Los motivos detrás de la última jugada diplomática de Erdogan, que Putin todavía no logra digerir
En la cumbre de la OTAN, el presidente de Turquía sorprendió al anunciar su aval para el ingreso de Suecia a la alianza, a cambio de concesiones por parte de Occidente
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PARÍS.- Reconocido por todos como un fino estratega, el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, no suele dar puntada sin hilo. En 20 años en el poder, como primer ministro y después como presidente, sus inesperados cambios de posición y sus múltiples chantajes han mantenido al mundo en un sobresalto permanente.
Visiblemente satisfecho, el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, anunció una “jornada histórica”. El 10 de julio, en vísperas de la cumbre de la OTAN y tras una negativa de un año, Turquía dio finalmente su acuerdo para la adhesión de Suecia. El texto deberá ser ratificado por la Asamblea nacional turca, pero el riesgo de que los diputados de la mayoría oficialista se opongan a la decisión del “Reis” es prácticamente nulo.
El vertiginoso giro de Turquía dejó a muchos con la boca abierta. Pocas horas antes, al partir de Estambul en dirección de Vilna, en un último chantaje, Erdogan había declarado que la candidatura de su país a la Unión Europea (UE) debía ser reactivada, para abrir así el acceso de Suecia a la OTAN, aun cuando ambos temas no tenían ninguna relación.
La velada amenaza, minutos antes de viajar a una cumbre cuyo objetivo era demostrar la unidad de los occidentales frente a Rusia y la guerra en Ucrania, había provocado la consternación de las delegaciones oficiales.
“Erdogan simplemente nos toma el pelo”, dijo, indignado, un diplomático belga.
En Suecia, la información fue recibida con alivio. Erdogan había negociado hasta último momento “como un mercachifle en un bazar de Estambul”, pero “había un límite. Ya no podía justificar más su negativa con argumentos tan generales como la quema de un Corán o la complacencia sueca ante el terrorismo”, escribió el periódico Aftonbladet.
Turquía bloqueaba la candidatura sueca con una multitud de pretextos. Uno de ellos concernía a la presencia de varias decenas de opositores kurdos en ese país. Erdogan reclamó cabezas y un cambio en la legislación sueca: entre 30 y 120 personas, solicitantes de asilo o refugiados, eran terroristas en fuga que debían ser deportados a Turquía, según afirmaba.
Otros opositores refugiados en Suecia también estaban en la mira de Erdogan. Sobre todo periodistas turcos, miembros de la hermandad de Fethullah Gülen, activamente buscado por Ankara. Todos ellos son antiguos apoyos del presidente turco y de su partido, el AKP (Partido de la Justicia y el Desarrollo), exiliados en Suecia.
Ankara reprochaba a Suecia sus posiciones juzgadas demasiado “permisivas” sobre la libertad de expresión.
“Los países que desean adherir a la OTAN deben imperativamente adoptar una posición firme en materia de lucha contra el terrorismo”, declaró el 6 de julio Hakan Fidan, flamante ministro turco de Relaciones Exteriores, después de haber dirigido durante 13 años los servicios secretos de Turquía (MIT).
Sin embargo, bajo su aspecto del hombre más duro entre los duros, Fidan parece ser uno de los autores del inesperado giro pro-occidental del presidente turco. Porque el cambio de opinión con respecto a Suecia no fue el único gesto del “Reis” en ese sentido.