Los temores a que Gaza se convierta en una enorme herida abierta en el pecho
Arabia Saudita y los ricos países de la región quieren retomar su acercamiento a Israel, pero cualquier entendimiento lo ven condicionado a atender el derecho a un Estado palestino
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RIAD.- Lo que me preocupaba desde un principio es que Israel hubiese lanzado su invasión a la Franja de Gaza sin un plan para el territorio y su gente después de una eventual victoria y la erradicación del grupo Hamas. Y tras haber pasado una semana en Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos para tomarle el pulso a este importante rincón del mundo árabe, ahora estoy mucho más preocupado que antes.
Permítanme resumir mi inquietud de esta manera: como Hamas construyó una vasta red de túneles debajo de Gaza, en su gesta para eliminar a esa despiadada organización terrorista, las fuerzas israelíes están teniendo que destruir una enorme cantidad de construcciones e infraestructura. Es la única manera que tienen de matar a muchos combatientes de Hamas y desmilitarizar Gaza sin perder a muchos de sus propios soldados en la estrecha ventana de tiempo que Israel siente tener frente a las presiones de Estados Unidos y otros aliados para que moderen la intensidad de la invasión.
Se justifica que Israel haya contraatacado a Hamas por romper el alto el fuego que existía hasta el 7 de octubre, día en el que asesinaron, violaron y mutilaron indiscriminadamente a más de 1200 personas y tomaron de rehenes a 240 más. La indecible barbarie del ataque de Hamas pareció pergeñada y ejecutada para que Israel enloqueciera y respondiera con furia sin pensar en el día después del día después. Y fue exactamente lo que hizo Israel.
Nueve semanas después, sin embargo, estamos frente al día después del día después. En pos de su objetivo de desmantelar la maquinaria militar de Hamas y eliminar a sus líderes, Israel ha asesinado y herido a miles de civiles gazatíes inocentes. Hamas sabía que pasaría y no le importó un pepino. Pero a Israel debe importarle, porque heredará la responsabilidad de una descomunal catástrofe humanitaria cuyo manejo y solución requerirá de una coalición internacional y muchos años de esfuerzo y recursos. Como informó el martes The New York Times, “Las imágenes satelitales muestren que los combates han causado graves daños en prácticamente todos los rincones de Ciudad de Gaza”, donde fueron bombardeados al menos 6000 edificios, un tercio de ellos reducidos a escombros.
Un reciente ensayo sobre este tema escrito por David Rosenberg en el diario israelí Haaretz señala que “por más que los combates terminen en una victoria decisiva sobre Hamas, Israel se enfrentará a un problema que casi desafía cualquier solución. La mayor parte del debate público sobre lo que sucederá el día después de la guerra se ha centrado en quién gobernará Gaza, un tema sensible por sí solo. Pero el problema va mucho más allá de quién será responsable de mantener el orden y de garantizar los servicios básicos: quien esté a cargo tendrá que reconstruir a Gaza desde los escombros e instalar una economía que funcione”.
Será una tarea multimillonaria y de muchos años. Y en base a las conversaciones que mantuve en la región, puedo asegurarles que ningún Estado árabe del Golfo —y ni hablar de los países de la Unión Europea o el Congreso de Estados Unidos— va a aterrizar en Gaza con valijas de dinero para encarar la reconstrucción, salvo que —y ni siquiera es seguro— Israel tenga un socio palestino legítimo y eficaz y se comprometa a negociar algún día la solución de dos Estados. Cualquier funcionario israelí que diga lo contrario se está engañando. “Antes de empezar a hablar del día después y de la reconstrucción de la infraestructura de Gaza, necesitamos ver una hoja de ruta seria y viable que contemple la solución de los dos Estados”, dijo el martes Lana Nusseibeh, embajadora de los Emiratos Árabes Unidos ante las Naciones Unidas, en una entrevista con el diario The Wall Street Journal.
