Madera letal: la radiación de Chernobyl se esparce en forma de tala ilegal
Los pinos contaminados de la zona de exclusión se venden en Ucrania y Rumania, y luego de ahí al resto de Europa
PRIPYAT, Ucrania.- Por momentos, el camino abandonado que atraviesa el bosque resulta casi indiscernible, cubierto de restos de árboles caídos, enredaderas, hojas y musgo que se abre paso en las grietas del resquebrajado asfalto.
Es mejor evitar el musgo, nos dice nuestro guía, Artur N. Kalmykov, un joven ucraniano cuyo hobby es explorar la zona de exclusión establecida a perpetuidad en los alrededores del reactor nuclear de Chernobyl después de la catástrofe de 1986. Dice que al crecer, el musgo trae a la superficie la radiación contenida bajo tierra.
Pero por sobre todo nos advierte sobre el polvo que se levanta cuando hay viento, que puede estar cargado del letal plutonio.
A pesar del peligro -que actualmente es mínimo, salvo cuando sopla mucho viento- y del riesgo de ser arrestado, Kalmykov acá se siente como en su casa. "En Kiev, siento que la cabeza me explota", dice. "Acá puedo relajarme. En Kiev puedo salir de noche, pero este lugar es más interesante."
Pero lo realmente interesante que han descubierto Kalmykov y los otros "acechadores", como les gusta llamarse a estos veinteañeros miembros de una subcultura de exploradores no oficiales de los alrededores de Chernobyl, son los enormes rastros de deforestación en este bosque ostensiblemente protegido.
Kalmykov, un analista programador que descubrió esos claros deforestados mientras exploraba la zona los fines de semana, fue con su hallazgo a Stop Corruption, una de las asociaciones civiles que surgieron en Ucrania hace dos años, tras la revolución de Maidan, un evento que supuestamente daría paso a una Ucrania de gobierno transparente.
Y sin embargo, aquí, en el sector más contaminado de Ucrania, Stop Corruption asegura que la evidencia de los "acechadores" demuestra que los chanchullos de los burócratas que manejan la zona son tan florecientes como siempre. La asociación dice que aprovechando el efecto distractivo del 30° aniversario de la catástrofe, el 26 de abril, y la convulsión general en la que está sumida Ucrania, la agencia de control de la zona de exclusión hace la vista gorda ante la tala de árboles en Chernobyl.
La zona de aislamiento, como también se la conoce, es un círculo aproximado de 29 kilómetros de radio rodeado de alambre de púa. El acceso es estrictamente controlado, así que las delegaciones y visitas guiadas suelen recorrer sólo las rutas preestablecidas. Pero según Stop Corruption, fuera de esas zonas frecuentadas por los turistas y con el pretexto de cortar los árboles dañados por incendios se están talando grandes cantidades de pinos sanos para ser vendidos en Ucrania y Rumania, desde donde luego la madera es revendida al resto de Europa.
"Creíamos que se trataba de hechos aislados y de poca monta, pero cuando empezamos a investigar, nos encontramos con un problema sistémico de enormes proporciones", dice Vadim V. Vnukov, representante legal de la asociación.
Y según Vnukov, la madera venida de Chernobyl, si bien no brilla en la oscuridad, bien podría ser un peligro para los habitantes de una casa construida con ella. "El riesgo para la salud es más que claro", agrega el abogado. "Nos topamos con un sistema de corrupción que lleva décadas, y que se mantuvo más allá de los gobiernos."
Según los científicos, los actuales niveles de radiación en la zona son una cuarta parte de lo dañinos que eran para los humanos en el momento inmediato posterior a la explosión y el incendio. Las lecturas típicas en la zona arrojan unos 100 microsieverts, comparables con la radiación que recibe un pasajero de avión en un vuelo transatlántico.
Pero el peligro acecha: si se acerca el contador Geiger al musgo, empieza a zumbar como una afeitadora eléctrica. "No es tan peligroso como parece", dice Kalmykov, y se encoge de hombros. "Lo que pasa es que algunas personas son radiofóbicas."
Al ser entrevistado en sus oficinas de Kiev, Vitalii V. Petruk, director de la agencia de control de la zona de exclusión, negó que haya tala ilegal desde que accedió a su cargo, en septiembre pasado. Pero desde la revolución de Maidan, es el quinto director de la agencia, que, al igual que el resto de los organismos de Ucrania, está en estado de cambio permanente. Petruk es un flagrante defensor de aumentar las actividades comerciales en la zona, incluida la actividad forestal.
"¿Cómo transformar nuestra vergüenza en un beneficio?", se pregunta. Y su respuesta es "zona de cambio", una propuesta de su agencia para aumentar la tala para alimentar con viruta una planta de energía de biomasa en la región, y así depender menos del gas natural ruso.
La zona de exclusión, un concepto importante para la industria nuclear, implica aislar los alrededores de un accidente en una planta nuclear para así limitar su peligrosidad. Menos de 200 personas quedaron en la zona después de una evacuación de más de 100.000 habitantes. Los elementos radiactivos se degradan a intervalos predecibles, llamados "semividas", que son sumamente variables.
Pero la actividad forestal en un bosque posapocalíptico podría plantear numerosos riesgos para la salud. Los árboles, al igual que el musgo, absorben la radiación del subsuelo. Además, la tala al ras remueve el suelo, levanta polvo radiactivo y acelera la erosión. En determinado punto del camino, el bosque se abre a un claro de varias hectáreas, talado entre pinos saludables, aunque cerca de un sector quemado. "Miren, los pinos sanos no los tocaron", dice Kalmykov, y señala un monte de árboles ennegrecidos y todavía en pie.
"Durante el cambio de gobierno, como nadie prestaba atención, no perdieron el tiempo para hacer dinero", dice respecto de los leñadores. "Todo el mundo lo sabe."
Un leñador sudoroso y con la cara cubierta de viruta dice que corta los árboles que sus patrones de la agencia de control le marcan. "Yo no decido. Son ellos los que dicen que los árboles quemados no hacen falta."
Cuando le preguntamos si no lo preocupa la radiación, dice que no, porque la radiación ya se asentó en lo profundo del suelo. "Aplanamos todo para que no salga", dice pateando el suelo con sus botas. "¿Quieren comprar madera?"
Traducción de Jaime Arrambide
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