Los peligros de una democracia a medias
RÍO DE JANEIRO.- La pregunta se impone: si Venezuela gozara de una democracia plena, como por ejemplo Brasil, ¿hubiese ganado las elecciones Nicolás Maduro, indicado a dedo por Chávez antes de morir, con todo lo que ese gesto conllevó de simbolismo emocional?
Nadie afirma que las elecciones venezolanas se hayan desarrollado con imposiciones dictatoriales abiertas. Nadie fue obligado a votar con violencia, pero tampoco es posible afirmar que se celebraron con todos los elementos de una completa democracia.
Por todo ello será difícil saber si el resultado de las urnas hubiese sido o no diferente en el caso de haberse celebrado de forma "normal".
Por ejemplo, si Chávez, antes de morir, hubiese pedido a los venezolanos que votasen a su sucesor en total libertad, mirando el bien mayor del futuro del país, sin haber dado indicaciones personales. O que el opositor Henrique Capriles hubiese gozado de los mismos instrumentos de propaganda y libertad en su campaña que la de su contrincante Nicolás Maduro.
La pregunta es si lo que quiere hoy la mayoría de los venezolanos es la continuación del chavismo a cualquier costo o un país pacificado, próspero, que sepa usar sus riquezas naturales para el bien común y no como antaño para el enriquecimiento de unos pocos a costa de la miseria de la mayoría. Si el chavismo es exigido desde abajo o impuesto desde arriba.
Ha habido, por ejemplo, en la historia de las dictaduras europeas, casos en que ha sido el pueblo el que ha provocado la perpetuación de esos autoritarismos. En otros casos puede que sea al revés, que el autoritarismo de un líder acabe forzando una forma autoritaria con cuño de eternidad.
Un autoritarismo que sin las cadenas de una democracia controlada y vigilada quizá no hubiese resistido. ¿Será el caso de Venezuela?
Por todos los análisis que estamos leyendo, lo que los venezolanos desean es vivir mejor, sin la losa de una inflación que aplasta siempre a los más pobres, sin tanta violencia en las calles y con sus riquezas usadas para su bienestar y no para pagar fidelidades ideológicas fuera de las fronteras nacionales. Y con la información sin mordazas.
Si a pesar de la conmoción de la muerte del líder carismático y del uso y abuso que de ese duelo se ha hecho en estas elecciones Capriles consiguió conquistar casi la mitad de los votos, sería difícil afirmar que es el pueblo venezolano como un todo el que ratifica la continuación del chavismo sin Chávez.
El comentarista político Reinaldo Azevedo, de la revista brasileña Veja, hizo ayer, con los ojos puestos en las elecciones venezolanas, un agudo comentario en su blog: "Las modernas dictaduras prescinden de los tanques de guerra. Prefieren a veces las urnas que las legitimen", escribió.
Un peligro que, según algunos comentaristas políticos, comienza a serpentear en esa zona oscura de algunos populismos de América latina, que son capaces de aparecer como democracias cuando en realidad se trata de artimañas para perpetuarse en el poder.
Las urnas, ellas solas, sin los demás instrumentos de una democracia completa que las hagan transparentes, pueden acabar legitimando decisiones que más que hijas de la libertad de los ciudadanos y de verdaderos ideales revolucionarios acaban siendo los sueños de poder de quienes directa o indirectamente las manipulan.
© El País, SL
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