Los secretos de Chile para tener una de las mejores campañas de vacunación del mundo
La doctora Izkia Siches, una de las líderes de la estrategia chilena, dice que el éxito se remonta a los primeros meses de la pandemia
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Esta entrevista fue publicada originalmente en Americas Quarterly.
En la carrera para inmunizar a la gente contra el Covid-19, Chile se alza no solo como un líder regional, sino global, y desde el 3 de febrero está vacunando a un ritmo de 1 millón de personas por semana. Para el 22 de febrero, Chile había vacunado al 15,66% de la población, según datos recopilados por el proyecto Our World in Data de la Universidad de Oxford. En comparación con las principales economías de la región, o incluso de otras partes del mundo, se trata de cifras envidiables.
El rápido éxito actual de Chile tiene sus orígenes en medidas tomadas el año pasado, cuando el país participó de varios ensayos clínicos y se abocó a armarse un portafolios de vacunas muy diverso, negociando contratos con AstraZeneca, Johnson & Johnson, Pfizer, Sinovac, y otros posibles socios en el horizonte. Para el 15 de febrero, Chile tenía encargadas unas 88,4 millones de dosis, suficientes para vacunar dos veces a toda su población, suponiendo que todos los pedidos lleguen. Las autoridades también participan de la iniciativa de acceso global a la vacuna (Covax) de la Organización Mundial de la Salud (OMS), destinada a hacer llegar vacunas a países que las necesitan.
El gobierno chileno se ha puesto el objetivo a tener totalmente vacunado al 80% de la población para mediados de año. En esta entrevista, la doctora Izkia Siches Pastén, presidenta del Colegio Médico de Chile —un poderoso sindicato de médicos y cirujanos—, dice estar segura de que la infraestructura de Chile logrará mantener el impresionante ritmo de vacunación actual.
Siches tiene 34 años y en abril del año pasado la revista Americas Quarterly informó que ya ha sido mencionada en medios internacionales como la cara “de una nueva generación de líderes emergentes durante el brote de coronavirus. Integra la Mesa Redonda Social Covid—19 que ayudó a diseñar la respuesta de Chile ante la pandemia. En febrero, la revista Time incluyó a Siches en su lista de los futuros 100 líderes emergentes globales. Su nombre incluso se menciona como potencial candidata presidencial.
—Chile se ha puesto el objetivo de vacunar a cinco millones de personas para fines de marzo. ¿Cree que su país podrá cumplir con esa meta?
—Ya somos dos millones y medio los que hemos recibido la primera dosis. Desde el punto de vista de la logística, el objetivo es totalmente alcanzable. Estamos vacunando a un millón de personas por semana. La gran pregunta es si nos llegarán suficientes vacunas. Pero hoy, 19 de febrero, el presidente anunció que la semana que viene llegan otros cuatro millones de dosis. Con eso, Chile se acerca a los ocho millones de dosis, suficiente para asegurar que un importante porcentaje de la población reciba ambas dosis. Si seguimos recibiendo envíos de vacunas, pienso que en marzo podemos llegar a los cinco millones de vacunados.
—En su opinión, ¿existe algún factor que explique por qué Chile ha podido vacunar a tanta gente en un lapso tan corto?
—Un factor tiene que ver con el sistema de atención primaria de la salud que tiene Chile, y la historia del programa de vacunación chileno. En Chile, las vacunas son universales tanto para beneficiarios del sector privado como público, y son provistas por el registro nacional de vacunación. No importa en que lugar del territorio chileno se vacuna una persona: todo es parte de la misma plataforma. Eso nos permite llevar la cuenta en tiempo real y ayuda a espaciar la primera dosis de la segunda sin confusiones.
—El año pasado, Chile participó de varios ensayos clínicos de vacunas. ¿Fue una decisión estratégica? ¿Cree que después eso ayudó a que Chile tuviera acceso a más vacunas?
—Sí, fue una decisión estratégica que tomaron los miembros de la comunidad científica chilena que colaboraban con los estudios liderados por Moderna, AstraZeneca, CanSino, Pfizer y Sinovac, y fueron esos mismos equipos científicos los que cerraron los acuerdos con los laboratorios. Chile no se cerró a ninguna estrategia de vacunas. De hecho, Chile está evaluando actualmente un acuerdo de compra de la vacuna rusa Sputnik V, del Instituto Gamaleya.
—En base a su experiencia, ¿qué pasos deberían dar otros líderes latinoamericanos para lograr lo mismo?
