Los líderes del G-20 apoyaron la reforma fiscal global, pero persisten las diferencias por el cambio climático
El grupo ratificó su respaldo al impuesto mínimo del 15% a las empresas multinacionales, tras años de discusiones; escepticismo sobre los compromisos para luchar contra el calentamiento global, antes del inicio de la COP26
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ROMA.– Al cabo de una jornada infernal, con las habituales protestas que siempre rodean estas cumbres de los poderosos del planeta, la Cumbre del G-20 se anotaba una victoria que se descontaba en cuanto a un acuerdo global sobre la implementación de una tasa mínima a las grandes multinacionales, pero seguía reinando el escepticismo en cuanto a avances concretos en la cuestión del cambio climático.
Un borrador provisorio de las conclusiones del G-20 sobre este tema, anticipado por Reuters, reveló, en efecto, las dificultades para encontrar un acuerdo entre Occidente y las potencias asiáticas sobre un recorte de las emisiones y la lucha contra el cambio climático. El borrador contiene el compromiso de limitar el aumento de la temperatura global en 1,5°C, lo previsto por el Acuerdo de París, pero ningún compromiso preciso ni referencias al 2050, que aparecía en otros documentos provisorios como término dentro del cual reducir a cero las emisiones de gases invernadero.
En el nuevo borrador, en cambio, se habla vagamente de “mitad de siglo”. Un cambio que pareció ser una concesión a China, el país más contaminante del mundo, que había indicado como objetivo para las emisiones cero el 2060, mientras que la India no había asumido ningún compromiso específico. De confirmarse semejante cambio la COP26, la conferencia de la ONU sobre cambio climático que empieza hoy en Glasgow, Escocia, después de este G-20, arrancaría bajo los peores auspicios.
En borradores anteriores, se hablaba de la necesidad de “acciones inmediatas”, ya no citadas. En el que dio vueltas ahora, sí apareció el compromiso de suspender el financiamiento para las plantas de carbón antes del fin de este año y de “hacer todo lo posible” para suspender construcciones nuevas hasta 2030.
Los jefes de Estado y de gobierno del G-20 también afirman que esperan reducir en modo significativo las emisiones colectivas de metano y aplicar el compromiso asumido en 2009 de otorgarles 100.000 millones de dólares por año, hasta 2025, a los países pobres, una promesa hasta ahora no cumplida. Pero no aparece ninguna referencia a los pagos retroactivos que reclaman activistas y algunos países en vías de desarrollo.
Protestas
Hablando de reclamos, los ambientalistas, el colectivo Fridays For Future y otros grupos antiglobalización hicieron oír su voz en favor de una Tierra al borde del colapso y en contra del G-20, en una colorida manifestación que provocó aún más caos en el centro de Roma, ya colapsado por un dispositivo de seguridad sin precedente. “Ustedes, G-20; nosotros, el futuro”, podía leerse en una pancarta llevada durante una marcha de protesta que desde la estación Ostiense llegó hasta la Bocca della Verità, en la que hubo 5000 personas.
Lo cierto es que todo ese ruido ni se sintió en el aséptico clima protegido de La Nuvola, el centro de congresos levantado en el Eur, el barrio de época fascista elegido como sede de la cumbre, alejado del centro histórico y prácticamente custodiado por un escudo impenetrable de 10 kilómetros cuadrados.
Allí, al inaugurar la primera cumbre presencial de la pandemia, a la que el presidente norteamericano, Joe Biden, en su debut internacional en este foro, fue el último en llegar, por la mañana el primer ministro italiano y anfitrión, Mario Draghi, lanzó un enérgico llamado al multilateralismo. “Es la mejor respuesta a los problemas que enfrentamos hoy. Es la única solución posible. Desde la pandemia hasta el cambio climático, a una tasación justa y equitativa, hacer todo esto solos no es una opción posible. Tenemos que superar nuestras diferencias y tenemos que recobrar el espíritu que hizo nacer y reforzar este grupo”, dijo el expresidente del Banco Central Europeo y personalidad prestigiosa a nivel internacional, que así intentó exorcizar el fantasma de un fracaso de esta cumbre.
En este sentido, fuentes italianas del G-20 consideraron un primer gran objetivo cumplido la adopción, después de largas negociaciones, de un impuesto mínimo global a las multinacionales para equilibrar el sistema tributario internacional. “Tras cuatro años de un intenso debate se alcanzó un acuerdo histórico sobre una solución basada en dos pilares para afrontar los retos fiscales emergidos con la digitalización y la globalización de la economía”, aseguraron, al recordar que en verdad el preacuerdo se había logrado en una cumbre de ministros de Finanzas del G-20 en julio pasado, en Venecia.
La llamada global minimum tax es una alícuota mínima global del 15% sobre las ganancias de las grandes multinacionales, cuyo objetivo es evitar que esas grandes empresas, como Facebook, Amazon o Google, sigan moviendo de un lugar a otro su sede fiscal en busca de tratamientos más favorables. El compromiso es implementarlo para 2023, lo establecido en el marco de la OCDE, donde fue firmado por 136 de 140 países.
El acuerdo permitirá a las empresas y trabajadores estadounidenses “competir no tanto por niveles más bajos de tributación, sino por habilidades y profesionalismo, ideas y capacidad de innovación”, afirmó la secretaria del Tesoro, Janet Yellen, que definió como “histórico” este compromiso. Yellen había sido una de las impulsoras de este acuerdo, que para Estados Unidos, sede de muchas de las grandes empresas tecnológicas, implicará una recaudación anual millonaria.
Ausentes
Aunque fueron los grandes ausentes de este G-20, en sus intervenciones por videoconferencia tanto el presidente ruso, Vladimir Putin, como su par chino, Xi Jinping, hicieron oír su voz en cuestiones relacionadas con la pandemia. Putin presionó para que haya una aceleración de la aprobación de la vacuna Sputnik V, aún no reconocida por la Organización Mundial de la Salud (OMS) ni por la Agencia Europea de Medicamentos (EMA). Y Xi, alineado con su par ruso, hizo un llamado a un “reconocimiento mutuo” de las vacunas contra el coronavirus desarrolladas en los distintos países, y a levantar los derechos de propiedad intelectual.
En una jornada otra vez primaveral, al margen de las plenarias dentro de La Nuvola se dieron decenas de reuniones bilaterales importantes para descomprimir tensiones. Entre ellas, una entre el dueño de casa, Draghi y el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, a quien el italiano había tildado de “dictador” seis meses atrás, cuando tuvo lugar el “sofagate”, el escándalo porque no le otorgó un sillón a la presidenta del Parlamento Europeo, Ursula von Der Leyen, en una visita oficial en Ankara. Y también hubo un deshielo entre Erdogan y von Der Leyen, en otra bilateral muy comentada por la foto de su apretón de manos.
El broche de oro de una jornada intensa como ninguna, fue la cena de gala que ofreció el presidente de Italia, Sergio Mattarella, en el magnífico Palacio del Quirinal, en la que los visitantes ilustres fueron agasajados con un menú exquisito, liviano, basado en pescado y verduras.
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