Desde Kiev, el filósofo y escritor Volodimir Yermolenko reflexiona sobre qué significa ser ucraniano en tiempos de invasión rusa y por qué es probable que en su país hoy se valore más la libertad o la civilización que en Occidente
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El filósofo ucraniano Volodimir Yermolenko siente que la guerra desatada por Rusia en su país confirmó una vieja lección: la libertad se aprecia realmente cuando hay que luchar por ella.
A su juicio, la invasión rusa de febrero ha llevado a Ucrania a pelear una verdadera guerra por su independencia, más de 30 años después que el país declarara esa independencia y se divorciara de una Unión Soviética en colapso.
Durante una entrevista con BBC Mundo desde Kiev, Yermolenko compara la situación en Ucrania con las dudas que surgen en Occidente sobre los valores democráticos.
“El estado de ánimo de los ucranianos es diferente: saben que la libertad puede ser arrebatada”, reflexiona. “La civilización es muy frágil. Puede romperse en uno o dos días: la gente de Bucha lo sabe muy bien. Por eso, la valoramos mucho más probablemente”.
Lo que sigue es una síntesis del diálogo telefónico con Yermolenko, quien también es editor en jefe de la plataforma digital de noticias y análisis UkraineWorld:
¿Qué significa ser ucraniano hoy?
Significa ser ciudadano de un país muy valiente que lucha por su libertad, por su independencia y también por la atención. Porque su historia, su memoria, su identidad fueron borradas durante los últimos siglos, por desgracia.
Así que, en varios aspectos, estamos llenando muchas lagunas.
También significa ser ciudadano de un país que lucha por la democracia, los derechos humanos, contra el nuevo totalitarismo en el este.
Dice que Ucrania lucha por su libertad. Cuando el país adoptó su independencia en 1991, lo hizo sin un conflicto violento o una guerra. ¿Diría que Ucrania está ahora luchando su guerra de independencia, aunque no sea una que el país haya buscado?
Podemos decir eso, porque en muchos aspectos en 1991 la Unión Soviética no se derrumbó del todo, continuó su existencia de forma diferente.
Rusia controló gran parte del espacio postsoviético excepto los tres países bálticos (Estonia, Letonia y Lituania) en los años 90 y la primera década del siglo XXI.
Los ucranianos rechazaron eso de forma gradual: aumentó el número de personas que querían alejarse finalmente de ese imperio.
Pero, por desgracia, en un momento dado Rusia decidió reconquistar los territorios que consideraba parte de su imperio, por lo que poco a poco fue intentando hacerse con algunas partes de diferentes países. Y ahora recurrió a esta guerra horrible.
Así que sí, esta es una guerra por la independencia. Pero también es una guerra contra el autoritarismo y la tiranía.
Esta tradición antitiránica en Ucrania es muy antigua: se puede remontar al siglo XVII.
Ha escrito que “la libertad es el rasgo clave de la identidad de Ucrania como nación política”. ¿Puede explicar esto y en qué se diferencia quizás ese rasgo de otros países?
No es que sea diferente de otros países. No afirmo ningún tipo de excepcionalidad ucraniana. Los ucranianos no piensan de esa manera.
Pero la cultura política ucraniana sí es diferente de la rusa, porque durante siglos —aun pese a que en el siglo XVIII perdimos de forma gradual nuestra condición de Estado— nuestra tradición política siempre se ha centrado en la idea de derechos y libertades, que es un concepto medieval.
Por ejemplo, para los cosacos, la clase guerrera ucraniana que se volvió el núcleo de la nación política ucraniana en el siglo XVII, la idea clave era defender sus derechos y libertades contra cualquier poder tiránico.
Esto se transmitió de generación en generación y, pese a los intentos del Imperio ruso y de la Unión Soviética por borrarlo, sigue presente en el modo en que los ucranianos se comportan, cómo piensan, cómo se organizan.
Creo que la cultura política rusa depende mucho de la verticalidad del poder; en Ucrania es mucho más horizontal, la sociedad es una especie de producto de la interacción entre personas libres.
Entonces, ¿es su larga historia de guerras, invasiones, ocupaciones e independencia la fuerza unificadora de Ucrania hoy? ¿O es más bien el futuro lo que une a los ucranianos?
