Los políticos los llamaban “traidores” y ahora son los que sostienen el frente interno en Israel
Miembros de Hermanos y Hermanas de Armas, un grupo de reservistas y veteranos israelíes opuestos a las políticas del gobierno de extrema derecha dejaron de lado la política para ayudar en la evacuación masiva de civiles
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KIBUTZ DE BEIT KAMA, Israel.- Hace menos de un mes, al exsoldado israelí Eran Navon lo arrestaron en una manifestación contra el gobierno cerca de su casa en las afueras de Tel Aviv.
Como millones de otros israelíes, incluidos muchos reservistas, Navon se había pasado gran parte del año protestando contra el gobierno de ultraderecha del primer ministro Benjamin Netanyahu. Durante todos esos meses, los políticos israelíes se ocuparon de tildarlos de “anarquistas” y “traidores”, pero hoy, a los 53 años de edad, Navon y otros veteranos muy críticos del gobierno se han movilizado para aportar al esfuerzo bélico de Israel en la Franja de Gaza, dejando de lado la política para ayudar en la evacuación masiva de civiles israelíes de las comunidades fronterizas, mientras Israel redobla una ofensiva militar que ya ha desplazado a un millón de personas y ha dejado más de 2200 víctimas, según funcionarios palestinos.
“No estamos acá por razones políticas”, dice Sefi Ariely, exmarino de la Armada israelí que lidera la evacuación de civiles de la localidad sureña de Sderot, a unos 15 kilómetros de la frontera con Gaza.
Tanto Ariely como Navon pertenecen a la enorme agrupación de protesta Hermanos y Hermanas de Armas, una asociación de reservistas activos y veteranos militares que se reunieron para oponerse a las políticas del gobierno de Netanyahu, y que hoy lideran la movilización de las bases en el frente de batalla.
“Ya tenemos infraestructura”, dijo Ariely en referencia al cuartel que improvisó la agrupación en Beit Kama, hasta hace unos días, un tranquilo kibutz del desierto del Néguev. “Además, tenemos equipos que preparados para ponerse a trabajar.”
De hecho, Navon dice haberse calzado el uniforme militar ese mismo 7 de octubre a la mañana, cuando las milicias de Hamas lanzaron su incursión a gran escala en el sur de Israel, asesinando a civiles en ciudades, comunidades agrícolas, y en un festival de música al aire libre, además de atacar bases militares.
Al menos 1300 personas fueron asesinadas durante el brutal ataque, que tomó por sorpresa al gobierno y a las fuerzas armadas de Israel: la coalición ultraderechista encabezada por Netanyahu había concentrado gran parte de los recursos militares en la ocupada Cisjordania, con el objetivo de erradicar a las milicias palestinas y proteger los asentamientos israelíes en un territorio que los palestinos ven como parte de un futuro Estado.
Las Fuerzas de Defensa de Israel empezó a movilizar esas tropas el mismo 7 de octubre, pero sin trenes ni micros disponibles para transportarlas hasta el sur del país. Así que Navon y sus compañeros voluntarios de Hermanos y Hermanas de Armas se organizaron para trasladar soldados en sus autos atravesando el país.
A medida que se difundía el horror del ataque, miles de otros miembros de la asociación empezaron a conectarse a través de los grupos de WhatsApp que habían creado a principios de año para organizar las protestas.
Entonces recibieron luz verde del Ejército para ampliar su ayuda e ingresar a la zona de guerra para rescatar a los civiles que viven cerca de la frontera con la Franja. Allí partieron en masa, estableciendo un puesto de mando improvisado en el kibutz de Beit Kama, a unos 25 kilómetros al este de Gaza.
“Somos gente que pasa a la acción”, dice Navon, que desde el 8 de octubre ya ha coordinado cientos de evacuaciones.
En Beit Kama hay equipos de psicólogos y enormes bandejas de comida casera que esperan la llegada de las familias evacuadas, muchas de las cuales sobrevivieron escondidas en sus casas, mientras los hombres de Hamas arrasaban todo y asesinaban a sus vecinos y seres queridos.
Bajo la sombra de unos árboles, los comandantes israelíes instruyen a los equipos de evacuación y les recuerdan el riesgo de los cohetes lanzados desde Gaza y de las milicias de Hamas que siguen intentando infiltrarse por la frontera: los voluntarios deben hacer todo lo posible por no quedar atrapados en fuego cruzado entre soldados israelíes y combatientes palestinos.
“Su misión no es volver con cuerpos de terroristas muertos”, dice el comandante Avner mientras instruye a tres equipos de evacuación que se preparan para salir a sus respectivas misiones.
Ariely dice que los voluntarios también se topan con residentes israelíes hostiles que insultan a los exreservistas, mientras los combatientes de Hamas siguen infiltrándose en las comunidades israelíes y se intensificaban los disparos de cohetes desde Gaza.
En Sderot, donde el 7 de octubre las milicias de Hamas sobrepasaron a las fuerzas locales de seguridad y sitiaron la comisaría, algunos vecinos les manifestaron su agradecimiento a los rescatistas, pero otros, dice Ariely, “Nos gritaban que todo es culpa nuestra.”
Sderot es un bastión tradicional del Likud, el partido de derecha Netanyahu, y los voluntarios comandados por Ariely les han tratado de explicar a los vecinos del lugar que están allí como israelíes, y no como manifestantes de izquierda.
Muchos de los voluntarios creen que la coalición de Netanyahu ignoró las crecientes amenazas que llegaban desde la Franja de Gaza.
“Tomaron decisiones demenciales y ya vemos la tragedia a la que nos condujeron”, apunta Navon.
“Pero ahora esos políticos son irrelevantes para nosotros”, agrega el exreservista. “Nosotros, los que ponemos en cuerpo en el terreno, ya estamos construyendo un nuevo futuro para nuestro país.”
Eldad Miller ayudó a evacuar a civiles de Sderot durante toda la semana y dice que el trauma que sufrieron algunos de ellos es tan profundo que hasta tienen dificultades para comunicarse con los rescatistas.
El martes, Miller evacuó a una familia de Sderot que había estado escondida a oscuras durante días, con las ventanas tapadas con frazadas, mientras las milicias de Hamas golpeaban su puerta. El hijo adolescente y su padre hacían turno parados frente a la puerta principal con un cuchillo de cocina en la mano. Cuando Miller los pasó a buscar, estaban mudos.
“Perdieron toda confianza”, apunta Miller, y agrega que la mala respuesta del gobierno posiblemente se deba tanto a las divisiones internas como a graves fallas de inteligencia.
“Cuando esto termine, los que nos llamaban ‘traidores’ tendrán que rendir cuentas por lo que pasó, pero eso a nosotros no nos importa”, dice Miller. “Lo que sí sabemos es que ahora el país nos necesita.”
Por Shira Rubin
(Traducción de Jaime Arrambide)
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