Los últimos hablantes de arameo luchan para que no desaparezca la lengua de Jesucristo
El idioma que predominaba en los tiempos bíblicos hoy es hablado por poco más de medio millón de personas, y la mayoría está en la diáspora
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Talitá, kum (“Niña, levántate”), le dice en arameo el sacerdote iraquí, de rito siriano ortodoxo, Lorans “Jorge” Bahnam, de 32 años, a su pequeña hija Belén, de diez meses, cada vez que la despierta en su cuna, en la casa de la localidad de Frías, sudoeste de Santiago del Estero.
La frase cotidiana en la vida de cualquier familia tiene la particularidad de corresponder exactamente a una cita del evangelio de San Marcos 5,41, dicha por Jesucristo en el relato del milagro de la resurrección de la hija del jefe de una sinagoga.
Aunque existen varios dialectos, el idioma arameo tiene la particularidad de conservarse prácticamente sin modificaciones desde los tiempos bíblicos, por lo que algunos hablantes de pleno siglo XXI probablemente se comprenderían en su lengua con Jesucristo. Pero la persecución contra los cristianos y la guerra, una amenaza más grave que el paso del tiempo, pone ahora en riesgo la supervivencia de este idioma de al menos 3000 años de antigüedad que va perdiendo fuerza en las nuevas generaciones de la diáspora.
“El arameo era uno de los principales idiomas del antiguo Medio Oriente. Pero desde la Edad Media ha sido reemplazado en gran parte por el árabe y la cultura islámica. Sin embargo, sobrevivió hasta los tiempos modernos entre las comunidades cristianas”, afirmó Geoffrey Khan, lingüista especializado en idiomas semíticos de la Universidad de Cambridge.
“Pero, lamentablemente, muchos idiomas en el mundo están experimentando la misma suerte que el arameo y ahora están en peligro. Las estadísticas son aterradoras. Algunos estiman que hasta un 90% de los idiomas que se hablan actualmente se extinguirán para fines de este siglo. Esto es mucho mayor que las tasas de extinción de especies biológicas, actualmente el 7% de los mamíferos y el 3% de las aves en el peor de los casos”, señaló Khan.
Hoy día se estima que entre 500.000 y 900.000 personas hablan en el mundo alguno de los dialectos de la lengua de Jesucristo. Los lingüistas consideran que un conjunto de 100.000 hablantes es el mínimo para la supervivencia de un idioma, pero en el caso del arameo la dispersión favorece que las nuevas generaciones prefieran utilizar el árabe o las lenguas de su país de residencia.
Actualmente se habla arameo en Siria (Qamshli, Yabadin, Maalula), Irak (Bajdida, Bartle, Tel Escof, Ankawa y aldeas del norte), Turquía (Tur Abdin, Mardin, Mediat) y algunas aldeas en Irán.
Varios libros bíblicos fueron escritos en arameo, como Daniel y Esdras, en el Antiguo Testamento, y también el evangelio según San Mateo. Incluso en la versión en español, el Nuevo Testamento conserva frases dichas por Jesús en su lengua, además de “Talita kum!”, como cuando muere en la cruz y exclama: “Eli, Eli, lama sabactani?” (Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?), Mateo 27,46.
Los expertos creen que así como en la actualidad hay países donde la gente común es bilingüe o políglota, como ocurre en Paraguay (con el español y el guaraní) o en España (donde se habla castellano y lenguas locales), en el siglo primero el arameo era el idioma nativo en Galilea, pero Jesús además dominaba hebreo (la lengua religiosa de los judíos), y griego (la lengua administrativa de aquellos tiempos). “De hecho, probablemente se debe haber entendido en griego en su diálogo con el gobernador romano Poncio Pilatos”, comentó a LA NACION el arzobispo de origen sirio, monseñor Crisóstomo Juan Gassali, vicario patriarcal para la Argentina de la iglesia siriano ortodoxa.
Pero la guerra amenaza con convertir al arameo en una lengua muerta, como es hoy el latín.
“Cuando los jihadistas de Estado Islámico llegaron para formar su califato en 2014, junto con mi esposa Suha, huimos de nuestra ciudad de Bajdida, en Nínive, Irak”, recordó en diálogo con LA NACION el padre “Jorge” -nombre sacerdotal en la Argentina-. “Ya mi mujer había sobrevivido a un ataque terrorista a un ómnibus y no queríamos volver a atravesar una situación así”, señaló. Así, mientras sus padres huyeron a Suecia, la iglesia destinó al padre Jorge a la provincia argentina de Santiago del Estero, donde nacieron sus dos hijos -de 4 años y de diez meses- y donde es el encargado pastoral de un centenar de familias de origen sirio. “Los argentinos no siempre valoran este enorme privilegio de poder vivir en paz y con libertad para profesar su fe”, reflexionó.
Para monseñor Crisóstomo, llegado a la Argentina en 2013, “la Peshitta -la Biblia en arameo- y la liturgia fueron el principal factor unificador y conservador para mantener el mismo idioma, incluso con su propio alfabeto, desde los tiempos de Jesús”.
Así como los católicos tienen escuelas abiertas a la población en general, la Iglesia Siriano Ortodoxa cuenta con colegios en Medio Oriente y en varios países donde se transmite el arameo a las nuevas generaciones.
“Pero cuando hablo con amigos de la diáspora, muchos me dicen qué lindo sería volver a encontrarnos en Siria o Irak, y conversar en nuestro idioma”, dijo monseñor Crisóstomo con nostalgia. “Hoy en día todo está un poco más calmo en nuestros países, pero la infraestructura está destruida así que es muy difícil que regresen los refugiados. Además, yo viví la guerra en Damasco, Siria, entre 2011 y 2014 y sabemos que la situación siempre es imprevisible. Nuestro arzobispo de Aleppo fue secuestrado en 2013 y sigue desaparecido ¡Cuántas veces nos despedimos de alguien sin saber si lo íbamos a volver a ver! Pero la guerra es así, no tiene códigos. Por eso solo Dios sabe qué va a pasar con nuestra cultura y nuestro idioma”.
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