Nicolás Maduro perdió frente a la abstención, pero se aseguró la mayoría de los escaños
CARACAS.- "Somos un país que quiere paz, diálogo, recuperación, armonía y respeto a nuestra autodeterminación ¡Estamos de pie, en batalla y en victoria". Ni celebración por todo lo alto ni resaca triunfal más allá de declaraciones que nada tienen que ver con la Venezuela de hoy. Nicolás Maduro asumió ayer como una "gran victoria" política el resultado de la farsa electoral montada por el chavismo, pese a unos datos pírricos que ni siquiera son confiables.
Las cifras aportadas por el Consejo Nacional Electoral (CNE) atribuyen una participación del 30,5% del censo electoral, algo más de seis millones de votos con el recuento casi acabado. La primera conclusión salta a la vista: la abstención "arrasó" con el 69,5%, sobre todo si se compara con el 71% de participación y los 14 millones de votos alcanzados en las elecciones parlamentarias de 2015, cuando se produjo el histórico triunfo de la oposición.
Expertos electorales estimaban, por el contrario, que sólo habrían votado entre el 25% y el 30% del electorado. El Observatorio Contra el Fraude, creado por el Parlamento, reducía aún más esa estimación para situarla en torno al 20%, unos datos apoyados por la soledad en las calles y los centros electorales semivacíos durante todo el día.
El bloque chavista consiguió el 68,4% de los apoyos y casi 4,3 millones de votos, frente a la principal alianza conformada por los grupúsculos autodenominados "opositores", con el 17,52% de los votos. A falta de los datos finales, el cálculo de los expertos es que de los 277 escaños, el chavismo se moverá entre 230 y 245.
"El régimen necesitaba una participación electoral masiva y una Asamblea con visos de pluralidad. Ninguna se ha conseguido. El 30% oficial refleja que incluso dentro del chavismo hubo abstención. Además la credibilidad del CNE ha quedado totalmente en entredicho", resume el experto electoral Jesús Castellanos.
"El chavismo, que tiene su voto potencial en cinco millones de personas, no logró movilizar por completo, pese a toda la maquinaria del estado y a los mecanismos de presión social, lo que le tiene que hacer reflexionar", destaca para LA NACIÓN Félix Seijas, director de Delphos.
Entre los escaños ya adjudicados figuran los dirigentes más cercanos a Maduro, comenzando por Cilia Flores, primera combatiente revolucionaria; su hijo Nicolás Ernesto y Diosdado Cabello, número dos de la revolución. Y los de casi siempre: el radical Mario Silva, la exministra Iris Varela, el economista Jesús Farías o el actor Roque Valero, entre otros.
La caída en el voto popular desde 2012 es aplastante, incluso si se compara con las presidenciales de 2018, a las que tampoco concurrió la oposición real. En mayo de ese año, fueron a las urnas el 48% de los votantes. Muy lejos quedan también los controvertidos 7,5 millones de votos alcanzados por el "hijo de Chávez" en 2013.
"La base popular que le dejó Chávez ha desaparecido gracias a la gestión desastrosa de Maduro en lo económico, con sus efectos destructivos sobre la sociedad. Hemos pasado de una democracia sometida a un déspota, que era Chávez, a una dictadura de nuevo tipo, no convencional. Maduro no es electo democráticamente y ejerce el poder sin freno ni control", detalla Luis Salamanca, exrector del CNE.
Fiel reflejo del escaso apoyo popular que conservan los bolivarianos se vivió también en las calles desiertas. Nada queda de las fastuosas fiestas en los alrededores del Balcón del Pueblo en el Palacio de Miraflores, habituales en tiempos de Hugo Chávez. Con Maduro se había pasado a concentraciones mínimas hasta el domingo, cuando el jefe chavista se conformó con una arenga agridulce dentro de un despacho después de haber votado de forma ilegal en un cuartel militar.
"Maduro votó en un centro protegido para no exponerse al rechazo público en el barrio popular de Catia. Tanto en el voto como en la celebración estuvo blindado por el poder militar. Maduro está sostenido y protegido por el poder militar, no tiene base social", concluye el politólogo Salamanca.
La coalición conformada por la versión falsa de la socialdemócrata Acción Democrática, el exgobernador chavista Henri Falcón y el evangélico Javier Bertucci superó escasamente un millón de votos en el primer boletín, castigados por su evidente cercanía al régimen bolivariano.
Tampoco le fue nada bien al grupo de diputados vinculados económicamente al empresario colombiano Alex Saab, testaferro de Maduro, quienes se conformaron con el 4,15%. La alternativa de extrema izquierda al PSUV, encabezada por el Partido Comunista de Venezuela, tampoco convenció a casi nadie: obtuvo el 2,7% de los sufragios.
"Se trató de un proceso completamente viciado desde su origen, con irregularidades documentadas en todas las fases del ciclo electoral", sentenció finalmente Transparencia Internacional.
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