Los líderes del mundo se posicionan para ocupar el vacío que deja Trump
PARÍS.- "Señor presidente, ¿es usted racista?" La pregunta formulada por un periodista en la Casa Blanca demostró cómo, desde que asumió el poder hace un año, Donald Trump ha sido capaz de encoger en forma espectacular el prestigio de la hiperpotencia norteamericana. ¿Quién podría jamás haber imaginado que sería su principal líder quien conseguiría iniciar esa decadencia por dos caminos: el racismo y el sexismo?
La pérdida del liderazgo que ejercía el jefe de la Casa Blanca desde el fin de la Primera Guerra Mundial plantea el mayor dilema de la actual situación internacional. Porque, como la naturaleza tiene horror del vacío, los grandes líderes mundiales buscan posicionarse.
Vladimir Putin: supo utilizar la guerra de Siria en su favor, consiguió sobrevivir a las sanciones occidentales impuestas después de la anexión de Crimea en 2014 y dispone de una red de sólidas alianzas que rompen el aislamiento al que Washington y Europa pensaban haberlo sometido.
Hábil estratega, Putin reforzó las capacidades militares y nucleares de su país, financió medios de comunicación cada vez más poderosos para influir en la política de Occidente, incursionó en espacios aéreos y marítimos nacionales, intervino en la política interna norteamericana y bloqueó en forma sistemática el proceso de sanciones a Siria en la ONU. Por eso, la mayoría de los medios internacionales lo consideraron este año, por cuarta vez consecutiva, "el hombre más poderoso del mundo".
Xi Jinping: la China del presidente Xi ha dejado de presentarse humildemente al mundo. Hoy, la segunda potencia económica mundial, de la mano de su líder, afirma con orgullo su poderío y su influencia.
El "modelo chino" liderado por Xi es el antimodelo occidental: un capitalismo autoritario, rebautizado "socialismo con características chinas", sostenido por una meritocracia en la cúspide, un Estado fuerte, ninguna separación de poderes ni de libertades sagradas occidentales (prensa, asociación, religión, sindicatos) y un sector privado estrechamente controlado por el partido. La fuerza de ese modelo es su eficacia. A los 63 años, Xi consiguió hacer de la economía china una de las más innovadoras, sin hacer la más mínima concesión política.
Es comprensible, entonces, que muchos países en desarrollo miren hacia Pekín con envidia y admiración. Sobre todo en momentos en que, con sus nuevas "rutas de la seda", Xi supo poner en marcha una excelente estrategia de influencia mundial.
Angela Merkel: esa vez Angela Merkel no se equivocó. En respuesta a una de las primeras provocaciones antieuropeas de Trump, la canciller alemana declaró: "Los europeos debemos hacernos cargo de nuestro propio destino".
Pero, para convertirse en líder del "mundo libre", Merkel comprendió que debía cambiar su política europea. Era difícil, en efecto, criticar el unilateralismo de la Casa Blanca, cuando ella practicaba desde 2010 una política parecida dentro de la Unión Europea (UE). Bajo su dirección, Alemania bloqueó durante años todo avance hacia la solidaridad y una mayor integración.
Hoy aceptó la idea de una profunda renovación del bloque.
Los europeos respiran aliviados, porque Merkel es una líder sólida e indispensable no solo para el continente, sino para Occidente. A pesar de las críticas, a los 64 años, la canciller es mundialmente reconocida como un factor de estabilidad.
Emmanuel Macron: París jamás podría sustituir a Washington. En todo caso no en el terreno del hard power, el poder de imponer. Pero en materia de soft power, el presidente Emmanuel Macron comprendió que el sitio dejado vacío por Estados Unidos podía ser ocupado por otros. Y por qué no, por Francia.
Aunque jamás lo proclamó en voz alta, es evidente que Macron busca posicionarse. Hasta el momento, supo erigirse en dirigente de un mundo joven y ecologista, capitalizar los forzados eclipses de Merkel y de la primera ministra británica Theresa May para ganar influencia como hombre de buenas ideas e iniciativas importantes en Europa e, incluso, Medio Oriente.
Es verdad, Macron solo no puede pretender encarnar la lucha por la democracia y un modelo liberal y social fundado en el humanismo. "Pero como afirma el politólogo francés Roland Cayrol- puede jugar el papel de 'reemplazante' provisorio, antes de que Estados Unidos recupere al menos su sentido común".
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