Los soldados ucranianos se desmoralizan y ceden terreno bajo el implacable fuego de la artillería rusa
La potente y sostenida ofensiva de Moscú aceleró el aumento de los muertos y heridos en las unidades desplegadas por Kiev; los militares se quejan de las condiciones en las que tienen que luchar
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KRAMATORSK.– Todo empieza con un silbido, dice Vladislav Goncharenko, sargento del Ejército ucraniano, para describir el permanente bombardeo de la artillería rusa. “Te tirás cuerpo a tierra en la trinchera y cuando llegan las explosiones más fuertes, lo único que querés es cavar más profundo”, dice Goncharenko, sentado en una ambulancia repleta de otros soldados heridos. “Pero la metralla te pasa rasando la cabeza. Lo único que quieren los soldados es que termine”, dice el sargento.
Aunque gran parte del mundo ha hecho hincapié en la desorganización y los errores de la campaña militar rusa, Ucrania también está en problemas. El Ejército ucraniano ha sufrido fuertes pérdidas, desbandes, y poco a poco va cediendo terreno en las posiciones que mantenía desde hace tiempo en el Donbass, la región oriental que ahora es epicentro de la guerra.
El impulso ganador que tuvo Ucrania tras forzar a los rusos a alejarse de Kiev, la capital, y de Kharkiv, la segunda mayor ciudad del país, ha dado paso a semanas de avances y retrocesos sobre aldeas tomadas, bombardeos sin tregua y huestes de ucranianos muertos y heridos en los campos de batalla del este del país.
Las tropas de Ucrania ahora enfrentan a una fuerza rusa que ha cambiado de estrategia: de los avances apresurados e imprudentes de las primeras semanas de la guerra, a una marcha lenta, sostenida y desgastante, bajo un bombardeo masivo de artillería pesada.
Las tropas rusas avanzaron y se trabaron en combates urbanos ayer con las fuerzas ucranianas entre las ruinas de Sievierodonetsk, objetivo clave de la ofensiva del Kremlin. Un funcionario local dijo que las fuerzas rusas ya controlaban el 70% de la ciudad, donde después de semanas de intenso fuego de artillería solo quedan 12.000 de los 100.000 habitantes que había antes de la guerra.
Los soldados ucranianos que pelean en el lugar están en riesgo de quedar rodeados. Y como los puentes sobre el río Donets ya fueron volados o están bajo fuego, el reabastecimiento de las fuerzas de Ucrania es cada vez más pobre.
Las autoridades ucranianas no han escondido las penurias que pasa su Ejército y reclaman que Occidente acelere el envío de armamento que, según Kiev, resolvería esos problemas. En una entrevista de esta semana con Newsmax, el presidente Volodimir Zelensky dijo que desde que empezaron los redoblados ataques en el Donbass han perdido la vida entre 60 y 100 soldados ucranianos por día, y otros 500 son heridos diariamente en combate.
Situación complicada
En su mensaje nocturno a la nación, Zelensky reconoció que la batalla por el control del Donbass era “muy difícil”, pero recalcó que sus tropas están logrando éxitos en el sur, cerca de Kherson y en los alrededores de Zaporiyia, y en el nordeste, alrededor de Kharkiv.
“La situación en el frente debe ser evaluada en su totalidad, y no por lo que pasa en una sola región, donde el cuadro de situación es más duro y por lo tanto atrae mayor atención”, dijo el mandatario ucraniano. “Hay que analizar lo que ocurre en toda la línea de frente”.
Para llenar los blancos en el frente de batalla, Ucrania ha recurrido a desplegar a los voluntarios de la Fuerza de Defensa Territorial, que tienen mínimo entrenamiento y que se movilizaron rápidamente no bien arrancó la invasión. Pero entre esas fuerzas también han ocurrido episodios de desánimo. Una unidad grabó un video donde se queja por las espantosas condiciones en las que tienen que luchar, y por entrevistas con varios soldados se supo que los cañones de artillería ucranianos a veces quedan mudos por falta de municiones.
“Todos esos que decían que la guerra iba a terminar de un momento a otro, que ya estaba ganada, y que en abril todos íbamos a estar celebrando, hablaban por hablar, y eso es peligroso”, dijo esta semana el asesor de seguridad nacional de Ucrania, Oleksei Danilov.
En esa caótica guerra pendular en las interminables planicies del este del país, las fuerzas ucranianas solo sacan fuerzas de las promesas de Occidente de que muy pronto llegarán las armas.
El martes, el presidente norteamericano, Joe Biden, anunció planes para enviar a Ucrania varios sistemas de lanzacohetes múltiples, una poderosa arma de artillería de largo alcance. Los funcionarios de Estados Unidos y Ucrania dicen que el propósito de esas armas no es atacar blancos dentro de territorio ruso.
El canciller alemán, Olaf Scholz, prometió enviar un sofisticado sistema de defensa antiaérea y un radar de seguimiento capaz de localizar la artillería rusa. Scholz había enfrentado críticas de Ucrania y algunos legisladores alemanes por no haber dado apoyo suficiente al ejército de Ucrania. Pero Scholz no dio fecha para esos nuevos envíos.
