Los israelíes, entre la desesperanza y el temor a una guerra mayor con consecuencias impredecibles
A medida que las tensiones aumentan en la región, crece la incertidumbre sobre el futuro de los múltiples frentes del país; la masacre de Hamas quitó del horizonte cualquier perspectiva de paz
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JERUSALÉN. - En el vértigo de las alertas de misiles, el frenesí de las sirenas, la vorágine de noticias que hablan de nuevos soldados caídos en combate -con nombre y apellido- en el Líbano, un año después del 7 de octubre de 2023 que cambió para siempre Medio Oriente reina la desesperanza en Israel. Si hay algo en lo que todos coinciden -israelíes y palestinos- es que nunca hubo un momento histórico peor, más negro, más sangriento, para quienes viven en esta región, donde la única perspectiva parece ser la de un luto infinito y una guerra, también, infinita. Una guerra que, además, al involucrar también en forma directa a Irán, podría degenerar en una conflagración de consecuencias impredecibles.
“Hace más de 30 años que vivo acá, recuerdo haber estado cuerpo a tierra en mi oficina de Beit Jala, cerca de Belén, entre los tiros, duranta la segunda intifada, pero nunca hubo una situación como la actual donde lo impensable se hizo realidad”, dice a LA NACION el padre Marcelo Gallardo, sacerdote porteño de 61 años del Instituto del Verbo Encarnado (IVE), secretario general de la asamblea de los católicos ordinarios de la Tierra Santa. “Está todo paralizado, la crisis económica es terrible no sólo en la Ciudad Vieja, donde no hay turistas, sino también en Belén, donde ya no viaja ningún peregrino. Ni hablar de la situación catastrófica de Gaza con sus más de 42.000 muertos, y todo el mundo espera ahora la respuesta de Israel al ataque con 180 misiles de la semana pasada de Irán… Aunque también hay quienes temen que Irán pueda atacar este viernes, cuando empieza la fiesta del Yom Kippur, como ha pasado otras veces”, agrega, sin ocultar su alarma.
También el patriarca emérito de los Latinos (católicos) de Jerusalén, Michel Sabbah -una figura histórica porque fue el primer palestino que llegó a ser el líder de la Iglesia católica en Tierra Santa-, de 91 años y más que lúcido, está preocupado.
“Toda la región está hoy bajo amenaza, Israel ahora está avanzando en el Líbano y la guerra se puede extender a Irán y esto podría desencadenar una Guerra Mundial”, advierte Sabbah, en una entrevista con LA NACION en un salón de la casa que las hermanas del orden de Santa Brígida tienen en el sugestivo Monte de los Olivos de Jerusalén.
“Ojalá que Dios le dé sabiduría a los líderes del mundo, a la comunidad internacional, en la que no veo a nadie que tenga el coraje de detener a Israel… Esta guerra es terrible no sólo para los árabes, sino también para los israelíes. Hay muerte y destrucción en los dos lados y como dice el papa Francisco, la guerra es siempre una derrota para todos”, asegura.
Aunque hoy en día nadie habla de paz, para el Patriarca emérito de Jerusalén sigue siendo algo posible. ¿Cómo? “Es muy simple, hay que darles a los palestinos su tierra y habrá paz. Y los israelíes podrán vivir en seguridad, sin amenazas. Los israelíes ganaron todas las guerras que hubo hasta ahora, tienen las mejores armas, pero nunca tendrá seguridad si no les dan a los palestinos su tierra”, contesta, al destacar que ahora los palestinos se conformarían con apenas el 22% del territorio que las Naciones Unidas le había propuesto en 1948, cuando se creó el Estado judío. “Así en forma muy simple, se resolvería el conflicto entre israelíes y palestinos y podría haber paz en la región, donde todos los árabes apoyan la causa palestina”, sostiene.
