TOKIO (Reuters).- Paro, la foca de peluche, emite un sonido de satisfacción cuando una anciana la acaricia. Pepper, un humanoide, agita sus brazos para liderar a un grupo de jubilados que hace ejercicio. Tree ayuda a un hombre con movilidad reducida a efectuar pasos temblorosos, mientras le dice con voz femenina: "izquierda, derecha, ¡muy bien!".
Los robots invadieron el geriátrico Shin-tomi de Tokio, que utiliza 20 modelos diferentes para cuidar a sus residentes. El gobierno japonés espera que se vuelva un modelo para que la amplia experiencia en robótica del país ayude a lidiar con el envejecimiento acelerado de su población y con la disminución de su fuerza laboral.
Permitir que los robots ayuden a cuidar a los mayores –un trabajo que muchos consideran que necesita tacto humano– puede parecer una idea estremecedora en Occidente. Pero muchos japoneses la ven como algo positivo, especialmente porque los medios de comunicación más populares describen a los artefactos como amistosos y serviciales.
"Estos robots son maravillosos", dice Kazuko Yamada, de 84 años, después de una sesión de ejercicios con Pepper, fabricado por la empresa SoftBank Robotics y que puede efectuar diálogos guionados. "Actualmente, mucha gente vive sola, y un robot puede ser un compañero de conversación para ellos. Les harán la vida más divertida."
Existen muchos obstáculos que podrían obstaculizar la rápida proliferación de robots destinados al cuidado de ancianos: costos altos, cuestiones de seguridad, dudas sobre su utilidad y dificultades para hacerlos funcionar. El gobierno japonés financió el desarrollo de robots para el cuidado de los mayores para suplir la falta proyectada para 2025 de 380.000 trabajadores especializados.
A pesar de algunas medidas que permiten que los profesionales extranjeros trabajen en el cuidado de ancianos, aún persisten trabas al empleo en el sector, que incluyen, por ejemplo, exámenes en japonés. Para fines de 2017, sólo 18 extranjeros tenían visas como enfermeros, una categoría creada en 2016.
Pero las autoridades y las empresas también están enfocadas en un objetivo mayor: la industria potencialmente lucrativa de exportación de robots a países como Alemania, Italia y China, que enfrentan desafíos demográficos similares en el presente o en el futuro cercano.
"Es una oportunidad para nosotros", dice Atsushi Yasuda, director de la oficina de política robótica del Ministerio de Economía, Comercio e Industria (METI, según sus siglas en inglés). "Otros países van a seguir la misma tendencia."
El año pasado, Shin-tomi fue visitado por más de 100 grupos extranjeros de países como China, Corea del Sur y Holanda.
Por el momento, son pocos los productos que se exportan: Panasonic comenzó a venderle a Taiwán una cama robótica que se transforma en silla de ruedas. Paro se usa como "terapia animal" en casi 400 hogares de ancianos daneses.
Conformado casi en su totalidad por fabricantes japoneses, el mercado global de robots destinados a cuidados de enfermería y asistencia a discapacitados todavía sigue siendo minúsculo: apenas 19,2 millones de dólares en 2016, según cifras de la Federación Internacional de Robótica.
Pero para 2035, cuando un tercio de la población japonesa tenga 65 años o más, el METI estima que solo mercado interno japonés ascenderá a 3.800 millones de dólares.
"Es un mercado con una potencia enorme", dice George Leeson, director del Instituto Oxford de Envejecimiento de la Población. "Todos empiezan a darse cuenta del envejecimiento de sus poblaciones. Sin duda, la robótica es parte del paquete de acciones para tratar esas necesidades."
Para estimular la industria, el gobierno japonés utiliza una estrategia doble. Desde 2015, el METI promueve el desarrollo con 45 millones de dólares de subsidio.