Repliegue ucraniano
Como la llegada de nuevos sistemas de armas tardará en el mejor de los casos varias semanas, nadie sabe si llegarán a tiempo para repeler el pertinaz avance de los rusos. La semana pasada, Ucrania se vio obligada a abandonar las posiciones cerca de la ciudad de Svitlodarsk que había defendido durante sus ocho años de guerra con los separatistas respaldados por Rusia.
La verdadera situación del Ejército ucraniano durante toda esta guerra ha sido difícil evaluar, en base a las fuentes de información pública disponibles. Cuando la guerra comenzó, el Ejército ucraniano tenía unos 30.000 soldados desplegados en el Donbass, pero ni Kiev ni el Ejército han revelado la cifra actual.
El gobierno ucraniano básicamente ha ocultado las cifras de sus bajas y los gobiernos occidentales tampoco han revelado sus propias estimaciones sobre las dificultades del Ejército, aunque sí lo han hecho para describir los reveses que sufrían los rusos. La última actualización de las bajas ucranianas es del 16 de abril, cuando Zelensky dijo que habían muerto menos de 3000 soldados, pero sus últimos comentarios sugieren que ahora la cifra es mucho mayor.
Otro obstáculo que enfrenta Ucrania es el deterioro y el agotamiento de su artillería de herencia soviética, dice Mykhailo Zhirokhov, autor de un libro sobre la artillería ucraniana. Los cañones con mucho uso disparan con menor precisión, las municiones se están agotando y los reemplazos que manda Occidente van llegando, pero con cuentagotas.
La moral de los combatientes voluntarios también está demostrando ser un problema, al menos en algunas unidades. Muchos de los que se inscribieron en la Fuerza de Defensa Territorial de Ucrania en los primeros días de la guerra creían que su tarea se limitaría a defender sus ciudades y localidades de origen. Entre ellos hay profesores, programadores informáticos, taxistas y personas de todos los rubros, la mayoría sin experiencia alguna en el campo de batalla.
Pero ahora se encuentran a sí mismos desplegados en un feroz combate en el este del país, señal de la desesperante necesidad de Ucrania de combatientes en la línea de frente.
Al ser entrevistados en las ambulancias que los evacuaban del frente, alrededor de una docena de soldados ucranianos heridos dijeron que la causante de la gran mayoría de las bajas es la artillería, y se hicieron eco de los reclamos de Kiev para que Occidente envíe artillería de largo alcance para contrarrestar el bombardeo ruso.
“Yo soy fusilero”, dijo Goncharenko. “Y un fusilero no puede combatir contra la artillería rusa”.
Goncharenko resultó herido al norte de Sievierodonetsk, donde el bombardeo ruso derribó un árbol que cayó sobre la trinchera en la que el sargento estaba refugiado. Sufrió una conmoción cerebral que lo dejó mareado y fuera de combate.
Maniobras combinadas
Los rusos intercalan fuego de artillería con maniobras de sondeo de su infantería o vehículos blindados, que se acercan a las líneas ucranianas para identificar nuevos objetivos y disparar. La maniobra se llama “reconocimiento hasta el contacto”.
Los ucranianos abren fuego contra esas fuerzas de reconocimiento y provocan bajas entre los rusos. “Recogemos a sus muertos”, dice Goncharenko.
Pero después de haber determinado las posiciones ucranianas, “los rusos retroceden y disparan su artillería”, dice el sargento.
Rusia también ha pagado altos costos. El martes, los funcionarios de Estados Unidos estimaron que la fuerza general de combate del Ejército ruso se ha reducido alrededor de un 20%. A finales de marzo, la OTAN estimaba que habían muerto entre 7000 y 15.000 soldados rusos.
De todos modos, la artillería rusa ya había devastado pueblos y ciudades antes del avance, y provocó la huida de aproximadamente el 80% de la población de las áreas del Donbass controladas por Ucrania. Al final de la avanzada, los soldados rusos terminan ocupando ruinas.
“La única forma de ocupar el Donbass es reduciéndolo a escombros”, dice la analista política Maria Zolkina. “Tal vez capturen el Donbass, pero ya no habrá ciudades, ni personas”.
Algunos analistas militares no ven un final claro a corto plazo, y el secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken, predijo ayer que nos esperan “muchos meses de conflicto”. Es poco probable que en lo inmediato Rusia logre capturar las fronteras de Lugansk y Donetsk, las dos autoproclamadas repúblicas separatistas cuya independencia reconoció en febrero. Y Ucrania parece cada vez más lejos de poder lanzar un contraataque que cambie el rumbo de la guerra.
“Es una guerra en la que el territorio va cambiando de manos, un conflicto sin un punto final lógico, ni tampoco un punto muerto”, dice Michael Kofman, director de estudios rusos del instituto de investigación CNA, con sede en Virginia. “Esta es una guerra que se prolongará”.
Andrew E. Kramer
The New York Times
Traducción de Jaime Arrambide
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