Coronavirus. Los pilares de Jair Bolsonaro tambalean y ahora tiene pronóstico reservado
Río de Janeiro.- El gobierno del presidente brasileño, Jair Bolsonaro, se sostenía, hasta ayer, gracias a tres pilares muy claramente definidos: los ministros de la llamada ala militar; el ministro de Economía, Paulo Guedes; y el ahora exministro de Justicia Sergio Moro. Gracias a esos tres pilares, el Ejecutivo mantuvo desde enero de 2019 una base de apoyo importante entre los empresarios y un sector mayoritario de la sociedad. Una base que hoy está en crisis ante la caída del pilar Moro, el debilitamiento del pilar Guedes (ayer el dólar llegó a los 5,70 reales, un nuevo récord) y la gran incógnita sobre qué harán los militares que integran el gabinete de Bolsonaro y que son, para muchos, garantía de estabilidad y respeto de reglas democráticas.
Ayer, seis horas después de la declaración pública y explosiva de Moro, el jefe de Estado habló durante casi una hora al lado de todos sus ministros, buscando mostrar unidad y fortaleza. Pero está cada vez más claro que el presidente gobierna, básicamente, junto a sus hijos y asesores cercanos, que hoy tienen más influencia que cualquier ministro. Ayer, entre los que acompañaron al jefe de Estado, estaba el diputado Eduardo Bolsonaro. Su hermano Carlos, conocido por manejar los ejércitos del bolsonarismo en las redes sociales, está instalado desde hace semanas en el palacio de gobierno. El discurso mostró, al contrario de lo que se buscó, un presidente atormentado, golpeado y sin un rumbo claro.
Los problemas con Moro empezaron el año pasado, cuando el exministro defendió la continuidad de investigaciones sobre supuestos casos de corrupción que podrían llegar al senador Flavio Bolsonaro, otro de los hijos del presidente. Se comenta que en esa oportunidad, Bolsonaro le dijo a Moro: "Si no vas a ayudar, por lo menos no molestes". Para el presidente, el exministro de Justicia debería haber actuado casi como abogado de la familia presidencial. Claramente, para Moro la realidad era bastante diferente.
Hoy, nadie se atreve a decir en Brasil si Bolsonaro logrará terminar su mandato. Por un lado, existe la sensación de que la oposición pretende dejar que el desgaste llegue a tal punto que el presidente se transforme, definitivamente, en un cadáver político. Por otro lado, pensar que el jefe de Estado puede sobrevivir a las diversas crisis que sacuden a su gobierno y llegar a enero de 2023 parece casi imposible. Dirigentes como el expresidente Fernando Henrique Cardoso pidieron ayer públicamente la renuncia de Bolsonaro y ya fueron presentados en el Parlamento pedidos de apertura de procesos de impeachment. Ninguna de esas posibilidades es descartada por cientistas políticos como Mauricio Santoro, profesor de la Universidad Estadual de Río de Janeiro.
Incógnita militar
Todo puede pasar. Lo que nadie sabe, en este momento, es que harán los militares. Ellos podrían, si consideran que Bolsonaro llegó a su límite, exigirle que renuncie, dándole garantías de protección judicial, explicó Santoro.
En ese caso, la Constitución brasileña determina que la presidencia seria asumida por el actual vice, el general Hamilton Mourão. Ayer circularon fuertes rumores sobre el malestar predominante en el ala militar. Y se sabe que los ministros militares, la gran mayoría vistos como moderados en comparación con otros sectores radicales del bolsonarismo, intentaron impedir la renuncia de Moro. No lo lograron y una nueva crisis se instaló en el Palacio de Planalto, mientras otra crece rápidamente e involucra al ministro Guedes. Desde que el ministro jefe de la Casa Civil, general Walter Braga Neto, presentó la semana pasada un plan de recuperación económica que contradice la política liberal de Guedes y de cuya elaboración el equipo económico fue excluido, los rumores se intensificaron.
Paralelamente, las denuncias gravísimas que hizo Moro al anunciar su renuncia también sorprendieron a muchos militares y están siendo cuidadosamente analizadas. Según el exministro, Bolsonaro pretendía tener acceso privilegiado a investigaciones de la Policía Federal y a sus autoridades. Algunos hablan de elementos que podrían ser usados para acusar el presidente de un "crimen de responsabilidad", o sea, que podrían abrir camino a un proceso legal de destitución en el Congreso nacional. El jefe de Estado dijo que eran mentiras, pero reconoció, en algunos casos, haber pedido informaciones sobre casos que le interesaban, uno de ellos involucrando a uno de sus hijos.
Bolsonaro está acorralado. El procurador general de la república, Augusto Aras, solicitó recientemente una investigación sobre actos contra la democracia realizados el día 19 de abril, algunos de los cuales contó con la participación del presidente. Aras quiere saber quien organizó las manifestaciones en las que se pidió la clausura del Congreso y la implementación de decretos inspirados en la última dictadura militar. El nombre del presidente aún no es parte de las investigaciones, pero en el gobierno temen que el caso podría transformarse en un gran dolor de cabeza para Bolsonaro y, también, sus hijos, hoy piezas centrales de su gobierno. Ayer, Aras pidió, además, al Supremo Tribunal Federal que investigue las acusaciones de Moro contra Bolsonaro.
Mientras tanto, en los últimos días entre 350 y 400 brasileños murieron víctimas del Covid-19 cada 24 horas. La salida de Moro estremeció el apoyo a Bolsonaro en todas las clases sociales. Derrumbó la bolsa de valores de San Pablo y generó profunda preocupación en sectores populares, que hasta ahora defendían al presidente. Por alguna razón, la renuncia del exministro de Justicia fue un cimbronazo que el gobierno no esperaba. Y la respuesta del presidente fue confusa y dejó en el aire la sensación de un gobierno a la deriva.
"Bolsonaro está saliendo del armario, mostrando quién es realmente. No es un luchador contra la corrupción, tampoco defiende una política económica liberal como la que defiende Guedes. Es lo que estamos viendo hoy, un radical", afirmó Daniela Campello, investigadora de la Fundación Getulio Vargas.
Para ella, "la gran incógnita es, realmente, saber que harán los militares a partir de ahora".
"No lo entiendo, nadie lo entiende. Pero una cosa me queda clara: si los militares siguen después de hoy su lealtad es incondicional con Bolsonaro", enfatizó la cientista política brasileña.
Sin Moro, con Guedes tambaleando y los militares cada vez mas insatisfechos con las decisiones y acciones del presidente, el bolsonarismo se parece, cada vez más, a su esencia original. Un movimiento extremista, que niega la ciencia, los cambios climáticos y, a pesar de haberse mostrado como la contracara de la política tradicional y sus costumbres, especialmente la corrupción, es exactamente lo opuesto.
Muchos electores optaron por Bolsonaro porque contaban con la presencia de Moro en su gobierno, una especie de sello de calidad en el combate de la corrupción. Ayer, Moro renunció acusando al presidente de intentar interferir en la Policía Federal, algo que en Brasil se comparó al escándalo de Watergate, que en 1974 llevó el expresidente Richard Nixon a la renuncia. ¿Que pasará con Bolsonaro? Es la gran pregunta, y los escenarios que están siendo trazados son, en todos los casos, muy delicados.
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