Sin embargo, la masacre cometida por el grupo terrorista Hamas el 7 de octubre de 2023 -el peor ataque cometido contra judíos desde el Holocausto, con unos 1200 muertos y la herida aún abierta de 101 rehenes cautivos en Gaza- quitó del horizonte cualquier perspectiva de paz o acuerdo. El trauma, el shock, la crisis existencial que provocó el ataque en la sociedad israelí, que de repente descubrió que no estaba en un lugar seguro y en represalia desencadenó una guerra hoy ampliada, multifrontal, sólo implica un escenario: el de la defensa y destrucción del enemigo, aunque esto signifique una guerra permanente.
“El Líbano será una guerra corta, máximo de un mes: destruimos a Hezbollah, grupo terrorista que nos quiere eliminar, cuya cúpula ya ha sido decapitada, y después tenemos que salir de ahí”, dice a LA NACION Menachem Hadar, economista que trabajó como periodista televisivo durante décadas, ahora jubilado, sentado en un café de Tel Aviv. “La destrucción de Hezbollah, brazo de Irán, nuestro enemigo máximo, que también quiere nuestra aniquilación y que durante años estuvo tirando cohetes contra nuestras comunidades del norte, es una cuestión más militar… No es una cuestión tan emotiva para nosotros como el grupo terrorista Hamas y Gaza, en el sur”, explica. “Y creo que ahí, en el Líbano, después de que terminemos con Hezbollah, sí puede haber un acuerdo, basado en resolución 1701 de Naciones Unidas que puso fin a la guerra de 2006 y que establecía una línea de seguridad al sur del río Litani. Si violan eso, vamos adentro de nuevo”, opina.
Con respecto a Gaza, el frente sur, para el cual Israel aún no tiene ningún “plan para el día después”, Hadar es mucho más pesimista. “Gaza va a ser el Vietnam de Israel… Es verdad, teníamos que entrar y castigar a Hamas por el 7 de octubre, pero después tendríamos que haber salido y haber dejado que otros países árabes se hicieran cargo de ese pantano en el que ahora seguimos metidos… Basta ver lo que está sucediendo en los últimos días en Jabalia, en el norte de Gaza”, afirma, moviendo la cabeza.
¿Qué piensa de la tan esperada respuesta a Irán, que el ministro de Defensa dijo que va a ser “letal, precisa y sorprendente”? “Creo que va a ser una ataque simbólico y está bien que así sea porque el castigo a Irán va ser cortarle su brazo, es decir, la destrucción de Hezbollah”, contesta. Atacar sitios petroleros o nucleares sería demasiado provocativo, como parece haber advertido la Casa Blanca, principal aliado de Israel, sostiene. Y resalta que otra preocupación es que, con tantos cohetes cayendo sobre Israel, comienzan a escasear los misiles para interceptarlos de la Cúpula de Hierro (el sistema de defensa). En Estados Unidos no da abasto la capacidad de producción de esos misiles que interceptan en el aire y neutralizan drones y demás armas enemigas.
En este momento lleno de tensión y temor por lo que vendrá, en el que todos aquí están pendientes de las noticias, las sirenas y las alertas, pasado el primer aniversario del 7 de octubre reinan confusión, desesperanza, depresión (según el The Jerusalem Post, en un año se triplicó el uso de medicamentos anti-ansiedad) y, además, polarización.
El hecho de que no hubo un acto único en memoria de ese sábado negro, sino varios, fue el reflejo de la grieta que hay ahora en la sociedad. Quedó lejos esa unidad y solidaridad que se vivió el año pasado en los días siguientes a la hecatombe. Sumergidos en un duelo desgarrador, que no se cierra, muchos no sólo reclaman que vuelvan, vivos o muertos, los 101 rehenes aún retenidos en Gaza. También exigen respuestas a esa falla colosal de inteligencia del 7 de octubre, de la que Benjamin Netanyahu, el máximo responsable y concentrado en una guerra sin fin a la vista, no quiere hacerse cargo.
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