Los sirios ya se organizan para la era post Al-Assad
Fuera del control oficial, varias ciudades se autogobiernan
AL-QUSAYR.- La casa de Abbas, un empresario de la zona de unos 45 años, es un hervidero de gente. Allí, él preside las reuniones frecuentes del Comité Local de la Resistencia de Al-Qusayr, una organización que se repite en las localidades sirias que ya están fuera del control del régimen de Bashar al-Assad.
"Este momento es muy importante porque si no ganamos ahora, no ganaremos. Sólo tenemos que mantener la presión sobre el régimen para frenar esta sangría", dice Abbas. Es un momento clave para la oposición, que gana fuerza frente a la represión del ejército, 16 meses y 17.000 muertos después del comienzo de las manifestaciones en contra del presidente.
El presidente del comité está sentado junto a la ventana, vestido con un largo y fino sayo marrón. Observa a los visitantes a través de sus anteojos y está atento a todo lo que le preguntan, ahora que hace las funciones de alcalde e intenta organizar las necesidades básicas de los sirios que aún permanecen en la ciudad, unos 7000 habitantes, menos de la cuarta parte de la población original.
"La oposición en el exterior no habla por nosotros. Los norteamericanos y europeos quieren hablar con alguien y ahí están los del Consejo Nacional Sirio en sus hoteles de lujo en Estambul, pero nunca nos preguntaron qué es lo que queremos los que estamos aquí", señala.
Abbad niega con la cabeza ante la pregunta sobre una posible salida pactada de Al-Assad, como apuntaron el embajador ruso en Francia, Alexander Orlov, y la Liga Arabe, dispuestos a ofrecer al mandatario una "salida segura" a cambio de que renuncie al poder.
"Yo no creo en una solución política. Ha pasado demasiado tiempo y hemos sufrido mucho. Al-Assad es como Nerón y debemos matarlo", dice sosteniendo la mirada.
¿Y qué vendrá después? "Un gobierno democrático, ¿por qué no? Ya tuvimos democracia en el pasado, en 1945 cuando se fueron los franceses. Y no creo que sea radical. Aquí en el consejo de Al-Qusayr, de los 15 miembros sólo hay dos salafistas que quieren un gobierno religioso, el resto queremos que sea laico. Aunque la mayor parte de dinero que recibimos viene de los salafistas", contesta.
Cae la noche. En una casa tomada por el Ejército Libre Sirio (que reúne a ex militares del ejército) llegan dos soldados que acaban de desertar desde el Hospital Central de Al-Qusayr, uno de los puntos tomados por el gobierno en esta ciudad, amenazada por unos 70 tanques cerca de la frontera con el Líbano.
"Mi nombre es Walid Bossan -se presenta ante los periodistas-. Era soldado de Al-Assad, soy kurdo y logré huir mientras me disparaban mis compañeros", explica sudando.
Se los ve apabullados por tanta atención, aunque felices entre tortas y jugo de naranja natural. "Allí adentro no hay comida, sólo te dan una papa cada 24 horas y el paquete de cigarrillos cuesta 30 dólares", explica Ahmad, su compañero.
La guerra psicológica
"Nos decidimos cuando escuchamos ese altavoz que ponen por las noches", dice Ahmad, en referencia a la nueva estrategia de guerra psicológica puesta en marcha por la resistencia.
Desde hace un tiempo, ellos se acercan sigilosamente a los check points del régimen con un megáfono. Se esconden entre matorrales, lo ponen a todo volumen y los obligan a escuchar el "top ten" de las canciones de la revolución y sus consignas políticas. "Hablen con sus compañeros, llamen a sus familias y pregúntenles sobre las mentiras que les cuentan, que somos supuestamente bandas de criminales. Estamos en el bando que hay que estar. Ustedes luchas por Bashar, pero nosotros por la libertad", narra una voz grave masculina en una de las grabaciones, explicando el avance del ELS. "Están bombardeando a sus hermanos, a sus hijos. ¿Por qué no desertaron todavía? Sabemos quiénes son, dónde viven, quién es vuestra familia. Si no vienen, iremos a buscarlos", amenaza.
Las deserciones no son masivas, pero sí muy importantes ahora que Al-Assad está acorralado. Los abandonos entusiasman a la resistencia, que piensa que el avance de las tropas del ELS en Aleppo y Damasco puede precipitar la decisión de muchos soldados.
"Muchos se deben preguntar qué ocurre, porque de repente la televisión estatal pasó de negar la guerra a informar con amplia cobertura del gran atentado en la capital (que costó la vida a cuatro altos mandos del régimen) y de la entrada de tropas de ELS. Debe ser un choque psicológico impresionante", dice un opositor.
Mientras, la población sigue de- sangrándose. El martes pasado, un mortero alcanzó una casa en la que se celebraba el compromiso de una pareja en Al-Qusayr. Murieron seis personas ese día, entre ellos una mujer y su hijo de ocho años, enterrados juntos en la misma fosa, con el manto blanco que los envolvía cubierto de sangre. Según la tradición islámica, los cuerpos de los mártires no deben lavarse y deben recibir sepultura tal y como murieron para viajar al paraíso.
"Aquí ya estamos preparados para lo que sea", dice Abbas, haciendo cuentas para distribuir bien el dinero que les llega. A través del comité local, pagan el salario de los combatientes del ELS -unos 100 dólares al mes- o las ayudas para los familiares de los shaheed (mártires) -unos 2700 dólares por familia.
Sentado frente a su computadora, Abbas confía en un rápido final del régimen. "Parece un gran fortín de piedra, pero en realidad no es más que un castillo de naipes y se derrumbará", concluye.
"CRÍMENES DE GUERRA"
GINEBRA (ANSA).- La Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Navi Pillay, denunció ayer que tanto el régimen de Bashar al-Assad como las milicias rebeldes de la oposición están cometiendo "crímenes contra la humanidad y de guerra".
"Es mi convicción, sobre la base de pruebas recolectadas por fuentes atendibles, que se cometieron y continúan cometiéndose crímenes contra la humanidad y de guerra en Siria", dijo Pillay.
La funcionaria de la ONU afirmó que las tropas del ejército "derriban puerta por puerta y proceden a ejecuciones sumarias de personas que sospechan son combatientes opositores", y agregó que los cuerpos de las víctimas ejecutadas "son a veces quemados o arrastrados".
Pillay denunció similares procedimientos de las fuerzas rebeldes y dijo recibir crecientes informes de que torturan a sus prisioneros.
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