Coronavirus: los líderes globales, en la mira por su gestión de la pandemia
PARÍS.– "La política es la capacidad de prever lo que sucederá mañana, la semana próxima y el mes que viene. Es también la capacidad de explicar, después, por que no sucedió", decía Winston Churchill con su habitual cinismo. La máxima, que podría resumirse en "gobernar es prever y comunicar", no parece haber servido demasiado a los líderes actuales, en su gran mayoría criticados por sus opiniones públicas, por la gestión de la pandemia del nuevo coronavirus .
Pocos son, en efecto, aquellos dirigentes que, después de la aparición del nuevo virus en China a fin del año pasado, tomaron consciencia de la verdadera magnitud del acontecimiento. Para ello, hubo que esperar hasta marzo tanto en Europa como en el resto de los continentes. Casi nadie fue capaz de preparar su país a la progresión inexorable de la epidemia y supo explicar la amplitud del shock económico que inevitablemente sucederá a las drásticas medidas de confinamiento actuales.
Como sucedió siempre en la historia de las pandemias, cada uno a su manera, herederos de una tradición cultural, los gobernantes reaccionaron en orden disperso. Los populistas se absolvieron de toda responsabilidad y denunciaron complots extranjeros; los demócratas trataron en lo posible de decir la verdad. Sin embargo, acusados de imprevisión y de reacción tardía, pocos son aquellos que hasta ahora recogen el aplauso de sus administrados.
El único que, por el momento, parece afrontar el infierno en forma decente es el que nadie esperaba: el premier italiano, Giuseppe Conte. Eficaz, determinado, tranquilizador, fue el primero en Europa que puso a todo su país en "zona roja" para intentar detener la epidemia y aliviar los hospitales desbordados.
Muy criticado por los italianos al principio de la crisis, que consideraban exageradas las medidas adoptadas, Conte encontró los argumentos necesarios para darle sentido a su acción. El diario La Repubblica lo ve hoy "metamorfoseado" y los sondeos le dan 61% de opiniones positivas, 13 puntos más que hace un mes.
Si hay alguien que nunca se metamorfoseó es Angela Merkel . La canciller alemana administra la crisis del mismo modo que las dos anteriores que tuvo que enfrentar, la del euro y la de los migrantes: con sangre fría y ponderación. Sus conciudadanos, sin embargo, le critican una excesiva pasividad.
Tal vez se deba a su formación de científica, pero Merkel fue la primera en haber reconocido públicamente la amplitud de la epidemia: "Entre 60% a 70% de los alemanes podrán contaminarse", advirtió. No obstante, la canciller no tomó inmediatamente las medidas que exigía ese diagnóstico.
En su defensa, muchos argumentan que la estructura federal del país confía a los Landër, más que al Estado central, la responsabilidad de la salud y el orden público. Lo cierto es que Alemania fue uno de los últimos países de Europa donde las escuelas cerraron las puertas y las reuniones públicas seguían autorizadas en ciertas regiones. En todo caso, 89% de los alemanes reconocen que el equipo de gobierno ha hecho un buen trabajo, mientras 75% de los encuestados aprueban la gestión de la canciller.
Estos últimos días, Emmanuel Macron dio la imagen de un dirigente mucho más determinado que su homóloga alemana. Pero el presidente francés tardó en tomar las medidas necesarias, permaneciendo varios días en la negación. Hasta el 10 de marzo seguía descartando, por ejemplo, toda decisión "a la italiana". Hubo que esperar al 12 de marzo para que alineara el país con su vecino transalpino y pusiera a la población en estado de urgencia. Contradicción mayor: el mandatario decidió seguir adelante con la primera vuelta de las elecciones municipales, el 15 de marzo, después de decretar el confinamiento.
Los franceses reconocen su acción cotidiana en la crisis, pero Macron es objeto de violentas críticas debido al estado de la estructura sanitaria del país, con hospitales al borde de la saturación, enfermos graves que deben ser trasladados a otros países para ser tratados (Luxemburgo o Alemania), ausencia de barbijos, respiradores, medicamentos e insumos médicos. Antes de la crisis, los hospitales franceses, cuyas estructuras en zonas aisladas cerraban una detrás de otra, estuvieron durante meses en huelga, exigiendo mejores sueldos, más personal e infraestructuras.
Críticas en España
Las críticas son aun más violentas en España, donde el primer ministro, Pedro Sánchez, esperó hasta el 14 de marzo para instaurar el estado de emergencia cuando su país ya era, después de Italia, el más golpeado por la pandemia en Europa.
Pero el líder que probablemente salga peor parado de esta crisis en el Viejo Continente es Boris Johnson, que resulté infectado . El primer ministro británico es criticado por su cinismo después de haber declarado que "muchas familias perderían a sus seres queridos" por culpa del Covid-19 y, al mismo tiempo, alentó la difusión del virus en la población optando por la teoría de la "inmunidad de grupo".
Esa posición, imitada un tiempo por Holanda y por Suecia hasta ahora, no sorprende a los historiadores.
"Es muy interesante la reacción de Johnson frente a la pandemia. En el siglo XIX, el único país que rechazó con obstinación las estrategias ‘contagionistas’ (confinamiento, cierre de fronteras, etcétera) y defendió la libertad de circulación de personas y mercaderías fue Inglaterra en nombre de la supervivencia económica del país y de su imperio", analiza el historiador de Ciencias Biológicas Laurent-Henri Vignaud.
Las cifras de contaminados y muertos en su país obligaron al premier a hacer marcha atrás. A pesar de numerosas críticas, ese gesto fue reconocido por sus administrados quienes, en un reciente sondeo, le otorgan 72% de opiniones favorables.
Marchas y contramarchas también son la costumbre de Donald Trump. Únicamente preocupado por evitar el derrumbe de la economía, el jefe de la Casa Blanca llegó en un principio incluso a sugerir que unas cuantas muertes provocadas por el Covid-19 eran preferibles a las decenas de miles que causaría un derrumbe de la economía. Después tuvo que cambiar de opinión. Los sondeos demuestran que sus seguidores republicanos siguen manteniéndole su confianza, mientras que grandes sectores de la población lo acusan de improvisación y lo consideran culpable de la envergadura de la crisis. Las elecciones presidenciales de noviembre próximo darán el veredicto final.
Durante los próximos meses, todos los dirigentes del planeta deberán hacer frente a una situación cada vez más extrema. Los regímenes autoritarios, como los de Irán, Siria, Arabia Saudita, Egipto e incluso Rusia, lo harán ocultando la verdad a sus administrados y acallando los reclamos. Los populistas tergiversando los hechos. Los otros podrían inspirarse -una vez más- de la sabiduría de Churchill quien, durante su lucha contra la Alemania nazi aconsejaba a sus compatriotas: "¡Cuando atraviesen el infierno, continúen!".
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