Magnicidio en Haití: un país en estado de sitio que no logra salir del shock
El gobierno le otorgó poderes a los militares para garantizar la seguridad en una nación que vive con tensión y a la expectativa de las noticia sobre el asesinato del presidente Moïse
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CARACAS.- “El presidente no se va”, prometió Jovenel Moïse en febrero en un mensaje grabado al país, tras denunciar un intento de magnicidio. El presidente haitiano, de 53 años, sabía muy bien que su cruzada contra oligarcas y gangsters en la nación caribeña le podía costar la vida.
El presagio que tantas veces adelantó a quienes le rodeaban finalmente se cumplió en la madrugada del miércoles, cuando un comando de mercenarios que hablaban español e inglés asaltó su vivienda en Puerto Príncipe para ejecutar a Moïse a sangre fría en su propio dormitorio, donde descansaba con su mujer, Martine.
El grupo armado actuó pasadas la 1 (hora local), al desplegarse en el barrio de Pélerin, donde vivía el mandatario. Con la zona bajo control, se lanzaron contra una vivienda que no reunía condiciones de seguridad: incluso expertos le habían recomendado al presidente que cambiara de ubicación después de que manifestantes la rodearan durante una de las protestas.
En las redes sociales circulan varios videos de la entrada de los mercenarios, pertrechados con armas largas y vestimentas militares, moviéndose sin ningún obstáculo. Los vecinos escucharon cómo los asaltantes se hicieron pasar por agentes de la DEA (unidad antidrogas de Estados Unidos) para que se apartaran de la zona. “¡Todo el mundo abajo, retrocedan!”, se escuchó gritar a los falsos agentes agentes.
De hecho, se ve a un uniformado inmovilizado en el suelo. Hasta ahora existen distintas versiones sobre si policías y militares que custodiaban la vivienda combatieron con los asaltantes.
Se trató de un “ataque altamente coordinado por un grupo altamente entrenado y fuertemente armado”, describió Claude Joseph, primer ministro interino. El gobierno declaró posteriormente el estado de sitio, tras un consejo de ministros extraordinario, con el que lo que se confiere a los militares poderes para garantizar la seguridad en un país que vivió con tensión y a la expectativa las noticia del magnicidio.
No obstante, Moïse se sentía seguro en su casa, incluso mantenía allí reuniones con sus principales asesores. “La protección era normal; eso sí, muy laxa”, confirmó a LA NACION uno de los colaboradores extranjeros del presidente asesinado.
Cierre de fronteras
República Dominicana, el país vecino, cerró sus fronteras y ordenó a sus funcionarios, según la prensa local, la entrada o salida de cualquier ciudadano colombiano procedente o entrante a Haití. El aeropuerto de Puerto Príncipe también fue clausurado por las autoridades.
Durante un tiempo se creyó que Martine Moïse, su mujer, había muerto producto de un balazo, pero fuentes gubernamentales aseguraron posteriormente que permanece en estado grave. La embajada de Estados Unidos anunció posteriormente que fue trasladada con urgencia a Miami. Los hijos del matrimonio también fueron llevados a un lugar seguro.
La batalla frontal de Moïse contra varias de las fortunas económicas del país han marcado todo su mandato, sumado a la confrontación de los últimos tiempos contra las bandas del crimen organizado y del narcotráfico. En febrero pasado denunció al país un intento de atentado, que venía acompañado de un golpe de Estado. “Felicito a los responsables de mi seguridad en el Palacio Nacional. El sueño de esta gente era atentar contra mi vida. Gracias a dios no hemos visto esto. Este plan ha sido abortado”, explicó el mandatario, quien señaló a un juez de la Corte de Casación, a la inspectora general de la Policía y a otras 20 personas.
En esta ocasión sus enemigos consiguieron por fin su objetivo y además en el peor momento posible: el primer ministro cesado, político cercano a Moïse, debía dar paso hoy mismo al primer ministro entrante, que pertenece a la oposición.
Otra cosa es quién ocupará la presidencia, cuando uno de los candidatos, el presidente de los jueces, acaba de fallecer por Covid-19. La alternativa es Joseph Lamothe, presidente de un Senado reducido, tras acabar el Parlamento su legislatura el año pasado. En el seno del gobierno se discute la candidatura de un presidente de transición que conduzca al país hasta el relevo después de las elecciones.
Para septiembre está programada la realización de la primera vuelta electoral, donde concurre el expresidente Michel Martelly, padrino político de Moïse, distanciados pero nuevamente juntos para acometer el final de su mandato. El referéndum constitucional, con el que se pretende dotar de más poderes a la presidencia para salir del limbo constitucional actual, también está previsto para esa fecha, con la segunda vuelta y las parlamentarias para noviembre.
Son unos comicios por los que Washington, aliado y benefactor de Haití, continúa apostando. “Estados Unidos aún considera que las elecciones de este año deben mantenerse. Facilitaría una transferencia pacífica del poder a un presidente recién electo”, recalcó el vocero del Departamento de Estado, Ned Price.
El Consejo de Seguridad de Naciones Unidas se reunirá este jueves a puertas cerradas para analizar la situación del país caribeño. Fuerzas de la Misión de Estabilización de la ONU (Minustah) se mantuvieron desplegadas desde 2014 a 2017 en su territorio.
Haití ha sufrido así una acción armada que retrotrae a América Latina al siglo pasado, en una “afrenta al conjunto de la comunidad de naciones democráticas”, denunció Luis Almagro, secretario general de la Organización de los Estados Americanos (OEA). En junio pasado, el helicóptero del presidente colombiano, Iván Duque, fue tiroteado cuando estaba a punto de aterrizar en Cúcuta, capital fronteriza con Venezuela. Los servicios de inteligencia del país cafetero atribuyen a la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (ELN), aliada de Caracas, la autoría del atentado.
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