Los Romanov, una dinastía que no muere
Por Narciso Binayán Carmona
En pleno invierno, el 21 de febrero de 1613, la Asamblea Nacional de Rusia eligió como zar al jovencito Miguel Romanov. Con esta decisión se intentó poner fin a los quince años de guerra y anarquía que siguieron a la extinción de la rama reinante de la casa de Rurik, en el trono desde hacía 700 años. En ese tiempo aparecieron tres impostores que afirmaron ser el príncipe Dimitri, hijo de Iván el Terrible, degollado en 1591, en la niñez. En ese caos, los polacos ocuparon Moscú. En un ambiente de exaltado patriotismo, la capital fue liberada por un motín popular y se eligió a Miguel.
No quería aceptar la corona y se lo amenazó con el castigo divino si no colaboraba con su patria y asumía su responsabilidad. Su padre había sido enviado a un monasterio como "hombre peligroso", ya que era primo hermano del último zar dinástico, hijo de su tía Anastasia Romanova. Fue coronado en julio. Su padre fue después patriarca.
En 1917, su descendiente Nicolás II abdicó por él y por su hijo, en medio de la revolución, y al año siguiente fue asesinado en Iekaterinonburgo con toda su familia. Su hermano Miguel había "desaparecido" un mes antes.
Poéticamente se ha recordado siempre que Miguel I estaba en el monasterio de Paatiev cuando fue electo y que Nicolás fue asesinado en la casa del comerciante Ipatiev, uniendo así el principio y el fin de su dinastía. Pero, ¿terminó?
La continuidad
Cierto es que todos los grandes duques y príncipes de la familia caídos en manos comunistas fueron asesinados. Gorki trató en vano de salvar al gran duque Nicolás, ilustre historiador y de ideas muy democráticas. Lenin le contestó: "La revolución no necesita historiadores".
Algunos creyeron, ingenuamente, poder quedarse sin peligro y entre ellos, el gran duque Cirilo, primo hermano del zar, que al comenzar la revolución se puso a las órdenes del nuevo gobierno. Huyó poco antes del golpe bolchevique, se instaló en Bretaña y se autotituló "guardián del trono" y luego emperador. En 1938 lo sucedió su hijo Vladimir, nacido en el exilio, pero que alcanzó a visitar Rusia a la caída del régimen. Muerto en 1992, lo sucedió en las pretensiones su hija María I, nacida en 1953.
Pero su derecho al trono está viciado en origen. Es cierto que, después del gran duque Miguel, su abuelo Cirilo era el siguiente en el orden de sucesión, pero perdió esa calidad por ley en 1905 al casarse contra la voluntad de Nicolás II.Con ello, violó la legislación imperial, por cuanto: su esposa no era ortodoxa, condición imprescindible; era divorciada; era su prima hermana (y del zar), grado de parentesco en que la Iglesia Ortodoxa prohíbe el matrimonio, y por último no tenía el permiso del zar, también requisito imprescindible; más aún, tenía el rechazo expreso del monarca. La ley de Nicolás II incluyó en el castigo a su posterioridad que perdía así calidad dinástica.
Cirilo, que no había cometido ningún delito punible, volvió a su patria y Nicolás II, hombre de rectitud y bondad, dictó una nueva ley en 1906 perdonándolo y restaurándolo en sus derechos dinásticos.Ello, sin embargo, no estaba previsto en la ley respectiva. Nicolás II habría podido modificarla e incluir la posibilidad de perdón como legalmente posible, pero no lo hizo. Por tal razón, la segunda ley devolvió sus títulos y rango al gran duque Cirilo y a su posteridad, aunque no sus derechos al trono porque ya los había perdido.
"Muchos Romanov eligen boicotear toda cuestión legal después de 1917 prefiriendo un líder antes que un cabeza de dinastía".De hecho, Cirilo y Vladimiro actuaron como tales.Incluso Hitler llegó a proponer al segundo que volviera a Rusia con la idea eventual de usarlo para su plan de conquista.El príncipe rechazó ese papel de emperador títere.
Si estos grandes duques no heredan la corona, ¿a quién le toca? Técnicamente, a la gran duquesa Vera (Vera I), nacida en Pavlovsk en 1906, que tenía 11 años cuando la revolución.Esta princesa, soltera, no reclama nada y, tras pasar toda su vida en el destierro, debe de ser la última Romanov nacida en Rusia. Eso sí, alcanzó a ver la caída de la tiranía.
Por otra parte, además de ellos existen numerosos miembros de la familia Romanov, pero todos han contraído matrimonios desiguales y ello los excluye automáticamente, con su descendencia, de la sucesión al trono. Incluso la propia María I está en ese caso, pues de acuerdo con la ley su madre, princesa Bagration, es considerada "no igual".Es totalmente injusto, pues los Bagration son la dinastía más vieja de toda la cristiandad (reyes de Georgia), pero técnicamente es así.
De esta forma, el heredero más directo al trono ruso es el destronado rey Constantino II de Grecia como bisnieto de la gran duquesa Olga (1851-1926), nieta del zar Nicolás I.
Aparte de ello, la opinión monárquica está dividida y se expresa toda clase de variables, incluso la "reconvocatoria" a la asamblea de 1613, idea totalmente utópica.
"Temo que las posibilidades reales, prácticas, de la monarquía (especialmente legítima) son mínimas en Rusia.Pero Rusia es impredecible" (1).
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