La distribución de los robots está a cargo del ministerio de trabajo, que en el año que terminó en marzo último, gastó 50 millones de dólares para incorporarlos a 5.000 instalaciones de todo el país. No existen datos oficiales sobre cuántas de esas instalaciones que utilizan robots se dedican al tratamiento de la salud.
Los funcionarios del gobierno subrayan que los robots no reemplazarán a los enfermeros humanos. "Pueden asistir con fuerza, movilidad y monitoreo. No pueden reemplazar a los humanos, pero pueden ahorrar tiempo y trabajo", dice Yasuda, del METI. "Si los trabajadores tienen más tiempo, pueden hacer otras tareas".
La mayoría de los dispositivos no se parece en nada a la típica imagen de un robot. Por definición del gobierno, cada uno tiene tres componentes: sensores, un procesador y un motor o aparato. Panasonic utilizó ayuda del gobierno para desarrollar Resyone, una cama que se separa en dos partes, una de las cuales se transforma en silla de ruedas.
Diseñado por la empresa Cyberdyne, el modelo lumbar llamado HAL –acrónimo de Hybrid Assistive Limb ("extremidad de asistencia híbrida")– es un soporte que ayuda a los enfermeros a levantar a las personas. Quienes necesitan rehabilitación para caminar pueden sujetarse a Tree, fabricado por la empresa Reif, que se desplaza por el suelo mostrando dónde colocar el paso siguiente y también permite mantener el equilibrio.
Pepper, de SoftBank, se usa alrededor de 500 geriátricos japoneses para animar juegos, rutinas de ejercicios y conversaciones rudimentarias. Pero Shohei Fijiwara, directivo de SoftBank Robotics, una empresa del conglomerado Grupo SoftBank, dice que algunos trabajadores tienen problemas para hacerlo funcionar. También les gustaría que Pepper respondiera a instrucciones vocales y se moviera independientemente, funciones que SoftBank espera poder añadir este año, señaló Fijiwara.
Sensible y tierna, Paro reacciona al tacto, la voz y la luz moviendo la cabeza, parpadeando y emitiendo sonidos de focas arpa canadienses. "¡Cuando acaricié sus pelos por primera vez, se movió de una manera tan hermosa! Parecía que estaba viva en serio", se ríe Saki Sakamoto, de 79 años, residente de Shin-tomi. "Apenas la toqué, no dejé que se fuera nunca más."
Paro llevó más de 10 años de desarrollo y recibió cerca de 20 millones de dólares en apoyo gubernamental, dice su inventor, Takanori Shibata, jefe de investigación del Instituto Nacional de Ciencia y Tecnología Industrial Avanzada. En todo el mundo hay 5.000 en uso, de las cuales 3.000 se encuentran en Japón.
Pero como muchos robots, Paro es caro: 3.800 dólares en Japón y alrededor de 5.000 euros en Europa. Resyone, de Panasonic, cuesta 8.600 dólares, y el exoesqueleto lumbar HAL de Cyberdyne cuesta unos 950 dólares por mes de alquiler.
La mayoría de las instituciones que las utilizan, incluyendo Shin-tomi, se apoyaron en subsidios de gobiernos locales y del central para ayudar a cubrir los costos. Los particulares también pueden usar sus seguros de salud para cubrir parte del producto, pero los casos son casi ínfimos.
Hasta ahora, los robots no redujeron los costos o las horas de trabajo del personal de Shin-tomi. "Todavía no hemos llegado tan lejos", dice Kimiya Ishikawa, presidente y CEO de la empresa Silverwing Social Welfare, a cargo de Shin-tomi. "Los trajimos fundamentalmente para mejorar el entorno de trabajo, evitar lesiones del personal y aportar mayor seguridad."
Ishikawa dice que lo que han logrado hasta ahora es estimular la moral tanto del personal como de los residentes.
"Conseguimos que el personal esté más tranquilo y que los residentes se sientan acompañados", dice.
Traducción de Jaime Arrambide
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