Los venezolanos en la Argentina, entre la ilusión de regresar a su país y el temor a otra frustración en las elecciones
De los 220.000 migrantes en el país, menos de 3000 pudieron inscribirse para votar el domingo en la embajada; la comunidad se debate entre la incertidumbre y la expectativa de un cambio
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En el exilio, la patria se convierte en un fantasma que acompaña día y noche. Así lo percibe Richard Duque, un venezolano de 29 años que emigró a la Argentina en 2018 y desde entonces piensa en su país con una mezcla de esperanza, escepticismo y desilusión.
“Cuando emigras, una parte tuya queda en el limbo, y por más logros que alcances en el extranjero, siempre sabes que no estás en tu hogar. Esto significa que el deseo de volver a tu tierra y tus raíces siempre están” dijo a LA NACION. “Si la oposición gana este domingo, si algo cambia, entonces sí regresaría a mi país. Quizás no inmediatamente porque Venezuela está destruida y su reconstrucción puede llevar años, incluso décadas. Pero, sin duda, volvería con un cambio real de gobierno”.
Las elecciones de este domingo en Venezuela están en la mira del mundo, pero especialmente de los casi ocho millones de emigrantes venezolanos que fluctúan entre la esperanza y la frustración. Según las encuestas más recientes, el candidato opositor Edmundo González Urrutia -promovido por María Corina Machado- conseguiría una amplia ventaja frente al actual presidente, Nicolás Maduro. Esto genera grandes expectativas de cambio, aunque también preocupación de que Maduro no reconozca los resultados y se desate una crisis, tras su advertencia sobre un posible “baño de sangre” si pierde.
Los emigrantes representan el 25% del padrón electoral, pero solo 60.000 venezolanos en el extranjero podrán votar según datos oficiales, debido a las numerosas trabas impuestas por el chavismo, que, según los expertos electorales, busca a toda costa impedir que ejerzan su derecho al voto, ya que se calcula que la mayoría son antichavistas. En la Argentina, hay 220.000 venezolanos radicados, pero solo 2638 lograron anotarse para votar este domingo.
Duque tiene fe. Dice que los venezolanos exigen un cambio de gobierno urgente. “Sin embargo, nos enfrentamos a un monstruo que va a hacer hasta lo imposible por permanecer más tiempo ahí”, comenta. “Es una guerra entre David y Goliat, pero recordemos cómo termina esa historia…”.
La última gota de esperanza
Miguel Ángel Martínez, de 28 años, llegó a la Argentina en agosto de 2017 para una estancia de 28 días debido a la enfermedad de su hermana. Junto a su madre, viajó por tierra hasta Manaos, Brasil, donde tomaron el único vuelo que podían pagar hacia Buenos Aires. En ese tiempo, miles de personas huían de la crisis humanitaria y la represión en Venezuela.
Como dirigente político del partido de María Corina Machado en el estado de Falcon, Martínez había sido víctima de amenazas y reprimendas, hasta que tuvo que escaparse. Después de unos días en Buenos Aires, decidieron quedarse unos meses mientras esperaban una mejora en la situación. Pero esos meses se convirtieron en años. Sus otros hermanos también salieron de Venezuela, y la familia se fragmentó.
“Hoy Maduro representa el hambre y la miseria. Es la principal razón de la fragmentación de las familias venezolanas. Pero las elecciones dan esperanza, con el pueblo venezolano movilizado, los exiliados impulsando el cambio y la comunidad internacional apoyando a una sociedad que merece vivir en paz, libertad y democracia”, dice a LA NACION. “La esperanza de los venezolanos es una fuerza subversiva para el chavismo y esas esperanzas están puestas en esta elección”.
Aproximadamente uno de cada cuatro venezolanos huyeron del país para escapar de la crisis económica y política, según las Naciones Unidas. Pero esta cifra podría aumentar: algunos sondeos señalan que alrededor de un cuarto de la población tienen planes de irse del país este año. De ese grupo, la mayoría condiciona su decisión al resultado electoral: afirman que se irán si Maduro resulta electo para un tercer periodo.
Incertidumbre
Oscar Cedeño es traductor y chef. Llegó a la Argentina hace un mes en busca de la estabilidad y paz mental que perdió en Venezuela. Atrás dejó a su familia y a su patria. A sus 43 años, ve a su mujer y a sus hijas solo a través de la pantalla de su celular. Por eso, las elecciones del próximo domingo podrían ser decisivas para él y para su familia.
