Macron se mantiene como favorito, pero le espera una Francia dividida
Si bien los sondeos ven al presidente como un casi seguro ganador, su gestión de gobierno podría verse obstaculizada por un Parlamento dividido
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PARÍS.– A una semana de la primera vuelta de las elecciones presidenciales francesas, la reelección de Emmanuel Macron parece casi asegurada. No obstante, contrariamente a lo que sucedió en 2017, es probable que deba gobernar con una Asamblea fracturada y un país extremadamente dividido.
La tragedia ucraniana casi lo hace olvidar, pero el domingo 10 de abril se realizará en Francia la primera vuelta de unas elecciones en las cuales Francia elegirá a su próximo presidente. En fin, nuevo, probablemente no: porque casi nadie tiene dudas de que volverá a ser Emmanuel Macron. Desde el comienzo, el actual mandatario lleva una sensible ventaja a todos los demás candidatos, y la guerra en Ucrania reforzó aun más su posición. Los últimos sondeos del Instituto Elabe le dan 28,5% de intenciones de voto en la primera vuelta, muy lejos de la segunda candidata, Marine Le Pen, del partido de extrema derecha Reunión Nacional (22%).
Pero los franceses viven una campaña extraña. Una vez más, los candidatos son numerosos: 12 precisamente, entre los cuales muchos no tienen ninguna posibilidad, y que van desde los defensores del mundo rural a los inevitables trotskistas.
Es también una extraña campaña porque, si bien Macron siempre tuvo intenciones de representarse, esperó largo tiempo para hacerlo oficialmente. Hasta el 17 de marzo no había presentado ningún programa al cual sus adversarios hubiesen podido oponerse.
Por esa razón, la campaña presidencial se focalizó en el expolemista de ultraderecha Eric Zemmour, obsesionado por su “Francia de antaño perdida”, una Francia donde todo o casi todo es un mito, y que lo llevó a perder terreno rápidamente, sobre todo después de haber cantado loas a Vladimir Putin y oponerse a la acogida de refugiados ucranianos. Y después, cuando por fin Macron oficializó su candidatura, y hubiese podido transformarse en blanco de sus adversarios, la guerra en Ucrania eclipsó todo.
Por último, es una extraña campaña porque, una vez más, no habrá duelo entre las formaciones clásicas de centroizquierda y centroderecha. El espacio que ocupaba en el pasado la izquierda se ha transformado en un agujero negro. La candidata oficial del Partido Socialista (PS), la alcaldesa de París Anne Hidalgo, tiene apenas 1,5% de intenciones de voto. Los Verdes no consiguen ocupar ese lugar con el ecologista Yannick Jadot, paralizado alrededor del 4%, víctima de las eternas peleas entre verdes franceses, incluso en plena campaña. En cuanto a la extrema izquierda de Jean-Luc Melenchon, fiel adorador de Fidel Castro, con menos de 15% de intenciones de votos, apenas se ubica en tercera posición.
En el espectro superpoblado de la derecha, Valérie Pecresse (8,5%) no consigue imponerse. La candidata de Los Republicanos (LR), el partido de centroderecha del expresidente Nicolas Sarkozy, está atrapada entre la extrema derecha de Le Pen y Zemmour (9,5%) y el centro liberal, donde Emmanuel Macron ocupa sólidamente el terreno.
En esas condiciones, es más que seguro que Emmanuel Macron estará presente en la segunda vuelta del 24 de abril y, casi tan probable que resulte victorioso, cualquiera sea el adversario que lo enfrente. Según el sondeo de Elabe, Macron ganaría frente a Le Pen con 53% contra 47%, aun cuando la diferencia se haya reducido en los últimos días.
En momentos en que una sangrienta guerra trastorna a Europa, la mayoría de la población francesa no tiene demasiadas ganas de cambiar de presidente. Y si bien sus adversarios han tratado de pintar como un fracaso político el hecho de que ninguno de sus contactos con Vladimir Putin haya dado resultados positivos, la mayoría de sus conciudadanos reconoce sus esfuerzos, así como su papel de líder de una Unión Europea (UE) donde Francia asegura hasta el mes de julio la presidencia rotativa. Los especialistas llaman a eso “efecto bandera” y el joven mandatario lo sabe muy bien.
Emmanuel Macron será pues reelecto casi con seguridad. Pero la verdadera cuestión es cómo podrá gobernar. En las elecciones legislativas del 12 y el 19 de junio, difícilmente pueda reproducir la hazaña de hace cinco años cuando, sorpresivamente y transgrediendo todas las tradiciones políticas consiguió obtener la mayoría absoluta en el Parlamento, con su recién creado partido, La República en Marcha (LREM). Hoy, LREM es una formación fragilizada que bien podría desmoronarse. Solo basta observar la cantidad de candidatos presidenciales, para comprobar hasta qué punto la tendencia a la división está profundamente arraigada en la tradición francesa. Y esa tendencia debería manifestarse en la composición del nuevo Parlamento.
Otras dos características están también sólidamente ancladas en el espíritu francés: la resistencia a las reformas y la atracción por la violencia callejera “revolucionaria”, como lo ilustró el episodio de los “chalecos amarillos”. Y Macron promete llevar adelante las reformas que la pandemia de Covid le impidió imponer.
Durante un mitin en el distrito parisino de La Défensa, Macron alertó este sábado sobre el “peligro extremista” y desplegó un discurso más social. Defendió las medidas adoptadas para frenar el alza de la inflación, pero prometió una prima de “poder adquisitivo” de 6000 euros para los trabajadores.
Alejandro Magno dijo una vez que tenía menos miedo de un ejército de leones dirigido por un cordero, que de un ejército de corderos dirigido por un león. En el arte de la guerra, probablemente sea cierto. En política, por el contrario, un líder fuerte puede encontrarse paralizado por un país refractario.
En Francia, esos casos se produjeron varias veces. El movimiento de Mayo del 68, por ejemplo, transformó en cenizas los esfuerzos desplegados durante años por Charles de Gaulle para reducir la deuda externa y reactivar las finanzas francesas. La inflación y las devaluaciones recomenzaron y aquel fracaso desmoralizó al presidente, mucho más que el referéndum que perdió al año siguiente.
Si Emmanuel Macron fuera obstaculizado por un Parlamento opositor, o por una sociedad rebelde, no solo será un problema para Francia, también lo será para la Unión Europea. La guerra en Ucrania demostró una vez más la importancia de un sólido liderazgo en el bloque. El debilitamiento de uno de sus Estados más poderosos es, en consecuencia, la última cosa que necesita.
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