Creo que es mucho más el futuro. Siempre digo que en Ucrania sería un error hallar cualquier fórmula que implique el pasado.
No se pueden ganar las elecciones con el eslogan “Hagamos a Ucrania grande de nuevo”, o “Recuperemos el control de algo”.
El pasado es muy traumático, es un pasado en muchos sentidos de sufrimiento, exterminio, guerras, en especial en el siglo XX.
Se pueden ver las dos guerras mundiales como guerras que en muchos aspectos ocurrieron en el territorio ucraniano-bielorruso-polaco, no en la Rusia actual, que fue cubierta sólo parcialmente en la Segunda Guerra Mundial. Ucrania y Bielorrusia fueron cubiertas totalmente y por lo tanto el número de pérdidas fue mucho mayor.
Así que creo que lo que unifica es más la idea de un futuro libre y feliz que la idea del pasado. Aunque claro que esta identidad amante de la libertad, esta cultura política descentralizada y de abajo hacia arriba siempre está presente.
Al mismo tiempo, la población, la economía y las infraestructuras del país han sufrido grandes pérdidas con esta invasión de Rusia. ¿Hasta qué punto se puede ser optimista sobre el futuro en una situación así?
Es difícil decirlo, porque existe fe en la victoria ucraniana, por supuesto, pero hay una estimación realista de que nos esperan tiempos muy duros. Y los combates son muy difíciles ahora mismo en el este.
Los rusos son muy crueles. Lo han demostrado en guerras anteriores.
Miren a Mariúpol: lo que llaman liberación de ciudades es en realidad su destrucción. Están destruyendo la infraestructura en Ucrania con ataques de misiles, con todo.
Así que claro que será difícil. Pero Europa también sufrió mucho en la Segunda Guerra Mundial y luego se reconstruyó, en cierto modo construyó una sociedad mucho mejor.
Los ucranianos también están dispuestos a hacerlo.
Acaba de mencionar la “fe en la victoria ucraniana”. ¿Cómo imagina esa victoria?
La victoria ucraniana es la liberación de todos los territorios que fueron ocupados por Rusia desde 2014, además de la liberación de cualquier presencia militar rusa en territorio ucraniano.
Esto significa, por ejemplo, no solo recuperar Crimea, sino también liberarse de la flota rusa en el mar Negro, que estaba estacionada en Crimea.
Nuestra historia nos muestra que no hubiéramos tenido por ejemplo la ocupación de Crimea en 2014 si la flota rusa del mar Negro no estuviera allí antes.
No tendríamos la tragedia de Mariúpol hoy, los crímenes de guerra y genocidio si Crimea no estuviera ocupada, porque las principales tropas salieron de allí. Y así sucesivamente. Así que esta es la fórmula para la victoria ucraniana.
Los ucranianos no tienen una idea de atacar a Rusia, de ir más allá de nuestras fronteras.
Al contrario de la imaginación política rusa, que siempre fue expansionista, yendo cada vez más lejos —como dijo Putin, la frontera rusa “no termina en ninguna parte”— los ucranianos sabemos muy bien dónde terminan nuestras fronteras y las queremos recuperar.
¿La identidad ucraniana ha sido afectada de alguna manera por esta guerra?
Creo que se ha vuelto más inclusiva.
Durante las revoluciones anteriores, como la Revolución Naranja (2004) o la Revolución de la Dignidad (2013), esta consolidación de la identidad ucraniana aún tenía opositores, así que eran parcialmente inclusivas y parcialmente exclusivas. Había una especie de oposición silenciosa en algunas partes de la población. Pero ahora creo que es muy inclusiva. Muy poca gente en Ucrania apoya a Rusia.
Así que, en cierto sentido, Rusia está consiguiendo lo contrario de lo que quiere, porque quería recuperar Ucrania y ahora ha alienado a muchos ucranianos, todavía más.
¿Cómo describe los sentimientos de los ucranianos hacia Rusia después de esta invasión?
Antes de esta invasión, según nuestras encuestas, Rusia era considerada el Estado más hostil, más enemigo. Claro que ya existía el trauma de la invasión de 2014.
