Los suburbios franceses, un nido de exclusión y malestar
En los barrios periféricos temen que luego del ataque se acentúe la discriminación
VAULX-EN-VELIN, Francia.- Tal vez Francia haya albergado la mayor muestra de solidaridad desde el final de la Segunda Guerra Mundial, como respuesta a los ataques terroristas de la semana pasada en París y sus alrededores, que dejaron 17 muertos en las oficinas del semanario Charlie Hebdo y un supermercado kosher de la ciudad.
Pero en los suburbios pobres, que rodean a las grandes ciudades y que los franceses llaman "el banlieue", esos llamados a la unidad difícilmente perforen la sensación de aislamiento, incluso de asedio, que ha dejado a ciudades como a Vaulx-en-Velin en una realidad paralela a la del resto del país.
"Soy francés, y me siento francés", dice Nabil Souidi, de 23 años. "Pero acá está prohibido decir «Je suis Charlie»", agregó, en referencia al eslogan convocante y de solidaridad desde los ataques contra la revista.
Souidi se graduó recientemente de una escuela de oficios y esperaba encontrar trabajo como mecánico, pero sigue desempleado y ahora está pensando en un plan B. "Me voy a ir a Siria", dice con una risa irónica al ser entrevistado.
Para él, como para muchos musulmanes franceses, la preocupación del país por los ataques terroristas perpetrados por extremistas islamista no es más que una distracción de la profunda crisis social que acucia a las barriadas de inmigrantes desde hace décadas en Francia.
En numerosas entrevistas, los líderes comunitarios, los musulmanes y los norafricanos que pueblan los suburbios franceses expresaron su preocupación ante la posibilidad de que los ataques de la semana pasada en París terminen intensificando la ya explosiva situación económica y social de los lugares donde viven.
El martes pasado, una asociación francesa que representa a 120 alcaldes de toda Francia emitió un comunicado en el que advierte que los suburbios estaban "en vilo" por las consecuencias de los atentados, y que era urgente responder a las carencias económicas, sociales y educativas.
Vaulx-en-Velin, un deprimente suburbio de mayoría musulmana de las afueras de Lyon, es la tercera localidad más pobre de Francia, y muy representativa de los actuales problemas. Miles de jóvenes simplemente la llaman "la otra Francia".
Aquí, como en los numerosos suburbios pobres que rodean a las grandes ciudades de Francia, el desempleo ronda el 20%, alrededor del doble que en el resto del país, y cerca de la mitad de los residentes no completó la escuela secundaria. Aquí, el acoso policial y la estigmatización son la regla.
En tiempos de recortes presupuestarios y austeridad, las condiciones sólo se deterioraron a pesar de las promesas de mejorar las escuelas y generar oportunidades hechas por los sucesivos gobiernos, incluido el del presidente François Hollande.
Los hombres que llevaron a cabo los atentados -Said Kouachi y su hermano Cherif, y Amedy Coulibaly, quien tomó el supermercado kosher- crecieron en los suburbios de Francia, y nunca lograron conservar los trabajos de poca monta que consiguieron en su juventud. Ellos fueron atraídos por el extremismo islamista en su adolescencia, y muchos de los habitantes de las suburbios los consideran malas semillas que fueron empujadas hacia la marginalidad.
Así y todo, las consecuencias de los atentados y las respuestas del resto de la sociedad francesa se convirtieron en el principal tema de conversación en las grises calles de muchos suburbios pobres, desde París hasta el sur de Francia. Al ser musulmanes, a muchos los preocupa que los metan en la misma bolsa de los asesinos. Otros temen represalias contras las mezquitas, así como el espectro de represalias o hasta de represión por parte de la policía.
"La gente se siente separada del resto de la sociedad", dice Gounedi Traore, un asistente social de 37 años del Centro Social Intercomunal De La Dhuys, un centro comunitario de Clichy-sous-Bois, un suburbio parisino de los más pobres de Francia. "Tras lo ocurrido en Charlie Hebdo, siento que va a desatarse una guerra."
Casi todos concuerdan en que la consecuencia de los atentados, incluido el refuerzo de la seguridad de parte de Francia y sus aliados, es una distracción de un problema mayor: la creciente sensación de marginalidad social y económica que muchos señalan como causa y raíz de la deriva extremista de muchos jóvenes. "No estamos atacando el problema de raíz", dijo Leila Legmara, subsecretaria de Educación del suburbio parisino de Colomabes.
"Por supuesto que necesitamos más seguridad y más recursos para enfrentar el terrorismo. Pero también necesitamos ocuparnos de aquello que está en el interior de nuestra sociedad y que llega a producir semejantes monstruosidades".
Traducción de Jaime Arrambide
Adam Ellick y Liz Alderman
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