Los movimientos antivacunas más agresivos que desafían a los gobiernos de Europa
En las redes sociales coordinan sus acciones, e incluso han planificado atentados contra las autoridades; cuáles son los principales grupos
- 8 minutos de lectura'
MADRID.- La policía alemana desmanteló la semana pasada un grupo antivacunas que planeaba atentar contra el primer ministro de Sajonia, Michael Kretschmer. Sus miembros se comunicaban por Instagram y algunos se habían reunido en persona para estudiar detalles. La región presenta una tasa muy alta de contagios de coronavirus en Alemania y muy baja en vacunación, y es escenario de manifestaciones activas contra la inmunización.
Episodios como estos se replican en otros países europeos como Italia, donde hace un mes la policía registró viviendas de posibles miembros de Viral Vendetta (ViVi), un grupo antivacunas beligerante al que acusa de haberse constituido como asociación secreta para delinquir y causar daños.
Entre sus acciones, que tienen lugar sobre todo en Italia y Francia, se incluyen pintadas en espacios públicos, centros sanitarios y colegios. También alteran los sistemas de citas, al tomar muchas y no presentarse o cambiar las fechas constantemente.
Facebook advirtió que los suprimió y se albergan ahora en Instagram, con un grupo de 18.000 miembros.
A su vez, la dirección general de la Seguridad Interior de Francia desactivó en octubre un complot dirigido por un antiguo político de un partido de derecha que había acusado al gobierno de “genocida” por impulsar la vacunación contra el coronavirus.
Entretanto, la agencia de inteligencia de Alemania (Oficina de Protección de la Constitución) informó que mantiene bajo supervisión al movimiento Querdenken (Pensadores Laterales), que se opone a los confinamientos y a la vacunación y está vinculado a la extrema derecha.
Fuera de los grupos organizados también se han manifestado decenas de miles de personas en Europa contra la vacunación. El mes pasado salieron a las calles de Austria, Croacia, Dinamarca y los Países Bajos para protestar contra las medidas de sus gobiernos, que intentan frenar el alza de los contagios que se sufre en el continente.
Si bien la resistencia no es similar en todos los países. En España, Portugal y Malta, por ejemplo, es mínima. Lo peligroso es que ocurra en naciones donde el número de vacunados es inversamente proporcional al de contagiados y muertos por coronavirus.
”La conclusión es clara”, dice la Comisión Europea. “La gente con la vacunación completa tienen menos opción de morir por Covid-19 que la que no está vacunada”.
Información de diferentes países de la Unión Europea (UE) también muestra que la gente vacunada tiene menos opción de ser hospitalizada por Covid-19. La vacuna ayuda contra los síntomas severos del Covid-19.
No todos, sin embargo, se guían por la evidencia científica. Según First Draft, un medio digital formado por empresas como Google y Facebook para combatir la desinformación en las redes, “la pandemia creó el marco ideal para la desconfianza masiva en las instituciones y ha impulsado años de creencias sin fundamento hacia el pensamiento popular”.
Los canales de desinformación ya existían en las redes cuando comenzó la pandemia, pero el confinamiento los nutrió y multiplicó. Con un simple golpe de tecla, los amigos invitaban a otros a formar parte de grupos que alimentaban teorías de la conspiración. Así nacieron o se fortalecieron los Chalecos Amarillos de Francia e Irlanda, y Eyes Wide Open y Stand Up X contra los encierros en el Reino Unido. Stop 5-G UK pasó de tener un poco menos de 28.000 miembros en 2017 a 56.600 en el momento en que Facebook lo cerró.
Cuando las plataformas como Facebook tomaron acciones contra este tipo de grupos, ellos simplemente emigraron hacia otras con menos control, del estilo de Instagram. El movimiento norteamericano QAnon es una guía en materia de evasión de las restricciones y de creatividad en su expansión. Muchos grupos y personas antivacunas han tomado también acción física, como repartir panfletos, protestar en la calle y, según se ha visto en los recientes operativos policiales, planear boicots. Además, se han mezclado con grupos políticos, como sucede con Alternativa para Alemania (AfD), de extrema derecha y abiertamente antivacunas.
Para contrarrestar ese impulso, que no es mayoritario pero sí significa un problema en ciertos países donde la resistencia se refleja en un fuerte rebrote de la pandemia, los gobiernos toman diferentes medidas: desde aconsejar prácticas como el uso de tapabocas y la ventilación hasta volver obligatoria la vacunación, tal como sucederá en Austria a partir de febrero de 2022. Es la primera nación de Europa que adopta una medida tan radical.
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, señaló que es “apropiado y razonable” discutir si se debería imponer la vacunación obligatoria en todos los estados miembros. Aunque la UE no tiene autoridad para tomar esa medida, sí puede crear una estrategia de acuerdo común. De cualquier manera, la situación no es igual en todos los países. “Está claro que es un problema de salud pública, pero la posibilidad de imponer una obligación -a cuya infracción tiene que ir unida una sanción- conlleva enormes esfuerzos de gestión y control y pueden hacer impracticable la medida”, advierte Paola Rodas, profesora de Derecho de la Universidad de Nebrija en España.