Creo que ahora los ucranianos no sólo consideran a Rusia un enemigo, sino también una especie de cultura inhumana, un mundo realmente incivilizado con una inmensa crueldad y barbarie.
Muchos ucranianos observan cómo se comportan los soldados rusos comunes en Ucrania, que roban casas, torturan gente, matan civiles de formas inimaginables y violan a mujeres y adolescentes.
Lo experimentan de primera mano. Creo que este es un verdadero punto de inflexión, incluso para aquellos que tenían alguna simpatía por los rusos.
La fuerza de la resistencia ucraniana sorprendió a muchos alrededor del mundo. ¿También a usted?
No, estábamos convencidos de que los ucranianos resistirían.
Quizás lo que sorprendió es lo bien organizado que está el ejército y lo decidido que está el liderazgo ucraniano. Había algunas dudas sobre cómo se comportaría (el presidente Volodimir) Zelensky.
Pero la resistencia en sí no fue una sorpresa para nosotros. Sabíamos que la nación está muy determinada a resistir la invasión.
¿La reacción del presidente Zelensky ante esta guerra causó sorpresa dentro Ucrania?
A algunos sí, porque Zelensky no parecía un militar que fuera a liderar la resistencia. Teníamos algunas dudas sobre si sería una persona de confianza para los militares.
En cierto modo, él sigue su vida anterior de forma muy paradójica porque es un buen actor y la actuación es un gran arte de transformación personal, incluso en la vida real. Así que eso es lo que ocurre con él. Estuvo bien al aceptar este papel de forma muy natural.
En segundo lugar, está guiado por su país: es así de valiente porque su país es así de valiente. No olvidemos eso.
Hay un cierto culto a Zelensky en todo el mundo, pero su fuerza no proviene sólo de él sino del pueblo, de la nación ucraniana.
¿Cuánto cambió la vida cotidiana en Kiev, donde usted se encuentra ahora, tras esta invasión y ahora que las tropas rusas se retiraron de sus alrededores?
Depende del lugar. Por ejemplo, en Irpín o Hostómel hay un verdadero desastre: muchos edificios están destruidos, la gente todavía no ha vuelto.
En Bucha te sientes como en un cementerio colectivo. Más de 400 personas fueron torturadas hasta la muerte. Y por supuesto, en varios aspectos nunca volverá a ser como antes.
En las ciudades que fueron ocupadas después de la liberación, muchas personas que estaban bajo ocupación se han ido porque no podían permanecer allí psicológicamente.
Y la gente que se fue antes de la ocupación en los primeros días de la guerra sigue sin volver, por diferentes razones.
El centro de Kiev poco a poco vuelve a la vida. Si miras los suburbios que no fueron afectados por la guerra, están volviendo a la vida aún más rápido.
Pero esta es una guerra que afecta a todos. Algunos de tus amigos están en el frente, otros son voluntarios, todo el mundo está haciendo algo, hay menos gente.
Hay una gran pregunta sobre la educación de los niños, porque las escuelas siguen en régimen online, las guarderías siguen sin abrir, las universidades también están en régimen online... Es muy difícil continuar la educación en estas circunstancias. Algunos de mis alumnos están en el Ejército…
La vida ha cambiado totalmente. Y seguramente no volverá a la normalidad en un futuro próximo. Así que la gente está viviendo una vida diferente.
Muchos piensan que Occidente provocó de algún modo esta guerra al expandir las fronteras de la OTAN demasiado cerca de Rusia, o acusan a Occidente de hipocresía y doble moral al proclamar su apoyo a la independencia de Ucrania pese a que invadió Irak en 2003. ¿Cómo ve estas críticas a EE.UU. y sus aliados desde dentro de Ucrania?
Primero, entiendo esta crítica antiimperialista a EE.UU. Es una tendencia importante del siglo XX y XXI.
Pero los que están en esta postura antiimperialista, de alguna manera pasan por alto el hecho de que Rusia también es un imperio y mucho más cruel que EE.UU., al menos para los europeos del este.
Así que hay una especie de hipocresía en ese pensamiento antiimperialista.
