuda de la periodista Gabriela Cociffi y del propio Cardozo, comenzamos un titánico trabajo para lograr la identificación de esos cuerpos", señala.
Cardozo, que también participó en Irak de la Guerra del Golfo y de los enfrentamientos con el IRA en Irlanda del Norte, viene de una familia de militares. Sin embargo su labor en el ejército fue marcada por la diplomacia y la capacitación. De hecho, Cardozo no combatió en las islas, llegó apenas culminado el conflicto para contener a los soldados británicos y trabajar con ellos los problemas traumáticos post guerra que suelen aparecer y que pueden llevar a quien los padece al consumo de alcohol y otras adicciones. Allí se encontró con la labor que iba a cambiar su vida: sepultar a los argentinos caídos en combate.
El coronel destaca que las enseñanzas de su padre, el Capitán Mayor Freddy Cardozo, lo marcaron a fuego. Sobre todo por su actuación durante la Segunda Guerra Mundial, cuando fue condecorado como héroe por sus hazañas con la Resistencia francesa en el Macizo Central, donde fue lanzado en paracaídas en 1944.
Pero Geoffrey se enorgullece por un hecho puntual que relató a LA NACION. "Ocurrió a principios de junio de 1944. Freddy acababa de llevar a cabo una gran emboscada a una columna de vehículos alemanes, perteneciente a la División Das Reich, que corría hacia las playas de Normandía. Los únicos sobrevivientes fueron doce soldados alemanes. Los resistentes franceses decidieron a acabar con ellos disparándoles a sangre fría. Pero mi padre intervino de inmediato para evitar que llevaran a cabo lo que hubiera sido una carnicería. En consecuencia, los alemanes se salvaron, fueron convertidos en prisioneros de guerra y continuaron viviendo para contarles a sus hijos la historia de un hombre que los había salvado de una muerte segura", cuenta emocionado.
¿Cuánto influyó ese hecho cuando, en 1982, Cardozo tuvo que tratar con los cuerpos de los soldados argentinos, que solo unos meses atrás habían sido el enemigo? El militar está convencido de que hay que respetar los tratados y convenios de Ginebra que garantizan los derechos humanitarios de las personas que participan de un conflicto bélico. Pero aclara: "Nada supera lo que aprendimos en el seno de nuestras familias. Así debemos comportarnos en todos los ámbitos, con esos valores que nuestros padres nos inculcaron".
Aro volvió de Londres y creó la Fundación No Me Olvides, destinada a trabajar en la contención y ayuda a familiares de los caídos en Malvinas, pero por sobre todas las cosas, para lograr la identificación de los cuerpos de sus compañeros. Lo hacía en otro momento muy difícil de su vida. Tres días antes de partir a Inglaterra había fallecido Luis Eduardo, su hermano mayor.
A partir de ese momento, no quedó un solo pueblo, a lo largo del país, donde residiera un familiar de uno de esos 121 soldados adonde Aro no se haya dirigido para charlar, contener y tomar las manos temblorosas de muchas madres.
"Mi mamá, María Julia, me dijo una vez que si uno de esos cuerpos en Darwin hubiese sido el mío ella no hubiera descansado nunca hasta reconocerlo. Esas palabras me pusieron una meta, un objetivo y la fuerza necesaria para no parar hasta que reconozcamos al último compañero", dice Aro.
Días atrás, Aro y Cardozo se volvieron a encontrar en Londres. Ellos, junto a Cociffi y el mítico líder de Pink Floyd, Rogers Waters, fueron reconocidos con Dos Rosas por la Paz, por su incansable tarea para reconocer los cuerpos de los soldados argentinos. Ese reencuentro, que tardó diez años, fue simbólico. Ellos nunca dejaron de trabajar a la distancia hasta lograr que los gobiernos de Argentina y Gran Bretaña acordaran encomendar a la Cruz Roja Internacional una misión humanitaria que dio como resultado que hasta ahora se hayan identificado 90 de esos 121 cuerpos que descansan en Darwin.
"Los sepulté como si fueran mis hijos" dice Cardozo al referirse al trato que brindó a los cuerpos de los soldados argentinos. "Haber perdido la vida no significa que tengan que perder su identidad", resalta Aro.
Cardozo y Aro hoy viajaron a Malvinas acompañando a las familias de los 90 soldados identificados.
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