”A mi entender sería más efectivo instrumentarlas dentro de las políticas de salud pública, pero hay que tener en cuenta que en Europa hay países cuyo sistema legal les permite centralizar este tipo de medidas y otros, como España, que por configuración política y administrativa descentralizada, han de coordinar distintos órganos autónomos para hacerla efectiva”, agrega.
Las personas que se oponen a las vacunas tienen sus razones, independientemente de que los demás se muestren o no de acuerdo. ”No soy de los que piensa que Bill Gates me va a controlar”, explica Jorge, un joven futbolista español que ya debería tener la pauta completa. “Creo que este virus se ha creado para matar un poco de población y que al final nos enseñan lo que quieran que veamos”, agrega. ”No me vacuno por el hecho de que me están obligando y seguramente en un año o dos lo habrán conseguido porque, sino, no podré salir de casa, pero al final es mi cuerpo y yo decido sobre él”. Cree que es posible que ya haya sufrido el virus, así como casi toda España, aunque no se ha sentido enfermo.
De hecho, por su actividad deportiva se tuvo que someter a un PCR todos los jueves del año y siempre dio negativo. “No me vacuno porque soy libre y no creo que me vaya a morir por eso. Lo haría si estuviera seguro de que quedaría inmunizado, sobre todo para proteger a sus padres y a su abuela. Dicen que si te pones la vacuna tienes menos riesgo de contagiarte, pero no lo sabemos porque mira ahora mismo cómo estamos: todo el mundo está dando positivo y la mayoría de las personas están vacunadas”, añadió.
Jorge critica el desconocimiento y la falta de coherencia generales. “Creo que estamos engañados porque no sabemos qué hacer, qué no hacer, cómo se contrae el virus o cómo se contagia (por ejemplo, hay parejas que viven juntas y uno sí se infecta y el otro no)”, asegura. “Y tampoco hay un criterio muy claro: yo me tengo que poner la mascarilla en el banco de jugadores, donde estoy a más de un metro de mi compañero, pero los que están jugando en el campo van sin ella, a pesar de que el fútbol es un deporte de contacto”.
Argumentos diversos
Los argumentos de las personas reticentes a las vacunas son diversos. Aparte de la defensa de la libertad individual, del desconocimiento sobre el virus y las dudas sobre la efectividad de las dosis, existe la idea de que hay conspiraciones que quieren hacer daño a la población, el miedo a lo que se inocula, la sospecha de que detrás se esconden intereses políticos y económicos y creencias religiosas (en el caso, por ejemplo, de quienes aseguran que Dios los cuida y no necesitan ayudas creadas por el hombre).
En España el porcentaje de población reacia a la vacunación no llega al 5%, una cifra que se multiplica en Alemania, donde cerca de un cuarto de su población es reticente a la vacuna. Según un estudio del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) de España, uno de cada cuatro españoles que se niega a recibir una dosis lo hace por desconfianza a las vacunas que hay en el mercado.
“El segundo argumento más esgrimido es el miedo a los efectos secundarios (17,1%), seguido de la desconfianza en la eficacia de las dosis (10,1%) y la falta de garantías ante los pocos ensayos y análisis efectuados (9 %). El 11,2 % señalan ‘otras razones’ que no concretan, mientras que un ínfimo 1,9 % confiesan su negacionismo sobre el Covid-19″, de acuerdo con el reporte.
Los negacionistas son aquellos que no creen que el virus existe. Hay otros que piensan que sí está, pero que los poderes lo usan como excusa para sostener un mayor control estatal. Y los escépticos son reacios sobre todo frente a las medidas adoptadas y la información que se emite sobre el Covid-19.
Lo cierto es que la variante ómicron se expande con rapidez por Europa, mientras los países tratan de atajarla. Algunos gobiernos deben lidiar también con la resistencia interna de su población a la vacunación y todos indagan acerca de nuevas medidas efectivas que detengan a un virus capaz de mutar con una rapidez inesperada.
Por Juanita Samper Ospina
El Tiempo/GDA
Otras noticias de Europa
“Comportamiento arrogante”. Revuelo en Italia: el terremoto en un coloso automotriz pone a prueba al heredero de la familia Agnelli
Pueblos europeos. Los 14 más lindos y menos conocidos, según un ranking de Naciones Unidas
Incertidumbre. Reñidas elecciones legislativas en Irlanda: paridad en los boca de urna entre los tres principales partidos
- 1
El príncipe Andrés se ausentará de la Navidad real tras la polémica por los vínculos con un supuesto espía chino
- 2
Cuáles son las 10 familias más ricas del mundo y de dónde viene su fortuna
- 3
La recuperación económica de Italia se está agotando mucho antes de lo esperado
- 4
Una mujer se coló en un vuelo, la descubrieron, y la arrestaron de nuevo por intentar escapar a Canadá