Lo más esperanzador que puedo reportar desde Riad, capital de Arabia Saudita, y de mis conversaciones con funcionarios norteamericanos en Washington antes de mi llegada al Golfo es que Arabia Saudita sigue comprometida con reanudar las negociaciones que estaban en marcha antes del 7 de octubre no bien termine la guerra. Lo que se estaba negociando era un tratado de seguridad entre Estados Unidos y Arabia Saudita, que al mismo tiempo se comprometía a normalizar sus relaciones con Israel, siempre y cuando Israel se comprometiera a definir medidas concretas para trabajar con la Autoridad Palestina en pos de la solución de dos Estados.
Pero me quedé con la fuerte impresión de que los sauditas quieren que los norteamericanos pongan fin a la guerra lo antes posible, porque la muerte y la destrucción en Gaza están radicalizando a la población árabe joven, al tiempo que ahuyentan a los inversores extranjeros, además de ser un obstáculo en el camino de lo que realmente le importa a Arabia Saudita: el plan Visión 2030 del príncipe heredero Mohammed bin Salman para transformar el país, desde la educación hasta la infraestructura y el empoderamiento de las mujeres.
Si bien los líderes sauditas no simpatizan para nada con Hamas ni lamentarían un segundo su aniquilación, dudan de que Israel pueda erradicarlo para siempre y les preocupa que el daño a Gaza desencadene consecuencias indeseadas aún peores.
Entiendo perfectamente que en este momento sería difícil revivir este diálogo saudita-estadounidense-israelí-palestino, incluso para un gobierno israelí moderado, y mucho más para la banda de fanáticos que actualmente gobiernan Israel, que hasta sueñan con la anexión de Cisjordania, y los más desquiciados aún, que hasta miran con cariño la posibilidad de anexarse la Franja de Gaza. Y dado lo ocurrido el 7 de octubre, son pocos los israelíes dispuestos a considerar, y mucho menos aceptar, cederle el control de la franja a ningún posible gobierno palestino.
Pero si Israel no presenta una visión política a largo plazo que seduzca al mundo para que lo ayude a financiar la reconstrucción de Gaza, sufrirá graves perjuicios diplomáticos y económicos. Gaza podría convertirse en una enorme herida abierta en el pecho, que sobrecargaría militar, económica y moralmente a Israel, y arrastraría consigo a Estados Unidos, la superpotencia que lo respalda.
Por eso es tan importante la voluntad de Arabia Saudita —si es que la mantiene— de reanudar el diálogo entre Estados Unidos, Arabia Saudita, Israel y Palestina cuando termine esta guerra. Pero no se trata de un gesto de generosidad de parte de los sauditas: es pura y dura estrategia. La nueva generación de líderes de Arabia Saudita, así como de los Emiratos Árabes Unidos, Bahréin y Marruecos —tres países que firmaron los Acuerdos de Abraham con Israel— es poco propensa al sentimentalismo frente a los conflictos, pero el tema sigue siendo complicado y está lleno de aristas.
Esos líderes están hartos de que les digan que tienen que posponer sus prioridades y centrar su energía, atención y recursos en la causa palestina. Sin embargo, están genuinamente horrorizados por la pérdida de vidas civiles en Gaza. Y al mismo tiempo son muy conscientes de la corrupción y la incompetencia general de la Autoridad Palestina. Y también detestan a los vástagos de los Hermanos Musulmanes, como Hamas, y saben que sus simpatizantes en la región, con la siempre cínica ayuda de Irán, están utilizando las imágenes de bebés muertos en Gaza para atizar la furia de los pueblos árabes.
¿La buena noticia? Hace unos meses, el gobierno de Arabia Saudita encargó una encuesta privada para conocer la opinión de los sauditas sobre la normalización de las relaciones con Israel, si se hiciera en el contexto del apoyo del país a la creación de un Estado palestino. Según un alto funcionario de Riad, alrededor del 70% de los sauditas se manifestó a favor. ¿La mala noticia? Dadas las imágenes que llegan ahora desde Gaza, el mismo funcionario dice que hoy su gobierno no se atrevería a repetir esa encuesta.
(Traducción de Jaime Arrambide)
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