Los últimos días del líder del Grupo Wagner, entre la huida y la desesperación por demostrar que aún mantenía el control
Antes de sus muerte por la sospechosa caída del avión en el que viajaba, Yevgeny Prigozhin recorrió su emporio bélico global, sobre todo en países de África
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NUEVA YORK.– Yevgeny Prigozhin pasó sus últimos días haciendo planes para el futuro. El viernes de la semana pasada, el avión privado del empresario de la guerra aterrizó en la capital de República Centroafricana para tratar de retener a uno de los primeros Estados clientes de su mercenario Grupo Wagner. Su emporio africano había llegado a alcanzar a 5000 tropas desplegadas por todo el continente.
En el palacio presidencial ribereño de Bangui, la capital, Prigozhin le dijo al presidente Faustin-Archange Touadera que su fallido motín de junio en Rusia no le impediría seguir enviándoles nuevos combatientes e inversiones a sus socios comerciales de África Central, según tres personas familiarizadas con el contenido de la reunión.
Poco después, un helicóptero de los Wagner aterrizó cerca de allí con cinco comandantes de las Fuerzas de Apoyo Rápido de Sudán, una milicia insurgente que dependía de la agrupación mercenaria de Prigozhin para librar su batalla contra el gobierno de ese país. La delegación había viajado a Bangui desde la provincia de Darfur con un regalo para Prigozhin, que les había suministrado misiles tierra-aire: lingotes de oro de las minas que sus mercenarios habían ayudado a asegurar en el oeste de Sudán, arrasado por la guerra.
Poco después, en su camino de regreso a Rusia, Prigozhin hizo una parada en Mali y recorrió el espacio aéreo de los Estados clientes que estaba tratando de sacar del control del Kremlin. Era un tour de despedida que el jefe mercenario de 62 años no sabía que estaba haciendo.
El miércoles pasado, la caída del avión Embraer Legacy 600 que transportaba a Prigozhin y sus máximos lugartenientes a menos de 80 kilómetros de una de las residencias de Putin a orillas de un lago puso fin a la competencia internacional que se venía desarrollando en silencio desde hacía dos meses, con el Kremlin y el autodenominado oligarca militar compitiendo por conservar su influencia en los países que contrataban los servicios de los mercenarios Wagner.
Prigozhin vivía desde hacía años prácticamente en fuga, usando pelucas y postizos para hacerse pasar por militares árabes barbudos y así poder recargar el combustible de su avión en los pocos aeropuertos que le concedían permiso para aterrizar.
Finanzas, minería y caballos
El grupo Wagner y el centenar de empresas fantasma a las que estaba vinculado Prigozhin eran conocidos básicamente por sus operaciones mercenarias, pero al final de su vida también se habían expandido a las finanzas, la construcción, los suministros y la logística, la minería y los recursos naturales, e incluso a un negocio de caballos de carrera de pura sangre, Sporthorses Management, manejada por su hija, Polina. Sus ingresos provenían de las exportaciones de oro sudanés a Rusia y de diamantes y madera de la República Centroafricana a los Emiratos Árabes Unidos y China, según funcionarios occidentales y africanos.
Con su muerte, el futuro de esos negocios es incierto. El Kremlin ahora busca nacionalizar una turbia red hasta ahora centralizada en la autoridad personal de Prigozhin.
Desde Mali hasta Siria, muchos países habían llegado a depender de los sicarios de Prigozhin, y hace apenas unos días, el líder mercenario le había ofrecido sus servicios al nuevo gobierno militar de Níger, que tomó el poder el mes pasado.
Sin embargo, ya había nuevas compañías mercenarias dirigidas por la agencia de inteligencia militar rusa GRU que competían para quedarse con los contratos de Wagner. Putin le había dicho personalmente a Touadera, presidente de la República Centroafricana, que había llegado el momento de distanciarse de Prigozhin. El mes pasado, Touadera estuvo en San Petersburgo para la cumbre de países africanos organizada por Putin y evitó sacarse una selfie con el jefe mercenario ruso.
Muchos de los acuerdos de Prigozhin con gobiernos extranjeros se sellaron con un apretón de manos, y los detalles eran desconocidos salvo para un pequeño círculo de oficiales de Wagner seleccionados personalmente por Prigozhin. Uno de ellos era Dimitri Utkin, un exoficial del GRU cuyos tatuajes nazis pueden verse en fotografías, que también murió en el accidente aéreo del miércoles.
A sus miles de empleados, mercenarios, cocineros, geólogos mineros y trolls de las redes sociales solía pagarles el propio Prigozhin en efectivo, a veces en una bolsa de plástico, y el cobro a los distintos gobiernos lo realizaba enviando sus aviones privados para retirar el paso en efectivo.
Reemplazo
El Kremlin venía tratando de obtener el control de esa oscura red de acuerdos turbios desde el mes de junio. El Ministerio de Defensa –dirigido por el principal rival de Prigozhin, Sergei Shoigu– enviaba delegaciones para informar a los gobiernos extranjeros que en adelante sus negocios serían directamente con el Estado ruso. Después del motín armado, Prigozhin llegó a un acuerdo con Putin, sacó a sus tropas de Rusia y se refugió en Bielorrusia.
Pero Prigozhin se negó a ese retiro obligado y recorrió Medio Oriente, Europa del Este y África para intentar mantener vivos sus vínculos comerciales. Publicó mensajes de audio, ofreciéndole mercenarios al régimen militar que acababa de tomar el poder en Níger, y publicó un video de sí mismo en Mali, posando con un rifle de francotirador y cuatro cargadores atados a un chaleco antibalas, donde prometía “seguir engrandeciendo a Rusia y haciendo que África sea cada vez más libre.”
El caudillo, sobre el que pesaba sanciones de más de 30 gobiernos, estaba acostumbrado a vivir huyendo. Viajaba con pasaportes falsos y enviaba grupos de avanzada de expertos en ciberseguridad de Wagner para buscar micrófonos. Prefería informar a sus seguidores de las redes sociales a través de mensajes de audio, imposibles de geolocalizar, o mediante videos desde lugares difíciles de identificar.
Poco a poco, el Kremlin se fue quedando con el control de la red empresarial fundada Prigozhin. Agentes del Servicio Federal de Seguridad de Rusia (FSB) allanaron la sede de la torre de oficinas de Wagner en San Petersburgo en busca de pruebas contra el líder mercenario. Los canales de redes sociales pro-Wagner fueron bloqueados dentro de Rusia, y algunas de sus filiales fueron allanadas por los servicios de seguridad, que afirmaron el hallazgo de armas, pasaportes falsos, y el equivalente a 48 millones de dólares en efectivo y lingotes de oro dentro de sus propiedades.
Prigozhin todavía conservaba la esperanza de salvar los puestos de avanzada de sus mercenarios que había construido en África y Medio Oriente. Un nuevo destacamento de mercenarios debía rotar hacia República Centroafricana para asegurar el país antes del referéndum de agosto, que habilitaría la reelección indefinida del actual presidente. En el lugar ya había desplegado otro contingente que estaba entrenando a las fuerzas de defensa locales.
A Prigozhin le preocupaba que el GRU le estuviera arrebatando sus operaciones en África. La misma semana de la cumbre de países africanos en San Petersburgo, la guardia presidencial en Níger secuestró al presidente proestadounidense Mohamed Bazoum y se instaló como el nuevo gobierno militar del país.
Benoit Faucon, Drew Hinshaw, Joe Parkinson y Nicholas Bariyo
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