“Quiero traerlas lo antes posible”, dice a LA NACION. A diferencia de Martínez, tiene menos esperanza en el futuro de su país. En cambio, ve su regreso como un hecho lejano: “Cuando mi país ofrezca seguridad, desactive bandas criminales, mejore la educación, invierta en salud pública, castigue la corrupción y encarcele a los culpables, solo ahí podré regresar a la Venezuela que conocí antes de la ‘peste roja’”.
Isabel Ramos, una venezolana profesora de música en Buenos Aires, vive en un estado de impotencia y esperanza. Dice estar pasando “por un cóctel emocional muy grande” ante la situación del domingo. “Quiero opinar, pero al mismo tiempo me siento dividida. Mi cerebro dice una cosa y mi corazón otra”.
Ramos fue a inscribirse tres veces a la embajada en la calle Luis María Campos 170, pero sus intentos fueron en vano. “Hasta la voz empiezo a perder cuando hablo de este tema porque estamos en una burbuja, y quién sabe qué va a pasar”, admite. “Por un lado te llenás de frustración, pero al mismo tiempo me da mucha esperanza ver que el país despertó, que está muy activo y poniéndole ganas para un cambio”.
La diáspora venezolana está lista para movilizarse este domingo con manifestaciones organizadas en aproximadamente 80 ciudades alrededor del mundo. En la Argentina habrá varios focos en las provincias de Buenos Aires, Córdoba, Santa Cruz y Mendoza.
Según definió el Consejo Nacional Electoral venezolano, se habilitarán solo cinco mesas de votación, que deberán funcionar el domingo desde las 6 hasta las 18, y seguirán abiertas si permanecen electores en fila esperando para votar.
“Estas elecciones son posiblemente las más importantes en la historia política reciente de nuestro país”, dice Charbel Najm, coordinador regional del partido político Primero Justicia para toda América Latina.
“Nos jugamos la posibilidad de que Venezuela vuelva a ser un país con un sistema democrático o que continúe en el estancamiento”, dice este venezolano que llegó a la Argentina en 2015 tras vivir las intensas protestas en Venezuela en 2014, donde él y sus compañeros fueron víctimas de represión y persecución.
Dice que, pase lo que pase, habrá un cambio político. “Un fraude electoral enfrentaría a una ciudadanía movilizada y a la comunidad internacional, incluidos países como Brasil y Colombia, que han instado a respetar las garantías en Venezuela. Si Maduro no reconoce los resultados, enfrentará presión interna y rechazo regional, lo que podría provocar una posible transición”, agrega.
Esta semana, Colombia y Brasil han decidido no enviar delegaciones de observadores para las elecciones y expresaron preocupación por la falta de garantías democráticas en el proceso electoral.
Los que no volverán
Omar Zambrano tiene otra visión. Emigró a la Argentina en 2016 por la crisis económica, la censura, la inseguridad y la falta de futuro en Venezuela. Participó en las protestas estudiantiles de ese año y fue testigo de la represión extrema. La falta de oportunidades y la sensación de un futuro inviable lo llevaron a buscar un nuevo horizonte: llegó a Buenos Aires y fundó Latin Vox Machine, una orquesta que unió a músicos refugiados y migrantes, principalmente de Venezuela, en la Argentina.
“Es difícil ser optimista. El régimen utiliza las elecciones para mantenerse en el poder, distorsionando el proceso y anulando cualquier posibilidad de cambio real. Es como el cuento de Pedro y el lobo, donde la esperanza siempre termina en desilusión,” dice a LA NACION. “Sin embargo, respeto a quienes aún creen en un cambio, porque vivir sin esperanza es vivir sin propósito”.
Para él, las redes de corrupción y narcotráfico que sostienen al régimen son un obstáculo casi insuperable. “Cambiar la mentalidad asistencialista y el culto a la personalidad de la población será un desafío enorme”, advierte.
“Como dice el refrán, Roma no se hizo en un día”, agrega Juan Pablo Correa Feo, de 54 años.
Correa Feo encontró estabilidad en la Argentina, y ahora es parte del 53% de inmigrantes venezolanos que trabajan en sectores de peso, según un informe de la OIM.
Venezuela representa otro tipo de fantasma para él. “Definitivamente no volvería. Me vine a la Argentina y acá eché raíces. De volver solo sería de vacaciones. Porque volver implicaría abrir procesos que todo migrante cierra al cambiar de tierra, de hogar”, dijo.
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