Decimos que el problema del imperialismo ruso es que nunca ha aceptado que hizo algo malo. En EE.UU. hay una crítica abierta o la gente tiende a pensar cada vez más que la invasión de Irak fue un error. En Rusia ni se habla de ninguna incursión imperialista anterior, como la guerra soviética en Afganistán, que no fue criticada en la post Unión Soviética.
En segundo lugar, los ucranianos vemos en los estadounidenses y los europeos sobre todo cosas positivas porque están ayudando a Ucrania a reformarse y básicamente la mayoría de las reformas que impulsan son para el bien de la sociedad: la reforma judicial, la reforma anticorrupción, la reforma del clima empresarial, etcétera.
En cuanto a la provocación de Occidente, debemos entender que Rusia disfrutó del control total de los países postsoviéticos después del fin de la Unión Soviética y en Ucrania de cierta forma hasta que Yanukovich llegó al poder en 2010.
Así que yo diría que durante casi 25 años Rusia tuvo más o menos el control sobre Ucrania, y Occidente no lo desafió.
Nuestra mirada a Occidente es más bien que siguió considerando a Ucrania, Bielorrusia y Georgia como colonias rusas y por lo tanto no reaccionó a la invasión rusa de Georgia en 2008.
Creo que Occidente no fue lo suficientemente decidido para ampliar el mundo democrático cuando podía haberlo hecho en los años 90 o a principios del siglo XXI.
Y, por supuesto, es ingenuo pensar que Rusia hace lo que hace sólo porque la OTAN se ha expandido. Rusia hace lo que hace porque su concepción de Estado presupone una idea de expansión.
Rusia considera seriamente que hay algo llamado “mundo ruso” o “civilización rusa” que va mucho más allá incluso de las fronteras ucranianas, hasta los países eslavos, al menos hasta Polonia, República Checa, Serbia o Bulgaria.
Deberíamos ser conscientes de esto y no ser ingenuos en que Rusia apenas reacciona al expansionismo de la OTAN.
¿Han cambiado sus sentimientos sobre la libertad o la muerte durante esta guerra?
Por supuesto que pensamos en la muerte.
Y cuando una sociedad o una persona se encuentra con la muerte es una experiencia límite donde surgen muchas cosas. Es algo horrorosa, por supuesto, pero al mismo tiempo una experiencia muy auténtica. Siempre ha sido así en la historia.
Ucrania se vuelve una especie de país “Hamletiano”, como el “ser o no ser” de Hamlet. Es una pregunta que conocemos de los libros de escuela, pero de repente aparece como una pregunta muy vital porque es una cuestión de vida y muerte: si tendrás mañana o no, si estarás vivo mañana o no.
La muerte se acerca mucho. Tengo varios amigos que han muerto, algunos parientes. Es una experiencia muy profunda. Y puede hacer dos cosas: replantearte todo y renacer, o llevarte al silencio.
La cultura ucraniana durante muchas décadas, al enfrentarse realmente a lo horrible en el siglo XX, fue llevada al silencio.
Ese es el problema. El mundo sabe tan poco de Ucrania porque básicamente la profundidad de esa experiencia horrorosa era tal que los ucranianos se volvieron silenciosos: en la cultura, en la literatura no podían expresarla.
Así que existe el peligro de que esto se repita, pero creo que debemos luchar contra ello.
En cuanto a la libertad, soy filósofo y conozco muy bien las historias anteriores. Los clásicos de la filosofía o de la historia política sabían muy bien en la antigüedad que solo valoras la libertad cuando luchas por ella. Creo que esto es lo que sienten los ucranianos en estos ocho años, o incluso más.
Y cuando veo en el mundo democrático occidental ese tipo de depresión sobre sus valores, creo que el problema clave es que ese mundo democrático dio por sentados esos valores: pensaron que siempre estarían ahí y al final empezaron a erosionarse, a corromperse y volverse contra sí mismos.
La democracia se volvió contra sí misma.
El estado de ánimo de los ucranianos es diferente: saben que la libertad puede ser arrebatada, puedes perderla en cualquier momento, perder tu vida en cualquier momento.
La civilización es muy frágil. Puede romperse en uno o dos días: la gente de Bucha lo sabe muy bien. Por eso, la valoramos mucho más probablemente.
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