Los trenes, las marchas, la desolación evocan la hora más oscura de Europa
BUDAPEST.-Con falsas promesas de libertad, cientos de migrantes rodeados por la policía de Hungría fueron convencidos de abordar un tren que finalmente sólo los llevó hasta un "campo de acogida". En la República Checa, la policía hizo descender de un tren por la fuerza a más de 200 migrantes, a quienes les escribieron números de identificación en las manos con marcador indeleble, y sólo se detuvieron cuando alguien mencionó que se parecía bastante a los números que les tatuaban los nazis a los reclusos en los campos de concentración.
En las fronteras de Grecia, Bulgaria, Hungría y Francia, se levantan vallas de alambre de púas. Muchos líderes echan leña al fuego del nacionalismo describiendo a los migrantes como extranjeros peligrosos cuya cultura foránea y su religión musulmana podrían acabar con las tradiciones locales.
"Fue espantoso ver esas imágenes de la policía poniendo números en los brazos de la gente", dijo Robert Frolich, gran rabino de Hungría. "Me hizo acordar a Auschwitz. ¡Y eso de subirlos a un tren con guardias armados para llevarlos a un campo donde los encerraron! Por supuesto que eso trae ecos del Holocausto."
Los europeos enfrentan una de las mayores crisis humanitarias del continente desde la Segunda Guerra Mundial, por más que muchos parezcan ser ciegos ante estas imágenes que recuerdan el período más oscuro de su historia.
Esta crisis migratoria no es un genocidio. En este caso, el descomunal desafío logístico que enfrenta el continente es como registrar, alojar, reubicar o repatriar a cientos de miles de migrantes. Pero desde que los judíos fueron encerrados por la Alemania nazi que no llegaban de Europa tantas imágenes de gente encerrada en trenes, de bebés cambiando de mano a través de un cerco de púas, de militares de uniforme arreando a una multitud de hombres, mujeres y niños andrajosos.
Al mismo tiempo, las imágenes tal vez sean reveladoras de una verdad más profunda sobre Europa y su aparente imprevisión para afrontar una crisis que se viene gestando desde hace mucho: mientras sigue ensalzando las virtudes del humanismo y los derechos humanos, Europa es aún, en muchas partes, un lugar que se resiste a la inmigración y la diversidad.
Como resultado, aquí en Budapest pueden verse reacciones que traen a la memoria algunos de los instintos más bajos del continente.
"Deben ser olvidadizos, porque quién haría algo semejante si tuviese alguna memoria histórica", dijo Kenneth Roth, director ejecutivo de Human Rights Watch. "Es realmente asombroso. Esas imágenes de los trenes no hacen más que evocar la pesadilla del Holocausto."
Y las comparaciones históricas en muchos casos son inevitables.
En la estación de trenes de Szeged, una ciudad húngara junto a la frontera sur con Serbia, los migrantes se agolpan sin saber que allí hay desde hace décadas un cenotafio a las víctimas de la Segunda Guerra Mundial. El monumento muestra una serie de vagones de cuyas ventanillas asoman brazos desesperados pidiendo auxilio.
En la estación Keleti de Budapest, cuyos alrededores se han convertido en un sórdido campo de refugiados, el primer tren que arribó el jueves para llevar a los desesperados migrantes -supuestamente hasta la frontera con Austria, pero en realidad a un campo de detención-, ingresó tirado por una locomotora que llevaba escrito el eslogan "1989 Europa Sin Fronteras". Y podría ser sólo el principio.
Anteayer el Parlamento de Hungría aprobó el primer pliego de reformas a las leyes sobre refugiados, que entre otras cosas, autorizan la creación de las así llamadas "zonas de tránsito" a lo largo de la frontera con Serbia. Los migrantes que vayan llegando serán confinados a esas zonas -una franja de 60 metros desde la línea fronteriza-, hasta que se resuelva cada caso en particular, que deberá decidirse en un plazo de ocho días, a los que se suman apenas tres días más para las posibles apelaciones.
"Son campos de concentración. No hay otra manera de llamarlos", dijo Gabor Gyulai, coordinador del programa para refugiados de la filial húngara del Comité para los Derechos Humanos de Helsinki. "¿Los refugiados llegan en ese estado lamentable y los metemos en campos de concentración?"
Gyulai recordó que la primera misión importante de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados tras su creación fue ocuparse de los 200.000 refugiados que fueron desplazados cuando la Unión Soviética aplastó la rebelión de 1956 en Hungría. "Es difícil de entender que la gente pierda tan rápidamente el sentido de la historia", dijo Andrew Stroehlein, director de medios de Human Rights Watch para Europa. "Todos aseguramos haber aprendido las lecciones de la historia, pero al ver el modo en que rechazamos a esta gente que huye de una situación atroz, queda claro que no hemos aprendido nada."
Traducción de Jaime Arrambide
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