—Nosotros ya contábamos con algunas plataformas que nos ayudaron y que otros países de América Latina tal vez no tengan, como un registro nacional de vacunación. Creo que la mayor limitación que han encontrado los países de América Latina es un acceso limitado a las vacunas. La comunidad médica y la comunidad política global deberían encontrar la forma de que la distribución sea más equitativa.
—Los primeros vacunados en Chile recibieron mayormente la vacuna CoronaVac, de la empresa china Sinovac. ¿Notaron alguna desconfianza hacia esa vacuna y hacia las vacunas en general?
—La opinión pública en general es más favorable a las vacunas de Estados Unidos y la Unión Europea —dos referentes históricos para Chile— como las de Pfizer, Moderna y AstraZeneca. Sin embargo, debido al problema de abastecimiento de vacunas a nivel mundial, Chile decidió firmar contratos de colaboración con otros países, como a través de la iniciativa Covax de la OMS. Para nosotros, comprarle a China no fue complicado debido a la naturaleza de esa vacuna —que tiene virus inactivados— y a que Chile ya solía comprarle vacunas a China. Chile ya le compraba la vacuna para la gripe estacional a la empresa Sinovac, y eso resultaba tranquilizador, sumado a que se publicaron los resultados de los ensayos de Fase 2 y Fase 3. De todos modos, algunas dudas persistieron, sobre todo porque no había muchos ensayos de Fase 3 de gran escala publicados en revistas internacionales. Pero el instituto de salud pública de Chile aprobó el uso de la vacuna, y tanto la comunidad médica como científica apoyan la decisión del gobierno.
—¿La vacuna de Sinovac tiene alguna característica especial a la que pueda atribuirse parte del éxito chileno?
—Sin duda alguna, el método de almacenamiento. La de Pfizer tiene que ser conservada en unidas de temperatura ultrabaja de -70°C, que en Chile no tenemos. El territorio chileno también impone ciertas limitaciones, porque es un país geográficamente fue largo. La vacuna de Sinovac requiere un método de almacenamiento muy simple, de entre 2°C y 8°C, lo que ayuda a despacharla a sin problemas a un extremo u otro del país, desde Arica hasta Magallanes y Tierra del Fuego. Y todos los centros de salud del país ya tenían heladeras para vacunas, debido a nuestro programa nacional de inmunización.
—¿Cree que el problema de la desigualdad, que ha sido un tópico tan importante para la sociedad chilena en los últimos años, jugó un papel en el proceso de vacunación?
—Obliga a las autoridades chilenas a ser mucho más cuidadosas. Pienso que después del levantamiento social nuestro presidente entendió, por ejemplo, que él no podía ser vacunado antes que otros chilenos. De hecho, uno de sus gestos, que pienso que que creo que es rescatable, es que el presidente no recibió una vacunación simbólica, sino que tuvo que esperar como todos los demás hasta que fueran vacunados los de su grupo, y no antes.
—¿Hubo colaboración de los sectores público y privado en el proceso de vacunación?
—Fue todo muy ordenado. Cuando los trabajadores de la salud comenzaron a vacunarse, no se hizo distinción entre los trabajadores de la salud pública y los trabajadores de la salud privada, a diferencia de lo que se ha visto en México, por ejemplo. Hubo ciertas presiones de diferentes sectores de la economía para involucrarse más en el proceso de vacunación, pero por ahora, el mayor peso de la vacunación lo ha llevado el sector público de Chile.
—¿Cuáles son los desafíos que enfrentará el proceso de vacunación en Chile en las próximas semanas o meses?
—El primero desafío tiene que ver con asegurarnos de que los envíos lleguen al ritmo al que estamos vacunando a la gente, o sea más de un millón por semana. Eso requiere un flujo continuo de nuevos lotes de dosis. Y el segundo problema tiene que ver con dejar en claro cuáles son los grupos que tienen prioridad. En ese sentido, nuestra perspectiva desde el sindicato médico es asegurar primero la vacunación de las personas mayores de 60 años y de las personas con enfermedades crónicas. A partir de ahí, la forma en que se prioriza a la población en general se vuelve más política. ¿A quién vacunar primero? ¿A los trabajadores del transporte, los maestros, los trabajadores portuarios, los oficinistas, los trabajadores esenciales? Es una definición que en nuestra opinión tiene que ser muy transparente, para que no se perciba que hay personas que tienen privilegios que les permiten acceder a la vacuna. Creo que lo ocurrido en Perú ha llamado la atención de líderes de todo el mundo. Es vital que la gente perciba que hay justicia en el acceso de los ciudadanos a la atención médica. Si todos comenzamos a saltarnos la fila, es muy difícil sostener una política pública de vacunación.
Traducción de Jaime Arrambide
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